lunes, 23 de enero de 2017

POR QUÉ LEER A LOS CLÁSICOS



Biblioteca de Alejandría
Un consejo de la comisión de docencia de CIVILITAS-EUROPA

Cuando alguien está leyendo a un autor de la Antigüedad clásica grecolatina, es decir, un clásico de verdad, no suele decir “estoy leyendo” sino “estoy releyendo…” porque a los clásicos se vuelve siempre, como se ha venido volviendo los últimos veinte siglos sin interrupciones apenas. Son un punto permanente de referencia. Si esto es así en asuntos de literatura, arte, historia, con mucha mayor razón aun cuando se trata de filosofía, teoría política, y todo lo relacionado con el pensamiento sobre el hombre y la sociedad.

Por eso, recurrir a los pensadores políticos antiguos como patrón de contraste para juzgar aciertos o errores en la vida política contemporánea no es caer en extrapolaciones indebidas, en anacronismos, o en metodologías extemporáneas; todo lo contrario: ha sido un recurso empleado y recomendado en todas las épocas históricas desde el nacimiento de la reflexión filosófica. Desde las dataciones más antiguas se encuentran escritos que contrastan acontecimientos, decisiones y actitudes con la sabiduría de los hombres y tiempos precedentes. Lo podemos encontrar en los libros de la Sagrada Escritura, en Homero, en Hesíodo, en los propios filósofos políticos clásicos de Grecia y Roma -como cuando Platón se refiere a los tiempos de la Arcadia, o Cicerón al sueño de Escipión- y de un modo muy particular en un biógrafo como Plutarco de Queronea, donde todo el fulcro de su obra es la comparación o sýncrisis entre distintos personajes o entre distintas épocas y contextos.

Como demostración de la legitimidad científica de este recurso metodológico podríamos espigar algunos antecedentes notables. Ya en la Antigüedad tardía, que estaba debutando en un cambio de era por su incipiente cristianización, se planteó el debate sobre el uso de los admirables grandes autores clásicos pero que presentaban entonces la dificultad de ser paganos. San Basilio Magno contestó en su célebre Carta a los jóvenes sobre la manera de sacar provecho a las letras helénicas[1] aconsejando vivamente saber abrevar –si bien con la debida prudencia- en esos autores para aumentar en sabiduría. Y así ha seguido haciéndose hasta nuestros días. Y no solamente en campos más homologables con los asuntos tratados por los clásicos antiguos, como la filosofía, la teología, o la política, sino también en terrenos más pragmáticos como el management empresarial, campo en el que este recurso se está poniendo de moda desde Peter Drucker, quien supo utilizar magistralmente a Aristóteles en tiempos recientes[2].

Se dijo de este prestigioso maestro de empresarios austríaco emigrado a los Estados Unidos, que es alguien bien preparado para el futuro porque conoce perfectamente el pasado. Ya lo afirmaba el dicho popular: “el historiador es un profeta que mira hacia atrás”. En el ambiente editorial sobre la dirección de empresas han hecho fortuna algunos autores haciendo el intento de exhumar el contenido de escritos de personajes antiguos para exportar ideas al presente. Uno de los autores que han popularizado ese recurso ha sido Antony Jay: en 1967 publicaba en Londres Management and Machiavelli, pretendiendo interpretar al renacentista florentino en clave empresarial moderna[3]. Su intento utilitario no es un paradigma de rigor histórico pero las sucesivas ediciones de este libro se han vendido por cientos de miles. Como dicen los italianos se non é vero é ben trovato. Este autor recientemente fallecido escribe en la presentación de la primera edición: “la nueva ciencia de la dirección de empresas es en realidad tan sólo una continuación del antiguo arte de gobernar, y cuando se estudia la teoría de la dirección junto a la teoría política y ejemplos de ella junto a la historia política, se da uno cuenta de que tan sólo se están estudiando dos ramas muy parecidas de la misma materia”[4].

Podríamos afirmar que son muchos los campos en los que conviene apoyarse en una filosofía probada a lo largo de 25 siglos por el juicio de la razón y la experiencia histórica. Un gran humanista español, Antonio Fontán, maestro de filólogos, políticos y periodistas, pensando en infundir savia nueva a nuestra cultura lo decía así: “casi todas las generaciones de Occidente han recogido los frutos más sazonados de su propia cultura en el jardín griego que los grandes romanos cultivaron con veneración”[5].

Estas breves anotaciones precedentes vienen a cuento porque nos preguntan con frecuencia por qué en CIVILITAS, a la hora de impartir cursos de formación solemos comenzar con sesiones introductorias donde se realiza un repaso profundo al pensamiento de los más destacados filósofos políticos de la Antigüedad. Estimamos que es la mejor base de referencia para apoyarse sólidamente en teorías políticas seguras. Sin ir más lejos, quien está considerado el principal maestro contemporáneo de filosofía política –Leo Strauss- afirmó taxativamente, por ejemplo en su tan conocido texto de referencia ¿Qué es filosofía política? que esta es sobre todo el pensamiento de los clásicos al respecto.

Recientemente comenzó la 14ª promoción del curso de Master y Doctorado en Gobierno y Cultura de las Organizaciones que se imparte desde el Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra. Una vez más pude comprobar hasta dónde interesa y entusiasma a los alumnos comenzar sus estudios sobre Gobierno a partir del estudio de cómo se formaban a los gobernantes greco-romanos en la Antigüedad. Jóvenes de todas las generaciones y países buscan casi instintivamente allí el piso sólido y probado por los siglos donde apoyarse.



[1]Basilio Magno, Carta a los jóvenes sobre la manera de sacar provecho a las letras helénicas, Lumen, Buenos Aires 1990; cfr. Etienne Gilson, La Filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV, Gredos, Madrid 1982, pp. 62-63.
[2] Peter Drucker, The Practice of Management, Harper and Row, New York 1954, passim.
[3] Antony Jay, Management and Machiavelli, Curtis Brown Group Ltd., Londres 1967.
[4]Ibidem, pág. 15.
[5] Antonio Fontán, Humanismo romano, Ensayos Planeta, Barcelona 1974, pág. 31.

No hay comentarios: