Perdió Clinton. Algunos se sorprendieron,
y otros se disgustaron. A mí no me llamó la atención. Es más, lo
esperaba desde hace tiempo, luego de leer en El País de Madrid un
artículo, que si bien atacaba virulentamente al magnate norteamericano,
concluía que los demócratas iban a tener que realizar un extraordinario
esfuerzo para llevar a la Casa Blanca a la ex Primera Dama. La razón que daba el
autor, era que los votantes de Trump eran mucho más militantes que los
desganados seguidores de Clinton, a quien votaban más que nada, para
evitar que ganara el empresario… pero sin mayor convicción.
Trump no lo tenía nada fácil, pero sorprendentemente lo ha
conseguido. Tras una campaña explosiva y extenuante, en enero de 2017 se
convertirá en el 45º presidente de los Estados Unidos. Las encuestas
daban la victoria a Hillary Clinton. Era ella quien contaba con el
respaldo empresarial, financiero, mediático, político y académico. Era
ella la candidata del establishment, la protegida de los ex
presidentes. Era ella quien lo tenía todo: experiencia política,
infraestructura y una maquinaria electoral sin precedentes. Era ella
quien llevaba mucho tiempo preparándose para el gran evento.