Brasil se enfrenta hoy al dilema de ser
potencia regional o actor global, aunque sea quizás el más fuerte candidato
iberoamericano que probablemente integrará la cúpula económica mundial en el
lejano 2050, según expertos en el BRIC –un acrónimo acuñado hace nueve años por
Jim O’Neill, Director de Goldman Sachs Asset Management y miembro de la
junta directiva del grupo de expertos Bruegel, que se ha convertido en sinónimo
del ascenso de Brasil, Rusia, India y China.
Actualmente estos países, junto a los del G-8, generan la mayor parte del impulso positivo para la economía mundial. China –incluso antes del terremoto– ha superado a Japón como segunda economía del mundo, con una producción aproximadamente igual a la de los otros tres países BRIC juntos. El PIB agregado de los 15 es de alrededor de 11 billones de dólares, lo que significa cerca de 80% del nivel de los Estados Unidos, como ha puesto de relieve el propio O’Neill en un artículo publicado por Jennifer Hughes en el Financial Times en enero de este año 2011.
Para el economista del Goldman Sachs,
es aún más impresionante la demanda interna en los países BRIC. “El valor
colectivo en dólares de los consumidores de los países BRIC es de algo más de 4
billones de dólares. Pero aunque el mercado de consumo estadounidense es de más
del doble de esa cifra, 10.5 billones, la capacidad de consumo de los BRIC
actualmente está creciendo a un ritmo anual de aproximadamente el 15% en
términos de dólares, o sea, casi 600 mil millones de dólares”.
O’Neill también cree que, si se mantiene ese
ritmo, para mediados de esta década los consumidores de los BRIC añadirán otro
billón de dólares a la economía mundial, y para finales del decenio superarán
en valor a los consumidores estadounidenses. “En efecto, en algún momento de
esta década, las economías de los BRIC en conjunto serán tan grandes como la de
los Estados Unidos, y el PIB de China por sí solo alcanzará una magnitud de dos
terceras partes del estadounidense. Los cuatro países generarán al menos la
mitad del crecimiento real del PIB en el mundo y tal vez hasta el 70%. Más allá
de los BRIC, entre los países que probablemente serán los primeros diez contribuyentes
al crecimiento del PIB global están Corea del Sur, México y Turquía.
Del llamado mundo desarrollado, sólo los
Estados Unidos tienen un lugar garantizado en esa lista –y entre los 20
primeros podrían estar Irán, Nigeria, Filipinas y Vietnam”.
El BRIC agrupa el 45 por ciento de la
población mundial. En conjunto, ocupa un territorio 2.75 veces mayor que el de
Estados Unidos y la Unión Europea. Posee ubérrimos recursos naturales; expande
el mercado interno y externo; fortalece el sector público; impulsa la autonomía
militar y nuclear; actúa con independencia y soberanía en la escena
internacional, y gravita geopolíticamente en los países vecinos.
Por esa razón, hace cerca de tres meses O’Neill
decidió –junto a sus colegas del Goldman Sachs– emplear el término “economías
de crecimiento” para tratar estos mercados más dinámicos del mundo, hasta
entonces calificados de “emergentes” (un término acuñado hace 30 años por
Antoine van Agtmael, entonces economista del Banco Mundial y hoy presidente de Emerging
Markets Management, con el objetivo de sustituir términos despreciativos,
como tercer mundo). Según O’Neill, debe considerarse economía de crecimiento
aquella que tiene probabilidades de experimentar un aumento de la productividad
que, junto a factores demográficos favorables, indique que será superior al del
promedio global; y que posee tamaño y profundidad suficientes para permitir que
los inversores no sólo inviertan, sino que se retiren cuando sea adecuado.
Consecuentemente, propone que cualquier economía ajena al llamado mundo desarrollado
que represente al menos el 1% del PIB global debe definirse como economía de
crecimiento. Para él, con esa magnitud, que actualmente es de alrededor de 600
mil millones de dólares, una economía debe ser lo suficientemente grande para permitir
que los inversores y las empresas operen como lo hacen en los países avanzados,
y al mismo tiempo tener probabilidades de crecer más rápido. El resto de las economías
deben seguir definiéndose como mercados emergentes. Hay ocho países que actualmente
cumplen esta definición: los BRIC, Corea del Sur, Indonesia, México y Turquía,
mientras que otros como Arabia Saudita, Irán, Nigeria y Filipinas podrían entrar
en la lista en los próximos 20 años.
O’Neill insiste en que es tiempo de que los
inversores comiencen a utilizar referencias más adecuadas para sus carteras. En
las últimas décadas, los inversores de capital suelen basar sus decisiones en
referencias neutrales determinadas por la capitalización bursátil de compañías
e índices. Sin embargo, O’Neill considera que esto le da mucho más peso a la
economía estadounidense y a sus empresas respecto a los llamados mercados emergentes.
Tanto es así que muy recientemente, la
agencia de calificación Standard & Poor's rebajó el 'rating' de la deuda
estadounidense, pasando de una AAA a AA+ con perspectiva negativa. Como destaca
Pablo Rodríguez Suanzes de El Mundo, es la primera vez en 70 años que Estados
Unidos pierde la máxima calificación. La rebaja se ha producido tras la tensión
vivida en Washington entre demócratas y republicanos por el aumento del techo
de gasto, una polémica que dejó al país al borde de la suspensión de pagos.
El equipo encargado de la deuda soberana hizo
saber a los responsables del Tesoro que el país debe aprobar medidas para
recortar el déficit en cuatro billones de dólares en los próximos diez años,
señalando que consideraría insuficiente una cantidad inferior. La agencia no
descarta nuevas rebajas en los próximos meses si no se adoptan las medidas necesarias.
La deuda estadounidense se sitúa en la
actualidad en más de 14,5 billones de dólares, el 97% del PIB. Una cantidad que
se sitúa por encima de la española (un 60%), pero por debajo de la italiana
(120%), los dos países con más problemas en la eurozona en estos momentos.
Ahora mismo, tal deuda tiene una nota peor que su equivalente en Canadá, Alemania
o Francia, que podría ser la siguiente de la lista.
Sin embargo, este tipo de agencias tienen
cada vez menos influyencia en la decisión de los inversores, según analisis de
Tendências Consultoria Integrada, presentada por Silvio Crespo en O Estado de
S. Paulo. En enero de 2010, um año y cuatro meses después de la caída del banco
Lehman Brothers, se quedó un poco más evidente la diferencia entre lo que las
agencias decían y lo que los inversores hacían. Por ejemplo, la S&P y la
Moody's daban nota A para Grecia y notas B para Brasil, México y Sudáfrica.
Pero, el mercado se daba cuenta que la dificultad del país helénico era mucho más
grande que las de las naciones latinoamericanas y africana. O sea, actualmente,
las personas que compran y venden activos buscan otros mecanismos de valoración
de riesgos que no sólo las agencias. Van de tras de datos de institutos
oficiales y hacen su propia valoración.
Hace mucho, O’Neill ya proponía un enfoque
alternativo para las inversiones: usar una referencia basada en el PIB, pues
para los inversores audaces y agresivos, una referencia que incorpore las
predicciones del PIB a futuro da mucho más peso a los mercados emergentes, en
particular a las economías de crecimiento.
El índice Puntuación del Entorno para el
Crecimiento (llamado GES por sus siglas en inglés: Growth Environment Scores),
que Goldman Sachs calcula cada año para unos 180 países, se utiliza para
observar la productividad y la probabilidad de crecimiento sostenible; va del 0
al 10 y tiene 13 subíndices para el crecimiento en general y la productividad.
Según ejemplifica O’Neill, el GES de Corea del Sur es actualmente del 7.5, frente
al 6.9 de los Estados Unidos.
Para el economista, es adecuado tratar a las
economías pequeñas con GES bajos como mercados emergentes con muchos riesgos.
Aunque pueden crecer significativamente y salir de su situación actual, son
vulnerables a los acontecimientos adversos en países desarrollados –especialmente
los Estados Unidos– y en los mercados financieros de esos países. Los países
que tienen GES bajos deben emprender políticas que les permitan crecer,
sentencia O’Neill. Y en “eso” está Brasil.
Hacia dónde se dirige Brasil
Mientras escribía este artículo, la cúpula
del gobierno brasileño se encontraba en Asia para la ampliación del BRIC con la
entrada formal de Sudáfrica, en presencia de los presidentes de los cinco
países, en la ciudad de Sanya, provincia de Hainan (China).
Entre tanto, para el gobierno brasileño,
Sudáfrica ya se consideraba integrante del BRIC. Además, Brasil, Sudáfrica e
India ya son socios en el Ibas, cuyo objetivo es el desarrollo regional a
partir de proyectos comunes.
El viaje también tuvo como reto ampliar el
mercado brasileño con exportaciones de minería de hierro y acero, por ejemplo,
disminuyendo el impacto chino en la economía nacional. Brasil teme que China
adopte un estilo colonialista y empiece a retirar los minerales del subsuelo
brasileño y embarcarlos para China sin añadir valor. Por eso está estudiando un
marco reglamentario para la minería, como hizo con Petrobrás en relación
a la exploración de sus plataformas.
De acuerdo con el ministro de Relaciones
Exteriores de Brasil, Antonio de Aguiar Patriota, existe un superávit de 5
billones de dólares en favor de Brasil en el comercio con China. Sin embargo,
la minera Marcopolo no logra acceder al mercado chino, y la Embraer estaba
a punto de cerrar –en Harbin, ciudad de aquel país– su unidad de producción del
ERJ-145, un avión de 50 plazas, para el que ya no hay más demanda, según la
periodista y economista brasileña Patricia Campos Mello1. No obstante,
aunque el gobierno chino no haya confirmado todavía la negociación, parece ser
que la fábrica se mantendrá con la producción de otro tipo de avión, con
motores de reacción o jets ejecutivos Legacy, según afirmó –el último 12
de abril– el presidente de Embraer, Frederico Curado. Además, durante la visita
al gigante del Oriente, él también informó que China encomendó 35 aviones
comerciales Embraer 190, con cien asientos y costes de 43 millones de dólares.
Según él, la adaptación de la fábrica para la producción del
Legacy tardará hasta 24 meses y todavía
existe la demanda en China por cerca de 600 jets ejecutivos en los
próximos 10 años. “La China es el mercado más grande del mundo y nadie quiere
salir de allí. Las empresas son conscientes de que necesitan estar presentes en
China. Y ahí entra la estrategia del gobierno; al final, para tratar con un capitalismo
de Estado es necesario hablar de gobierno a gobierno”, reflexiona Patricia Campos.
Otro sector brasileño de batalla económica es
la industria automotriz. Tras llegar al cuarto lugar en la lista de los más
grandes mercados mundiales y al sexto en el ranking de fabricantes, la
industria automotriz de Brasil pierde espacio en favor de India. Un estudio de
la consultora Roland Berger concluye que varios de los nuevos modelos
que serán producidos por fabricantes de automóviles nacionales en los próximos
años serán desarrollados en la India, aunque cuenten con la participación de
técnicos brasileños.
India también puede sacar este año a Brasil
del sexto puesto del mayor productor de vehículos, que mantiene desde 2008. En
2010, la producción brasileña pasó de 2,53 millones a 3,64 millones de
unidades, mientras que la india saltó de 1,63 millón a 3,53 millones. Para
Stephan Keese, director de Roland Berger, Brasil continuará participando
del desarrollo de nuevos coches compactos, pero perderá la oportunidad de liderar
proyectos en el segmento que más crece en el mundo por el alto coste local, que
reduce la competitividad del país. Según Keese, China se consolidará como líder
del sector.
Por otro lado, como bien analiza José Steinsleger,
en términos relativos Brasil es el país mejor posicionado del bloque BRIC. Con
cerca de 200 millones de habitantes, se proyecta en África sudoccidental, donde
la lengua madre le permite moverse con fluidez; está lejos de las guerras
fratricidas de la periferia rusa, de las tensiones de la península coreana y de
la explosiva situación en Pakistán, Nepal y la región de Cachemira. Con su
dilatado espacio, Brasil constituye uno de los esfuerzos colonizadores más
grandiosos del mundo, y hoy se halla tan sólo al comienzo de su desarrollo.
Steinsleger también destaca que México pudo
ser socio del BRIC. Desafortunadamente, sus clases dirigentes se dejaron
estafar por el libre comercio, que nunca existió, y el país quedó enganchado a
la psicosis de una economía imperialista en declive. Brasil, en cambio,
recorrió el camino inverso. De aliado incondicional de Washington, a la defensa
de la soberanía, la integración política subregional y la contención del guerrerismo
yanqui en sus fronteras. El punto conflictivo de la política exterior brasileña
sería su presencia en Haití, donde encabeza los cascos azules de otra entidad política
en declive: las Naciones Unidas. No obstante, respalda a Cuba y Venezuela y, por
encima de las tentaciones hegemonistas en el Mercosur, el diálogo y la
negociaciónpredominan en su agenda.
Luiz Inácio Lula da Silva fue el arquitecto
de la estructuración de Brasil en nuevos escenarios internacionales. Obrero y
líder sindical sin título académico (aprendió a leer a los nueve años), Lula
dictó cátedra, hasta el punto de que el 30 de marzo de 2011 le fue otorgado el
título de doctor honoris causa de la Universidad de Coimbra por su lucha
contra la pobreza.
De acuerdo con los datos del Instituto de
Investigación Económica Aplicada (Ipea) de 2009, el número de pobres (con renta
per capita mensual de hasta 140 reales, o sea, cerca de 60 euros) en
Brasil cayó casi hasta la mitad entre 2003 y 2009, pasando de 30,4 millones a
17 millones. La actual presidente brasileña Dilma Rousseff admite que quizás en
cuatro años no logre disminuir el número hasta llegar a cero, aunque afirma que
Brasil dará un salto todavía más alto que lo visto en los dos mandatos del
expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010). Rousseff asume que el
avance será consecuencia de la herencia positiva recibida de su antecesor.
Como antes se ha dicho, las cifras de Brasil
dicen mucho de su potencialidad. Con sus 8.5 millones de Km², ocupa la mitad de
toda la superficie de América del Sur; su densidad demográfica es baja, con 190
millones de habitantes (España, por ejemplo, tiene 46 millones en un territorio
muchísimo más pequeño: 505.954 Km²); tiene un posicionamiento especial en el
entorno en el que vive y se desarrolla; presenta una situación particular en
relación a los vecinos, que miran con cierto recelo a ese gigante; hace
frontera con todos los demás países de Latinoamérica, con excepción de Chile y Ecuador.
Además –como destaca Malamud– hay dos aspectos importantísimos de su población
en relación al crecimiento acelerado: el hecho de que es mayormente urbana (el
85% viven en ciudades); y su juventud (el 45% tienen menos de 15 años,
solamente el 10% tienen más de 60 años).
El gobierno Lula, en continuidad con el de su
antecesor Fernando Enrique Cardoso, ha dado con las teclas adecuadas: generó
nuevos puestos de trabajo e incorporó a la población inactiva a la vida
laboral. Con ayuda de la ‘bolsa familia’, Lula sacó a muchos brasileños de la
miseria absoluta transformándolos en nuevos consumidores. Así también logró
aumentar la demanda de productos industriales.
Brasil es la segunda democracia más grande
del mundo, seguida por los Estados Unidos; es la segunda economía de América,
también seguida por los Estados Unidos, y la segunda historia de éxito de
Latinoamérica, después de Chile. El 44% de su PIB procede de la industria de
transformación, el 11% de servicios y el 45% de producción primaria.
Los especialistas del Instituto Elcano
apuestan a que un año más América Latina liderará el crecimiento de la economía
mundial, junto a Asia, impulsada por las buenas políticas durante la Gran
Recesión de 2008 y el nuevo boom de commodities, que aunque
lentamente, se están traduciendo en una mejora de los indicadores sociales, sobre
todo en la reducción de la pobreza, y todavía de forma menos perceptible, salvo
algunos casos notables (como Brasil), en el combate contra la desigualdad. Para
ellos, son tales las expectativas económicas y las buenas noticias ya
materializadas que no en vano numerosos analistas, responsables políticos y
académicos han comenzado a hablar de la ‘década de América Latina’. Sin
embargo, aclaran que no conviene todavía echar las campanas al vuelo, ya que
permanecen activas demasiadas incertidumbres que en cualquier momento podrían
torcer el rumbo positivo trazado en los últimos años. Este llamamiento a la
cautela responde al hecho de que las economías de la región se enfrentan a
importantes retos, entre los que destacan cómo gestionar la entrada de grandes
flujos de capital, la apreciación de sus monedas y la creciente inflación; cómo
sacar provecho al aumento del precio de las materias primas, la energía y los
alimentos sin que se produzcan problemas sociales internos; y cómo esquivar la
guerra de divisas, en la que las economías de la región, sobre todo Brasil,
sufren las externalidades negativas del conflicto cambiario entre EE.UU. y
China por la apreciación del yuan. Aunque algunos proyectos gubernamentales –que
en su momento parecían llamados a cumplir un papel relevante en materia de
integración regional de políticas macroeconómicas, monetarias y fiscales, como
el Banco del Sur– no han cuajado, expertos trazan un cuadro macroeconómico
favorable de América Latina y el Caribe. Para ello se basan en los datos del
Fondo Monetario Internacional (FMI) que indican la capacidad de sostener las
respectivas economías con tasas continuadas de crecimiento de una forma
sobresaliente. Según ellos, el FMI ha revisado al alza su previsión de
crecimiento para la región para este año,
situándola en el 4%, tras un crecimiento en 2010 de casi el 6%. El
comportamiento de los países de América del Sur podría ser incluso mejor y tan
sólo serán superados por Asia emergente, que se espera que crezca por encima
del 8%. Además, el acelerón latinoamericano tiene especial mérito si se tiene
en cuenta que el FMI prevé una ralentización del crecimiento en varios países avanzados
debido al agotamiento de los programas de estímulo fiscal, lo que sugiere que
la demanda interna en la región empieza a ganar fuerza.
Descendiendo al plano nacional, llama
especialmente la atención el dinamismo de países grandes, como Brasil y
Argentina, que en 2010 crecieron un 7,5%; México, Chile y Colombia, 5%
respectivamente; y aún más Paraguay, Uruguay y Perú, que superaron el 8%. Sólo
decrecen Venezuela y Haití, el primero por las salidas de capital y los estrangulamientos
derivados de la falta de inversión en su sistema productivo, especialmente
notables en el sector petrolero; y el segundo por las terribles secuelas del terremoto
de principios de 2010. Las perspectivas para México, los países de América Central
y el Caribe son, en general, menos optimistas que las sudamericanas, porque los
datos del crecimiento de esta región se completan con tensiones inflacionistas,
déficits por cuenta corriente crecientes, aunque todavía pequeños –cuya contrapartida son las crecientes
entradas de capitales–, y una reducción
de las tasas de desempleo.
En este contexto económico general, los
analistas hablan de dos Américas Latinas: una al sur y otra al norte. La
primera, encabezada por Brasil y que incluye a Mercosur y a sus vecinos
exportadores de materias primas, tiene ante sí un porvenir que se anticipa más
próspero que la de los países del norte, con México a la cabeza. Pese a ello,
en cada uno de estos bloques también se perciben diferencias nacionales
bastante considerables.
La diferencia entre tales regiones también se
presenta tanto en el modelo de crecimiento como en la estrategia de inserción
internacional. Mientras que México y los países centroamericanos y caribeños
tienen como destino principal de sus exportaciones a EE.UU., son más
dependientes de las remesas y producen bienes industriales que compiten
directamente con los productos asiáticos, los del sur exportan productos primarios
fundamentalmente a Asia, lo que los convierte en economías complementarias de
China y sus vecinos y no en competencia directa.
El estudio del Instituto Elcano también prevé
que el crecimiento económico potencial en EE.UU. tenderá a ser lento –tanto por
el alto endeudamiento y la sobreinversión como por el envejecimiento de su
población– mientras que las economías emergentes asiáticas deberán continuar
creciendo a tasas cercanas a los dos dígitos, al menos durante la próxima
década. Así, los países del sur –tanto los de Mercosur como algunos países andinos,
especialmente los de la cuenca del Pacífico– tienen mejores perspectivas económicas
que México y América Central. Su relación real de intercambio continuará mejorando
por el previsible aumento de precio de las commodities, mientras que la
de los exportadores de ‘maquila’ del norte no hará más que empeorar por la
fuerte competencia asiática, especialmente en el mercado estadounidense.
De todos modos, también existen diferencias
dentro del propio sur, donde no todos los países están aprovechando este boom
exportador para diversificar su estructura productiva, promover industrias
estratégicas o intentar generar un crecimiento cada vez menos dependiente de
las exportaciones de materias primas. Hay una dicotomía en cuanto al modelo de
inserción internacional, que durante décadas le venía impuesto a la región
desde los países avanzados.
Ante este reto encontramos diferentes tipos
de respuestas que condicionan ampliamente las políticas públicas desarrolladas
por los gobiernos. Por un lado, se dan respuestas altamente ideologizadas que
insisten en una presencia decisiva del sector público en el manejo de la
economía y, por el otro, propuestas mucho más pragmáticas que intentan
compatibilizar Estado y mercado en dosis más o menos armónicas.
De una forma u otra, a corto plazo América
Latina tiene que hacer frente a la guerra de divisas y al continuado
crecimiento de los precios de las commodities. Pero los especialistas
advierten que si no se gestionan bien, ambos fenómenos podrían terminar disparando
la inflación, que en algunos países como Argentina y Venezuela podría tener un
crecimiento superior al 20% en este año. Ya cerraron 2010 con tasas superiores
al 25%. Incluso en el caso de los países que están gestionando bien estos
problemas, la apreciación de los tipos de cambio puede poner en riesgo el
crecimiento, la creación de empleo y la redistribución.
Parece ser que el crecimiento mucho más
rápido en América Latina que en los países desarrollados está produciendo
importantes flujos de capital hacia la región. Con eso, el gigante
latinoamericano, sus vecinos y las economías emergentes asiáticas están siendo víctimas
–vía apreciación de sus monedas– del conflicto por los tipos de cambio que tiene
como protagonistas a EE.UU. y China. El país oriental es capaz de evitar que
esos flujos de capital le causen demasiados problemas internos en forma de
inflación porque mantiene fuertes controles de capital y además no permite que
su moneda se aprecie.
Pero dichos flujos se incrementarían si
EE.UU., Japón y el Reino Unido continúan aumentando la liquidez para estimular
sus economías. Por una parte, las entradas de capital están ejerciendo una
fuerte presión al alza sobre sus tipos de cambio, lo que afecta negativamente a
sus exportaciones y puede llevarlos a tener un déficit más grande por cuenta
corriente. Por otra, aceleran la inflación y pueden dar lugar a burbujas en los
mercados de activos que, en caso de un cambio de expectativas y una reversión
de los flujos de capital, pueden originar crisis financieras como las que ya
sufrieron en los años 90.
La reciente catástrofe que ha sufrido Japón
ha empezado ya a mostrar sus efectos negativos, y los conflictos en África
también hacen sentir sus consecuencias. En este contexto, los países están
optando por intervenir directamente para depreciar sus monedas o imponer
controles para limitar las entradas de capital. Brasil, por ejemplo, ha elevado
del 2% al 4% el impuesto sobre las entradas de capital no productivo, mientras que
la mayoría de los bancos centrales está haciendo intervenciones esporádicas
directas en el mercado cambiario. De hecho, el propio FMI, que tan crítico fue
con los controles de capital en las últimas décadas, permite ahora esas
prácticas como medida preventiva contra el recalentamiento de sus economías.
Pero si estos controles se generalizan, se produciría un proceso de
desglobalización financiera con consecuencias negativas para el mundo emergente
a largo plazo. Según los especialistas, el ideal sería una solución coordinada
a nivel internacional para reevaluar el yuan y reducir el déficit por cuenta corriente
estadounidense.
Otro quebradero de cabeza para las
autoridades latinoamericanas es la gestión del nuevo boom de las commodities,
que son una oportunidad con significativos riesgos asociados para los países
exportadores y un grave problema para los países importadores de alimentos y
combustibles, especialmente los más pobres. El nuevo ciclo alcista de precios
recuerda peligrosamente al que la economía mundial experimentó a mediados de
2008. Entonces, el alto precio del petróleo y la crisis alimenticia causaron
estragos.
En los países ricos la inflación se
descontroló. En los países pobres con grandes aglomeraciones urbanas se
produjeron revueltas y saqueos y, según el Banco Mundial, más de 100 millones
de personas cayeron por debajo de la línea de la pobreza. Los grandes
exportadores sudamericanos experimentaron ganancias y una sustancial mejora en
la relación real de intercambio, pero también se produjeron problemas por el aumento
de precios internos, que llevaron al establecimiento de impuestos a la exportación.
El Instituto Elcano destaca tres causas para
la continuidad de la subida de precios. La primera es el fuerte crecimiento en
los países emergentes, que demandan todo tipo de commodities. La segunda
es la enorme laxitud de la política monetaria de los países avanzados, y muy
especialmente de EE.UU., que parece haber alimentado la especulación en estos
mercados; es decir, ha llevado a un aumento de las actuaciones de inversores
que utilizan los mercados de petróleo, materias primas y alimentos como un activo
más. En tercer lugar, el propio aumento del precio del petróleo, que supone un incremento
de costes para la producción de las materias primas y los alimentos vía costes
de transporte y fertilizantes. A estos tres motivos se añade, en el caso de los
alimentos, las malas cosechas en algunos países exportadores, sobre todo en los
de la antigua Unión Soviética, que han reducido la oferta en un momento de
creciente demanda.
En este contexto, se advierte que los países
exportadores de América Latina tendrían que evitar que continúe la apreciación
de sus monedas, pues podría reducir la competitividad de sus exportaciones, así
como hacer lo posible por mitigar la inflación sobre todo en productos básicos,
como alimentos y energía, que también reduce su competitividad y puede generar
problemas sociales. Para ello tendrán que continuar utilizando los controles de
capital, y sería deseable que llevaran a cabo una política fiscal, algo que
Brasil ya ha anunciado.
Otra alternativa sería utilizar el modelo
chileno: crear un fondo con los ingresos extraordinarios provenientes de las
exportaciones para utilizarlo cuando el actual ciclo de crecimiento de los
precios termine. Esto no será sencillo políticamente, porque las demandas de
gasto social en la región son enormes. Sin embargo, dado que la mayoría de los
países está creciendo a gran velocidad y ya se vislumbran ciertos riesgos de recalentamiento
de sus economías, es posible que las autoridades, que en la mayoría de los
países tienen una elevada legitimidad, puedan explicar a la ciudadanía la
necesidad de esta nueva estrategia. Por último, en los casos en los que se
produzcan problemas sociales por la subida del precio de los alimentos y de la
energía, como en el reciente caso de Bolivia, habrá que utilizar los superávit
fiscales acumulados para apoyar a la población.
En algunos casos, la inflación y el aumento
en los precios de los productos básicos de consumo están generando protestas
importantes que provocan bajadas en los porcentajes de aprobación y popularidad
de los presidentes regionales. Además, otro tema presente en la agenda política
y electoral de la mayor parte de los países de la región es la seguridad
ciudadana. Los altos niveles de violencia, asociados en numerosas ocasiones al
narcotráfico y a su combate, preocupan cada vez más a la población.
Pero si el clima de bonanza económica
respaldado por la buena marcha de las exportaciones tradicionales se mantiene
en los próximos años, se cree que los recursos continuarán llegando a las arcas
gubernamentales y los diferentes gobiernos de la región podrán proseguir con
las políticas públicas implementadas, a no ser que las consecuencias no
deseadas de la guerra de divisas y la mala gestión del boom de las commodities
ensombrezcan el panorama. Desde esta perspectiva, se puede hablar de un corrimiento
hacia el centro de la actividad política en los diferentes países. Si en la primera
mitad de la primera década del siglo XXI se habló con insistencia del llamado ‘giro
a la izquierda’, en los últimos dos o tres años hemos visto como las opciones
más moderadas ganaban terreno en las elecciones celebradas.
Referencias:
Campos
Mello, Patricia (2011), “China
e Brasil, quem com ferro fere…”, Folha de S. Paulo, 25 de febrero (Patricia
Campos Mello es licenciada en Economía y Periodismo por la New York University,
autora de los libros O Mundo Tem Medo da China (Mostarda, 2005) e Índia
-da Miséria à Potência (Planeta, 2008), y reportera especial del Grupo
Folha de S. Paulo. Fue corresponsal del Grupo O Estado de S. Paulo en Washington
cuatro años, donde cubrió la elección del presidente Barack Obama, la crisis financiera
y la guerra de Afganistán, acompañando las tropas americanas.);
Dualibi,
Julia y Portela, Marcelo (2011), “Dilma
põe em dúvida, pela 1ª vez, meta de erradicar pobreza em quatro anos”, O
Estado de S.Paulo, 28 de marzo; Fellet, João (2011), “Popularidade do
Brasil é a que mais cresce em pesquisa global”, BBC Brasil, São Paulo, 7
de marzo;
Hughes, Jennifer (2011), “‘BRIC’
Creator Adds Newcomers to List”, Financial Times, 16 de enero, en http://www.ft.com/cms/s/0/f717c8e8-21be-11e0-9e3b-00144feab49a.html#axzz1IG5M5dBJ;
Malamud,
Carlos y Steinberg, Federico (2011), América Latina: perspectivas económicas y políticas para 2011,
Estudio del Real Instituto Elcano, ARI 42/2011, 24 de febrero, en http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/america+latina/ari42-2011;
Silva,
Cleide (2011), “Brasil perde projetos automotivos para
Índia”, O Estado de S. Paulo, 27 de marzo;
Silva,
Luiz Inácio Lula da (2011), “Discurso
en la empresa coreana LG en Brasil”, 3 de marzo; Steinsleger, José (2010), “Brasil:
la hora de Dilma”, La Jornada, México, 29 de septiembre;
Rodríguez
Suanzes, Pablo (2011), “La
agencia de calificación Standard & Poors rebaja el rating de EE.UU.,
www.elmundo.es, página consultada el 23/08/2011;
Guedes
Crespo, Sílvio (2011), “Mercado
se descola de agências de classificação de risco”, en Economia & Negócios, www.estadao.com.br, página consultada el 23/08/2011.
*Inês
Migliaccio es
brasileña, periodista especializada en Política y Economía; miembro del Consejo
de la Sociedade Artemoda de Estilo e Cultura; doctoranda en
Antropología, bajo la dirección del Prof. Doctor Rafael Alvira, en el Instituto
de Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra.
Graduada por la Faculdade de Comunicação
Social Cásper Líbero (1985) y maestra en Periodismo Científico por la Universidade
Metodista de Ensino Superior (1989), también se especializó en el Máster
para Editores (1998); Máster en Periodismo Económico (2009) de la Universidad
de Navarra en Brasil; el Program Management Development del IESE Business
School (2004) y el Máster en Gobierno y Cultura de las Organizaciones del
Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra (2010).
De 1997 a 2006 trabajó en la Coordinación de
Reportaje y Editorial Político-Económico del Grupo O Estado de S. Paulo,
donde también integró la Gerencia de Marketing y Comunicación, realizando el
programa “Gestión y Carreras”, con entidades de excelencia en la enseñanza de
gestión y finanzas de su país.
De 2004 hasta 2009 fue Directora
Institucional de la Sociedade Artemoda de Estilo e Cultura, entidad sin
fines lucrativos, que tiene como objeto social la valoración de la dignidad
humana, mediante el desarrollo de actividades que promueven la ética y la estética,
en los campos de la moda, del design y de la cultura, generando
beneficios para una economía creativa. Bajo su dirección, se han organizado
cursos y eventos para más de siete mil personas. Entre ellos, el Programa de
Gestión de la Moda, en cooperación con el IESE, con el apoyo del ISEM
Fashion Business School.
El año 2007 asumió una tarea de carácter
excepcional: la dirección general de Asesoría de Prensa de la Visita del
Papa Benedicto XVI a Brasil, por invitación de la Archidiócesis de São
Paulo. Sus estudios filosófico-teológicos aprendidos de 1989 a 1992, en el Instituto
Villa delle Rose, hoy integrado a la Pontificia Università della Santa
Croce, en Italia, le fueron muy útiles para la función. Además, desde
entonces, estos conocimientos le han servido hasta la actualidad, para impartir
clases de filosofía y teología a estudiantes universitarios de distintas
carreras.
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