Martín de Loyola, Clara Coya, Ana de Loyola y Juan Enriquez de Borja |
Cada 12 de octubre, revive la
polémica: la Conquista de América, ¿fue un genocidio? A continuación,
intentaremos arrojar algo de luz sobre este polémico tema.
El 3 de agosto 1492, Cristóbal Colón
partió del Puerto de Palos de la Frontera, en busca de una ruta que,
navegando hacia Occidente, le permitiera alcanzar, las costas de Asia.
Por el camino, se topó con “las Indias”. Y por esa razón, algunos hoy lo
acusan de «genocida».
Descubrimiento y primeros años
Tras el descubrimiento, el Papa concedió a
los Reyes Católicos el derecho de usufructo del nuevo territorio, con
la condición de que se hicieran cargo de la evangelización. El
descubrimiento fue un «choque de civilizaciones». Pero la Conquista, más
que un «choque», fue un «encuentro» sin precedentes entre dos mundos
completamente distintos, para el que ni unos ni otros estaban
preparados. La historia de la Conquista, es la historia del empeño de
dos pueblos por fusionarse y convivir. Un camino trazado a fuerza de
prueba y error donde la conquista por seducción, terminó primando sobre
la conquista por sometimiento. De otra manera no se explica la
Iberoamérica cristiana.
A su llegada, los españoles encontraron
un territorio inmenso, poblado por cientos de culturas primitivas. Los
caciques, con frecuencia eran polígamos, y los sacrificios humanos y la
antropofagia, eran moneda corriente en muchos pueblos. Los testimonios
de los primeros misioneros, denotan una gran compasión y amor por estas
gentes, a las que veían a convertir a la Santa Fe católica.
En el transcurso de los años, se
produjeron muchos abusos e injusticias contra los indios, que fueron
sistemáticamente denunciados por los misioneros, que eran la conciencia
de la Corona en las Indias. Ni los Reyes Católicos, ni sus sucesores,
tuvieron jamás la intención de esclavizar a los nativos: desde el primer
momento, los consideraron como súbditos libres, que debían ser tratados
igual que los de Castilla. Así lo expresa la Reina Isabel en su
testamento, el 12 de octubre de 1504: “No consientan ni den lugar a
que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme,
ganadas y por ganar, reciban agravio alguno de sus personas y bienes,
más manden que sean bien y justamente tratadas. Y si algún agravio han
recibido, lo remedien y provean.”
Fray Antonio de Montesinos
La reina –y luego los misioneros-, era
consciente de que la violencia es un obstáculo para la evangelización.
Por eso, en 1511, Fray Antonio de Montesinos, misionero dominico,
criticó de forma implacable los abusos cometidos contra los indígenas, y
estableció cinco principios para la convivencia: que las leyes
religiosas debían primar sobre las leyes estatales y privadas; que para
Dios no hay diferencias raciales; que la esclavitud y la servidumbre son
ilícitas; que se debía restituir a los indios su libertad y sus bienes;
y que para convertir a los indios había que dar buen ejemplo.
Prácticamente lo mismo que decía la Reina Isabel. Los encomenderos
reaccionaron, pero el Rey Fernando, tras escuchar las dos campanas,
convocó a una junta en Burgos. De allí salieron en 1513, las primeras “Leyes de Indias”.
Entre cientos de culturas primitivas, algunas cuadraban bastante con el mito roussoniano del «buen salvaje»;
pero otras, tenían hábitos realmente salvajes. Por ejemplo, los
aztecas, que pese a ser una de las culturas más avanzadas y a tener
grandes virtudes humanas, mantenían esclavizados a más de 370 pueblos a
los que obligaban a “aportar” hombres, mujeres y niños para sus
sacrificios rituales. Los aztecas creían que para que el Sol no perdiera
fuerza, debían alimentarlo a diario con víctimas humanas. En tiempos de
sequía, sacrificaban niños, en la creencia de que sus lágrimas atraían
la lluvia. En lo alto de las pirámides, los sacerdotes arrancaban los
corazones de las víctimas y se los comían, mientras tiraban los cuerpos
escaleras abajo para ser comidos por nobles y soldados. Cada año,
sacrificaban unos 250.000 esclavos en estos ritos.
Por eso, cuando llegaron los españoles,
los pueblos oprimidos los consideraron libertadores: cuando Hernán
Cortés llegó a México –poblado por decenas de miles de aztecas-, iba
acompañado de 400 soldados, doce caballos y siete cañones. Por eso se
puede decir que la fuerza más importante de la Conquista de México,
fueron los propios indígenas.
Fray Bartolomé de las Casas
Si hoy se habla de «genocidio», es gracias a la leyenda creada por los enemigos de España, a partir de la difusión de la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” de
Fray Bartolomé de las Casas, con ilustraciones de Théodore de Bry
-quién jamás pisó las Indias-. El texto parte de un hecho cierto –que
hubo abusos-, pero contiene enormes exageraciones y falsedades por
doquier.
Las Casas llegó a las Indias en 1502. Fue
encomendero y en 1507 volvió a Europa. Se ordenó sacerdote en Roma y
regreso a sus encomiendas, hasta que en 1514, renunció para defender a
los indios de los abusos de sus antiguos colegas. Con este fin, promovió
el tráfico de esclavos, pues creía que los negros africanos, no tenían
alma. España siempre rechazó la esclavitud en sus dominios, pero
Inglaterra y Portugal vieron en el tráfico de esclavos, un excelente
negocio: por eso en los territorios que ellos ocuparon, hay más
descendientes de africanos que en los países de origen hispano.
Las Casas, influyó en la publicación, en 1542, de las “Leyes Nuevas”
de Indias, que mejoraron la protección de los nativos americanos. Sin
embargo, del contraste de sus textos con los documentos y testimonios de
sus contemporáneos, se deduce que exageró las cifras y los hechos de
forma extraordinaria, con el único fin de ser escuchado. Y lo logró,
porque gracias a su insistencia, el emperador Carlos V convocó en
Valladolid en 1550, a los más prestigiosos letrados, juristas y teólogos
del momento para analizar la licitud moral de la Conquista, un hecho
sin parangón en la historia de la Humanidad: si se demostraba que el
dominio sobre América, era moralmente ilícito, Carlos V renunciaría al
mismo.
En la “Junta de Valladolid” se
enfrentaron Ginés de Sepúlveda con Bartolomé de las Casas. El resultado
fue un empate. Quienes triunfaron, fueron las ideas de Francisco de
Vitoria, fallecido en 1546. El dominico creía que la conquista era
lícita por lo que hoy llamaríamos la “injerencia humanitaria”: “a
todos mandó Dios el cuidado de su prójimo, y prójimos son todos
aquellos: luego, cualquiera puede defenderles de semejante tiranía u
opresión.” Vitoria se refería a la tiranía de los antiguos caciques, a los sacrificios humanos y a la antropofagia.
Entonces… ¿hubo o no genocidio?
Es cierto que tras el descubrimiento de
América algunos pueblos indígenas fueron diezmados. Algunas poblaciones
se redujeron a la mitad, otras al 25% y algunas casi desaparecieron.
Pero «genocidio» significa “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Y en las Indias, nada de eso no ocurrió.
¿Por qué? Porque la principal causa de la
desaparición de los indígenas americanos, fueron las enfermedades, para
las cuales los nativos, carecían de anticuerpos. La intención de matar,
cuando la hubo, se llevó a muy pocos en comparación con los millones
que se llevaron virus y bacterias.
¿Cómo hablar, además, de genocidio,
cuando los indígenas prefirieron vivir libres bajo el dominio español,
que esclavos bajo el gobierno de sus antiguos amos? ¿Cómo desconocer que
gracias a la llegada de los españoles, se terminaron las guerras entre
pueblos nativos, la poligamia, los sacrificios humanos y la
antropofagia? ¿Cómo olvidar que de la mano de los misioneros, llegaron a
América la fe católica, los hospitales, las escuelas, las universidades
y las bibliotecas? ¿Cómo hablar de genocidio, cuando Iberoamérica es el
resultado de un mestizaje biológico y cultural único en la Historia
humana?
Una reflexión final
¿Por qué los reyes escucharon las
denuncias de unos pobres frailes? ¿Cómo se explican las Leyes de Indias?
¿Y la Controversia de Valladolid? ¿Por qué la Reina Isabel consideraba a
los indios tan súbditos de la Corona como a cualquier otro español? A
nuestro juicio, la explicación es que en aquella época, el poder
temporal estaba atento a lo que decía el poder espiritual. En otras
palabras, la Iglesia Católica era el referente moral de los estados
católicos. Los reyes sabían que si sus decisiones de carácter temporal,
afectaban al orden natural, habría para ellos consecuencias de orden
espiritual. El Imperio Español no era una teocracia, donde el poder
espiritual se confundía con el poder temporal, ni un estado ateo y
laicista, carente de referentes morales externos. Era un estado que
aceptaba la autocrítica y estaba abierto al debate de ideas. Pero al
mismo tiempo, era consciente de que por encima suyo, estaba Dios. Y por
eso podemos afirmar que el Imperio Español, con sus aciertos y sus
errores, procuró obrar como Dios manda.
Álvaro Fernández Texeira Nunes
Publicado en Entre Todos - Quincenario de la Arquidiócesis de Montevideo – Nº 458 – 28/09/2019
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