Una mirada excesivamente moralina suele aparecer cuando de sobornos se trata. Los que alzan la voz, las más de las veces con una enorme hipocresía, despotrican contra las prácticas corruptas e intentan explicar el fenómeno desde lo estrictamente ético.
Una reciente encuesta realizada entre hombres de negocios en un tradicional foro empresario, confirmó que poco menos de la mitad de los consultados manifestó que no sería censurable un acto de esta naturaleza.