Está generalmente admitido que en los clásicos encontraremos siempre motivos de inspiración para que —descodificando lo propio de su tiempo— extraigamos lo universal y permanente que permita una fructuosa aplicación en nuestro tiempo. Ha sido un método recurrido el de establecer paralelismos entre los antiguos y nosotros para que, con ese patrón de contraste, intentemos comprendernos un poco mejor. Se dice que “nadie es buen juez en causa propia”, y quizás ese temor nos haya movido a mirarnos en el espejo de una época suficientemente objetivada y estudiada como es el pensamiento y la vida política clásica grecorromana.