En el presente debate sobre la eutanasia estamos oyendo mucho a
los políticos y poco a los médicos. Y sin embargo el proyecto de ley es para
los médicos. Se está legislando para la comunidad médica. En el artículo 1
se comienza diciendo “Está exento de responsabilidad el médico que
actuando de conformidad….le da muerte o la ayuda a darse muerte”. El
cambio que introduce es trascendental. Basta pensar que si una persona
con enfermedad terminal me pide que acabe con su vida, y lo hago, soy un
homicida; pero si lo hace un médico, la ley le asegura que no lo es. En
adelante habrá dos personas distintas ante la ley: los médicos y todos los
demás. Y no serán distintas por razones de raza, de religión o de
orientación sexual, sino por su status moral. El proyecto pretende
cambiar, en el caso del médico, su condición moral. El suicidio asistido no
es sino un homicidio a pedido. El que lo solicita, si reúne las condiciones
que el proyecto determina, tiene derecho a solicitar al médico que cambie
sus convicciones morales para atender su requerimiento. No le pide que
cambie sus opiniones o sus gustos o sus aficiones. Le pide que cambie sus
valores morales, que deje a un lado su identidad personal, por el simple
hecho de padecer una enfermedad terminal y querer poner fin a su vida.