Dante y Maquiavelo
Como es notorio, durante este año 2021 estamos celebrando el VII Centenario de la muerte de Dante Alighieri, y en consecuencia se están haciendo nuevas ediciones, exégesis y lecturas de su obra más conocida, La Comedia, que el uso rebautizó Divina Comedia. Ahora también se celebrarán los 500 años de la primera edición de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. Ambos autores eran florentinos; ambos actuaron en la política de su ciudad y sufrieron duras y malas consecuencias; ambos poseían una similar y vasta cultura que abarcaba desde la Sagrada Escritura y los clásicos grecorromanos hasta lo más actual de sus contemporáneos. Aunque en el Dante era aún más asombrosa en lo filosófico, teológico y científico; demuestra dominar lo mejor de la ciencia que le es inmediatamente anterior, como toda la opera omnia de Tomás de Aquino. Maquiavelo, por su parte, conoce, admira y tiene como punto de referencia a Jenofonte, recurriendo frecuentemente a la Ciropedia. Conoce bien las actividades culturales y políticas del Círculo de Escipión, y en su Primera década de Tito Livio –para importantes especialistas su mejor libro- nos ofrece un gran dominio de la historiografía romana.
Desde mi primera intervención, ya hace años en estas jornadas, respondiendo a las amables y estimulantes invitaciones de los profesores José Luis Lucas y Antonio García de Castro, entendí que desde mi posición de total incompetencia sobre Política de Empresa, mi modesta aportación debería discurrir desde la perspectiva que podría darme la dedicación a la Filosofía política en la sub-especialidad de Filosofía y teoría del gobierno, y a intentar ofrecer a los profesores de Política de Empresa algo de la riqueza del humanismo cultural clásico que podría ampliar el marco conceptual de su docencia. En vuestro importante magisterio empresarial los conocimientos culturales seguramente pueden ser una ayuda, y por ello atisbo puede tener alguna utilidad aquí la tesis de esta ponencia: demostrar a través de la obra de estos dos egregios autores –resaltados en nuestros días por sendas efemérides- cómo una misma cultura y formación puede ser utilizada con fines distintos, divergentes e incluso opuestos. Dante murió en 1321 con 56 años; Maquiavelo en 1527 con 58: les separan dos siglos, pero la comparación es válida porque sus contextos eran aún similares.
DANTE ALIGHIERI
Dante en realidad es la forma abreviada de su verdadero nombre –Durante Alighiero- nace en Florencia en 1265 y se forma por ende en el marco de la célebre cultura Duecentesca, y comienza su vida literaria dentro del Stilnovismo. Aquí ahora sólo nos interesa saber que en su juventud, transcurrida casi exclusivamente en Florencia, se dedica al estudio de la Gramática y la Filosofía, completados después por la Retórica. Soldado entre los feritori a caballo, tomó parte en la batalla de Campaldino en 1289.
En su temprana Vida Nueva ya comienza a referirse a Beatriz –seguramente un personaje real del que estuvo enamorado- como la segura guía hacia Dios. Al salir de una crisis, no se sabe si filosófica o amorosa, decide implicarse en la vida política de Florencia militando en el partido blanco de los Güelfos. Perteneció entonces al Consejo de los Ciento, y de los Priores; se opone a la política del papa Bonifacio VIII y es enviado a Roma como embajador a negociar con él. En el entretiempo toma el poder en su ciudad el partido de los güelfos negros. Iniciando su regreso se encuentra con la acusación de malversación, no se presenta para exculparse y entonces se lo condena al exilio. Así comienza la etapa dolorosa de su vida, ya que ni los blancos ni los gibelinos logran retomar el poder en Florencia.
El exilio y apartamiento de la política le facilita volver a sus estudios favoritos y al placer poético de su juventud. Escribe un tratado sobre la lengua, De Vulgari Eloquentia (1304-1307, circa) y en los mismos años, una amplia enciclopedia del saber: Convivio. Asimismo, al mismo tiempo un tratado de doctrina política, Monarchia, propugnando su sueño de una monarquía universal. Es muy probable que hacia 1309 comenzará a componer la Divina Comedia, a la que se dedicará hasta su muerte. El poeta vivirá entre Ravena y Verona aunque siempre añoró volver a su patria, pero no pudo aceptar las humillantes condiciones que querían imponerle, además, le cayó una nueva condena, esta vez de muerte junto a sus hijos. De vuelta de un viaje a Venecia parece ser que le atacó la malaria, y así murió en Rávena entre el 13 y 14 de septiembre de 1231. Allí sigue sepultado por más que en la posterior glorificación su patria le edificó un mausoleo, que sigue vacío por la negativa de devolver sus restos, interpretando Rávena esto como venganza post mortem por el maltrato recibido.
La Divina Comedia
La Comedia, como la denominó su autor, ocupó los últimos quince años de su vida. Además de la complejidad del tema tratado, es un formidable empeño de carácter científico, filosófico, teológico, histórico y filológico. Se suele afirmar que en esta obra nace el idioma italiano: aúna el lenguaje vulgar toscano junto a otras variables regionales, el culto del latín, y expresiones acuñadas por él ex novo, en una lograda síntesis que da lugar a lo mejor de la actual lengua italiana. La cultura universal en contextos muy dispares ha entonado infinidad de veces los versos del Canto Primero tan conocidos:
A mitad del camino de la vida,
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado…
En estos días se están leyendo públicamente en distintos lugares del mundo, también se acaba de hacer en España con la asistencia y participación de varios ministros del actual gobierno, pero curiosamente sólo se leen estrofas del Infierno, porque como apuntan especialistas sagaces, no se hace porque son el principio del libro, sino porque la belleza y la esperanza que suscita el Paraíso sólo puede comprenderse desde un enfoque de la vida abierto a lo trascendente; en cambio el Infierno es más entendible y compartible para la sub cultura dominante.
El bien que desde hace siete siglos ha hecho en las mentes y en las almas la lectura de esta obra en infinidad de personas, como ha quedado documentado también en la vida de grandes artistas y aún de santos canonizados, ha llevado a que con motivo de este centenario incluso se ha propuesto la Beatificación de Alighieri porque “por sus frutos los conoceréis”, y el fruto es incuestionable. Sea como sea, muy pocas veces una obra tan aplaudida y valorada por los grandes expertos en Literatura –sean de la creencia o tendencia que sean- a la vez del goce estético produce tantas ilusiones de llevar una vida de virtud y de santidad. La oceánica cultura del Dante se encaminó hacia una finalidad que tiende a lo más alto, a lo más noble, a lo más perfecto, a lo mejor. A salir de sí mismo y abrirse a la Eternidad y el Amor a Dios y a los demás.
NICOLÁS MAQUIAVELO
Niccoló di Bernardo dei Macchiavelli, nació también en Florencia, un 3 de mayo de 1469, perteneciente por tanto de modo pleno a la cultura y el espíritu renacentista. Diplomático, funcionario, filósofo político y escritor, muchos lo consideran el fundador de la ciencia política moderna. El libro del que aquí tratamos –El Príncipe- lo escribió estando en prisión en 1513, circularon varias copias, pero fue finalmente editado de modo público y póstumo en Roma en 1531.
Su juventud coincidió con la etapa de esplendor de Florencia bajo Lorenzo de Médici. Se integró al servicio público de su ciudad en 1498, el mismo año de la caída de Savonarola. La República libre en la que se desempeña durará hasta 1512, año en que vuelven los Médici al poder y Maquiavelo pierde su puesto. Durante este período hasta 1527, en el que aquellos vuelven a caer, se dedica a la actividad literaria y adquiere aquí su mayor influencia.
Así como parece adecuado llamar dantescas a situaciones que nos recuerdan escenas descritas por Dante, sin embargo, en ocasiones he pensado que Maquiavelo no era maquiavélico, a pesar del estereotipo en el que lo han situado. Pero como todo gran autor tiene muchas obras que pueden ser interpretadas de modo variable, y él mismo –según los más autorizados dictámenes- toma posiciones distintas y por tanto, en ocasiones es maquiavélico y en otras no. Desde su tiempo hasta nosotros han pasado cinco siglos en los que la filosofía y la ciencia política han ido experimentando muchas modulaciones y variaciones, y El Príncipe ha sido objeto de las más variadas y, a veces, opuestas interpretaciones. Por eso, pienso que puede resultar de mayor interés para nuestro propósito referirnos a cómo se lo entendió en su tiempo.
Formo parte de un grupo de investigación multidisciplinar, compuesto por profesores de numerosas universidades españolas y extranjeras, más investigadores del CSIC, con centro en la UNED, denominado GEMYR (Grupo de Investigación Medieval y Renacentista) donde procuramos realizar traducciones y ediciones críticas de obras inéditas en nuestro idioma que se consideran que son o han sido de especial importancia en la pedagogía de esos períodos históricos. Dentro de ese Grupo mi responsabilidad recae sobre la pedagogía política. Llevamos 16 volúmenes publicados conjuntamente por la BAC y la UNED.
El próximo volumen será sobre un autor inglés del siglo XVI especialmente crítico con Nicolás Maquiavelo. Por su proximidad en el tiempo de la publicación de El Príncipe, y simultáneamente por su sintonía con Dante Alighieri, estimo que puede servirnos como patrón de contraste para este breve estudio. Se trata de Thomas Fitzherbert, de noble familia inglesa, nacido en 1552, formado en Oxford, y que más tarde tomó los hábitos como jesuita. Se resistió heroicamente a la presión de su clase social para rendirse ante el Anglicanismo. Escribió un tratado donde aborda, según él, las contradicciones entre el florentino en su obra más famosa y la doctrina iusnaturalista: An sit utilitas in scelere vel de infelicitate principis macchiavelliani: contra Macchiavellum et políticos eius sectatores. Esta obra escrita en 1610 en latín renacentista se encuentra en fase de publicación por primera vez al castellano. Su título abreviado, por el que es más conocida, aunque hasta ahora solamente por especialistas es An sit utilitas in scelere. Podría traducirse como ¿Si tiene alguna utilidad el mal? Aunque la traducción de scelere es problemática: podría ser mal, torvo, maldad, crimen…
Juicio de Fitzherbert sobre El Príncipe
Il Principe y la Paz de Augsburgo son para este autor las grandes derrotas morales de Europa, un auténtico terremoto cultural, una ruptura con la tradición y una metanoia que sumían a Europa en un secularismo antropocéntrico e inmanente de incalculables consecuencias. Esta convulsión no podía menos que afectar e interpelar vivamente a un hombre como Thomas Fitzherbert. Trabaja y se desvive por el regreso de su amada Inglaterra a la comunión con Roma y al sentido natural del derecho. An sit utilitas in scelere es buena prueba de ello.
En esta obra muestra con radical fuerza cómo el imperio de la virtus engrandece al político y a la vida política –hoy tan denostados a falta de referentes o falsos supuestos–. Dios y la naturaleza dotan al hombre de la virtus, quien la posee como cualidad dinámica, en la medida en que la cultiva. La dignidad como persona se hace especialmente visible en el gobernante cuando ejerce su labor de gobierno guiado por el instinto de la virtus, que en su caso se identifica con su officium: la felicitas de la res publica y de su protagonista, el hombre. En última instancia, el gobernante no está sólo, a diferencia del príncipe-tirano. Cuenta con un garante externo, el mismo que le ha entregado la naturaleza que le identifica, las leyes de vida y las más altas prerrogativas éticas para llevar a la sociedad y a sus ciudadanos a la felicitas. Los antiguos, unos, lo llamaron deidad; otros, Dios. Hoy reciben los mismos nombres.
En aras de la brevedad y como documento del modo en que este autor analiza y critica el escrito de Maquiavelo, se adjunta como anexo la traducción sobre el texto original de sus críticas, realizado por la traductora y comentadora crítica de esta obra –Lía Viguria Guerendian, perteneciente a nuestro grupo de investigación- en su tesis doctoral: “AN SIT UTILITAS IN SCELERE, 1610, DE THOMAS FITZHERBERT UNA APORTACIÓN DE LA PEDAGOGÍA POLÍTICA INGLESA A LA REFORMA CATÓLICA” (vid. Infra).
Conclusión:
Aristóteles decía que todos los hombres somos naturalmente filósofos, porque no podemos evitar reflexionar sobre nuestra vida y el entorno sobre el que vivimos. La cultura es un humus sobre el que vivimos todos, y ese humus puede ser visto e interpretado de modo distinto por cada uno. Hegel no se equivoca cuando pide que se reflexione sobre la propia cultura. Esa reflexión es necesaria para intentar interpretarla y utilizarla correctamente, pues como hemos intentado demostrar ese formidable instrumento puede serlo de modo diverso y quizás incorrecto. En este momento no puedo evitar recordar nuestros gratos, pero a la vez apasionados debates, con Luisma Calleja sobre el modo de interpretar y aplicar correctamente algunos pensamientos aristotélicos a la Política de Empresa. Disciplina que –en mi limitado entender- puede enriquecerse mucho con un buen caudal de conocimientos históricos y humanísticos si son enfocados e integrados adecuadamente.
Ricardo Rovira, Madrid 15 de octubre de 2021
Ponencia presentada en el
XXIII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PROFESORES DE POLÍTICA DE EMPRESA
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