I. Dudas y leyendas
Es importante procurar aclarar las dudas
y leyendas que circulan con respecto a la figura de San Martín, pues la
historia no puede limitarse al relato de los hechos pasados, sino que
debe investigar la causa de los hechos, y esclarecer, en la medida de lo
posible, los acontecimientos que se prestan a la confusión.
1) ¿Cómo puede considerarse a San Martín “padre de la Patria”, si vivió la mayor parte de su vida fuera de la patria?
Es cierto que San Martín vivió en tierra
americana sólo 18 años en total, de sus 72 años de vida; 6 años en la
niñez, y 12 años en su campaña libertadora. Lo que ocurre es que hasta
1816 no existía la Argentina, y aún hasta 1852 no existió,
estrictamente, el Estado Argentino unificado, y recordemos que San
Martín fallece en 1850.
San Martín nació en el Virreinato del
Río de la Plata, que era una provincia perteneciente a la Corona de
Castilla, a su vez, integrante del Imperio Español. Por lo tanto, la
patria originaria de San Martín era el Imperio Español, que luego se
desagrega en varios Estados independientes, uno de los cuales fue el de
las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Por otra parte, queda constancia escrita
de que el deseo de nuestro héroe, al finalizar su vida pública, era
vivir en la chacra que había adquirido en Mendoza. Se vio obligado a
viajar a Europa por la situación política imperante en 1824, en que el
gobierno porteño, dirigido por Rivadavia, lo consideraba un elemento
peligroso, y hasta corría peligro su vida. Tal como luego le ocurriría a
otros patriotas, debió vivir sus últimos años en el exilio.
2) ¿Por qué volvió San Martín al Río de la Plata, en 1812?
Sobre este punto, se han emitido varias opiniones que debemos analizar, sucesivamente:
2.1. Porque era un agente inglés
Quien primero lanzó esta tesis fue nada menos que Alberdi, en su libro “El crimen de la guerra”
“En 1812, dos años después que estalló
la revolución de Mayo de 1810, en el Río de la Plata, San Martín siguió
la idea que le inspiró, no su amor al suelo de su origen, sino el
consejo de un general inglés, de los que deseaban la emancipación de
Sud-américa para las necesidades del comercio británico” (p. 213).
Afirmación gravísima, de la que no ofrece ninguna prueba.
Hace pocos años, un libro de Sejean “San Martín y la tercera invasión inglesa”, afirma:
“...hubo una tercera invasión inglesa y
que triunfó. Y que triunfó de la mano de San Martín”. Tampoco en este
caso se ofrecen pruebas, sino una serie de datos inconexos sin rigor
académico.
En cierto modo, esta tesis se deriva de
la leyenda, iniciada por Mitre, de la salida furtiva de San Martín desde
España. La verdad, es que el propio Consejo de Regencia, el 5-9-1811,
le concedió el retiro del servicio, que había solicitado, conservando el
fuero militar y derecho al uso de uniforme.
Es cierto que utilizó para salir de
España una visa inglesa; eso se explica pues Cádiz era un istmo, cercado
en tierra por el Ejército napoleónico, y bloqueado en el mar por la
escuadra inglesa. La única vía de salida era la visa del consulado
inglés en Cádiz; su amigo Duff le consiguió pasaje en un bergantín
inglés, hasta Lisboa, pero no le aceptó el dinero que le ofreció para no
quedar obligado.
Si no bastaran estas precisiones,
recordemos que Manuel Castilla, que era el agente inglés en Buenos
Aires, le escribió al Cónsul Staples, el 13-8-1812, con motivo del
arribo de la fragata Canning, en la que viajó San Martín desde Londres:
“Esta también un coronel San Martín...de
quien... no tengo la menor duda está al servicio pago de Francia y es
un enemigo de los intereses británicos”.
No resulta creíble que, si era el
Libertador un agente inglés, no se le hubiese comunicado tal situación
al representante en Buenos Aires.
2.2. Por sentir nostalgia o el llamado de la tierra
Esto lo dice Mitre: “se decidió a
regresar a la lejana patria a la que siempre amó como a la verdadera
madre, para ofrecerle su espada y consagrarle la vida”.
El argumento es poco serio, si
recordamos que sólo había vivido 6 años en estas tierras (5 en Yapeyú y 1
en Buenos Aires). Toda su formación, escolar y militar, la recibió en
España, donde había vivido hasta entonces 28 años. Varias veces mencionó
con orgullo los veinte años de honrados servicios que cumplió en el
ejército español; sería insólito que recién a los 34 años de edad
sintiera ese llamado de la tierra.
2.3. Porque era un mestizo
Una nueva interpretación del llamado de
la tierra -ésta más creíble, si fuese cierta- la difundió García
Hamilton, apoyando lo afirmado por Chumbita en “El secreto de Yapeyú”,
que considera que hay otra explicación para este enigma. San Martín
sería mestizo “y sufría en carne propia la injusticia del sistema
colonial. Se alzó, desafiando al mundo de su padre. Transformó su
humillación en rebeldía política” (Clarín, 16-7-01).
La tesis de Chumbita, que fue rechazada
por un Congreso Sanmartiniano, en Agosto de 2000, sostiene que San
Martín fue hijo de don Diego de Alvear -padre de Carlos de Alvear- y de
Rosa Guarú, una india guaraní. El Capitán Juan de San Martín, para
evitar el escándalo de su camarada, habría anotado como hijo suyo a
José.
Es cierto que don Diego de Alvear anduvo
por Yapeyú, en su condición de marino, integrando una comisión de
límites, que debía demarcar las posesiones portuguesas y españolas. Sin
embargo, en la Historia de don Diego de Alvear, escrita por su hija
Sabina, consta que don Diego estuvo en Yapeyú en 1783, cuando José tenía
ya 5 años.
2.4. Cumpliendo un mandato masónico
Mitre y Sarmiento, además de haber
ocupado la Presidencia de la Nación, fueron ambos grado 33 de la
Masonería argentina, y desempeñaron el cargo de Gran Maestre (máxima
autoridad). Pues bien, ambos sostuvieron que la Logia Lautaro no integró
la masonería, sino que era una logia política.
Como la cuestión es importante, le dedicamos un desarrollo especial, basado en documentos de la propia masonería.
2.5. Por motivos ideológicos
Se sostiene que San Martín habría
querido ayudar a aplicar en América sus ideas políticas liberales, que
no podían aplicarse en España, donde, en caso de rechazarse la invasión
napoleónica, quedaría restaurada la monarquía absoluta de Fernando VII.
Es cierto que San Martín, al igual que
otros patriotas, adhería a las ideas que, en forma genérica, se llamaban
liberales, entendidas como lo contrario a la opresión de la monarquía
absoluta. Pero nunca manifestó adhesión a la ideología liberal,
fundamentada en las teorías de Locke, Rousseau, y otros, que estaba ya
condenada por la Iglesia desde 1791 (Carta Quod Aliquantum, de Pío VI).
Podemos citar la carta al Cabildo de
Mendoza, de 1815: “no cesan los enemigos de nuestro liberal sistema,
constantes en sostener el de opresión y tiranía...”.
En otra carta, al Gral. Guido
(1-2-1834), expresa: Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de
experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven
de ilusiones sino de hechos”.
Con respecto al sistema de gobierno,
tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema
teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con
tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en sí
mismo.
Tuvo en una primera etapa simpatía por
la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América,
siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También
lo hizo en Chile y en Perú. Creía que era necesaria para asegurar la
independencia.
3) Verdadero motivo de su regreso
Los reyes borbónicos se habían apartado
de la tradición hispánica; influidos por el racionalismo, aplicaban el
llamado despotismo ilustrado. Desde el Pacto de Familia de 1761, España
dejó de interesarse en América. Además, Napoleón quiebra la unidad
imperial, y los americanos temían ser negociados por la Junta Central.
San Martín peleó contra el invasor
francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen. Napoleón entró
con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José. Suponiendo
que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de unos
reyes ineptos.
Por eso, decidió combatir por la independencia y salvar la verdadera España, en América.
No fue una decisión personal, sino
compartida por muchos nativos de este continente que vivían en España.
Por ejemplo, Guido expresa en una carta: “Esclavizada la península desde
1808, y abrumada toda ella por el inmenso poder del emperador Napoleón,
alejábase toda esperanza de su independencia...”.
Coincide con el comentario que hace San
Martín: “En una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los
primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc.,
resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de
prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de
empeñar” (carta a Castilla, 11-9-1848).
4) ¿San Martín aplicó el plan de un general extranjero?
El Dr. Terragno, en su libro “Maitland y
San Martín”, sugiere que el plan continental que aplicó San Martín, fue
elaborado por un general escocés, Maitland. Se trata de un escrito que
el autor citado encontró en el Archivo de Escocia. En realidad, no es un
documento, pues carece de fecha, de firma y de destinatario.
De todos modos, el contenido es sólo un
esbozo, con ideas comunes en la época, y no un plan detallado y
fundamentado, como el que propuso el Gral. Guido en 1816, confeccionado
–aparentemente- en forma conjunta con el Libertador.
5) ¿Tuvo San Martín un romance en Perú con Rosa Campusano?
Aunque sea un aspecto frívolo, no se
debe eludir, pues de ser cierta la leyenda, la conducta de San Martín
sería reprochable, al mantener una relación adúltera que trasciende al
público.
La verdad es que la leyenda tiene como
origen un comentario de Ricardo Palma en su obra “Tradiciones peruanas”,
donde no aporta ninguna evidencia comprobable de lo que afirma. Según
el historiador peruano Cesar Macera, Rosa Campusano fue una de las
veinte mujeres que recibieron la Orden del Sol, creada por San Martín,
como distinción a quienes habían estado detenidas y torturadas, durante
el Virreinato. En la fiesta que se celebró con ese motivo, San Martín
bailó con todas, sin haber ninguna constancia de que haya mantenido una
relación con la mujer mencionada.
6) ¿Por qué San Martín abandonó el mando, después de hablar con Bolívar?
Para entender la decisión, es necesario
mencionar el episodio de Rancagua de 1820, cuando San Martín entrega el
mando del ejército libertador, al cuerpo de oficiales, alegando que no
existía el gobierno del cual dependía. Los oficiales le ratifican su
subordinación, pues la autoridad que recibió para hacer la guerra a los
españoles no ha caducado ni puede caducar porque su origen, que es la
salud del pueblo, es inmutable.
San Martín había rechazado la exigencia
del gobierno de Buenos Aires, de disponer del Ejército de los Andes para
sofocar la rebelión de los caudillos del interior, y por eso, debió
viajar al Perú con la bandera de Chile. Desde entonces, su autoridad
queda condicionada, y en Perú hubo varios actos de indisciplina de los
oficiales.
En la entrevista de Guayaquil, quedó en
evidencia que el aporte que podía hacer para terminar con la guerra era
mínimo, y su jefatura no estaba respaldada por las autoridades de su
propio Estado. Por eso, y no por un gesto de humildad ofrece
subordinarse a Bolívar, que este no acepta, y no le queda más opción que
retirarse de la vida pública.
Las dudas y leyendas deben esclarecerse
para no distorsionar la imagen del héroe máximo, que, si bien como todo
mortal, tuvo defectos y pasiones, no merece ser desprestigiado por
falsos historiadores.
II. San Martín no fue masón
En esta sección queremos difundir tres
documentos, publicados en una revista especializada, cuyo director,
Patricio Maguire, ha realizado un aporte extraordinario a la historia
argentina, demostrando lo que afirmamos. Desde mediados del siglo pasado
algunos historiadores han sostenido que el General San Martín fue
masón, e incluso, interpretan su retiro del Perú como resultado de una
decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en
la gesta libertadora.
Es importante destacar que para la
opinión, ya citada, emitida por Mitre, este consultó al General Matías
Zapiola, quien había integrado la Logia. La Revista Masónica Americana,
en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las logias
que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la
Lautaro.
Sobre la posición de San Martín en
materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo Furlong,
quien llega a esta conclusión: “Hemos de aseverar que San Martín no
sólo fue un católico práctico o militante, sin que fue además, un
católico ferviente y hasta apostólico”.
Pero hay un testimonio curioso, que
viene a confirmar lo dicho, con ocasión de una misión pontificia en
Buenos Aires, presidida por Mons. Muzi, en 1824, estando San Martín ya
alejado de toda función oficial. En esa oportunidad, el Gobernador
Rivadavia no recibió al Vicario Apostólico, y tuvo actitudes sumamente
descorteses. Pues bien, el testimonio corresponde a un integrante de
esta misión, el P. Mastai Ferreti; quien sería luego el Papa Pío IX,
apuntó en su Diario de Viaje: “San Martín (...) recibido por el Vicario,
le hizo las más cordiales manifestaciones”.
La Masonería fue condenada por el Papa
Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, del 4 de mayo de 1738, donde
se prohíbe “muy expresamente (... ) a todos los fieles, sean laicos o
clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en
tales centros (...) bajo pena de excomunión...”. Esta condenación fue
confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica
Providas del 15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también
prohibida la Masonería en España, ese año, por una pragmática de
Fernando VI.
Por ello es importante esclarecer este
punto, pues “el catolicismo profesado por San Martín establece una
incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la
otra”. Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó
la posibilidad de ingresar en la organización, “aduciendo precisamente,
la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta.”
Maguire solicitó información a las centrales masónicas europeas con un cuestionario sobre:
Logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana.
Y sobre San Martin y otros oficiales vinculados con él.
Resumimos las respuestas que obtuvo:
*DOCUMENTO I
Gran Logia Unida de Inglaterra
Londres, 21 de agosto de 1979
Su carta del 7 de agosto de 1979, dirigida al Gran Maestre, me ha sido derivada para su contestación.
1. La Logia Lautaro era una sociedad
secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación
alguna con la Francmasonería regular.
2. La tres Logias que Ud. menciona en su
carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni
de los Antiguos ni de los Modernos ni de la Gran Logia Unida de
Inglaterra: no hubieran sido reconocidas como masónicas en este país
entonces o posteriormente.
3. Las seis personas mencionadas en su
carta, de acuerdo a nuestros archivos nunca fueron miembros de Logias
bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
James William Stubbs- Gran Secretario
------------------------------------------------
*DOCUMENTO II
Gran Logia de Escocia
Edimburgo, 30 de junio de 1980
Le informo que la primera Logia Escocesa no fue autorizada hasta 1867.
Gran Secretario
--------------------------------------
*DOCUMENTO III
Gran Logia de Irlanda
Dublin, 24 de junio de 1980
La Gran Logia de Irlanda nunca estuvo
activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los
organismos que Ud. menciona.
J.O. Harte
Gran Secretario
------------------------------------
La leyenda, sin embargo, continuó y a
falta de otros antecedentes, se mencionó una medalla acuñada en 1825 por
la logia La perfecta amistad, de Bruselas, Bélgica. Se conserva un solo
ejemplar de la medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas,
que tiene escrito, en el reverso (en francés):
“Logia La Perfecta Amistad constituida
al oriente de Bruselas el 7 de julio de 5807 (1807) al General San
Martín 5825 (1825). En el anverso, figura “General San Martín”,
alrededor del retrato, y abajo “Simeon F”, indicando el nombre del
grabador y su pertenencia a la masonería (F: frere, hermano).
El origen de esta medalla es la decisión
del Rey de Bélgica, Guillermo I, de hacer acuñar diez medallas
diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeon, con la
efigie de otras tantas personalidades de la época, una de los cuales era
el Libertador de América, que estaba residiendo en ese país. Para esta
medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de
perfil de nuestro héroe.
Se puede deducir que la medalla de la
logia, fue confeccionada sobre el molde de la oficial, facilitado por el
grabador que era masón, y no hay constancias de que San Martín la haya
recibido, ni mencionó nunca esa distinción. Hay que añadir que eso
ocurrió en 1825, y en los siguientes veinticinco años que vivió San
Martín en el viejo continente, no se produjo ningún hecho ni documento
que lo vinculara a la masonería.
Lamentablemente, el Dr. Terragno –actual
académico sanmartiniano-, en su libro Maitland & San Martín,
introdujo otra duda al recordar que Bélgica fue ocupada en la 2da.
Guerra Mundial, y los alemanes incautaron los archivos de la masonería;
luego esos archivos quedaron en poder de la Unión Soviética, en Moscú.
Por eso, Terragno alegó: “Cuando todos los materiales estén clasificados
y al alcance de los investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre
la Perfecta Amistad y los vínculos masónicos de San Martín en
Bruselas”.
Pues bien, desaparecida la Unión
Soviética, Bélgica recuperó esa documentación; la referida a la
masonería, representaba unas 200.000 carpetas. El Dr. Guillermo
Jacovella, que se desempeñó como Embajador argentino en Bruselas, entre
el 2004 y el 2008, se interesó en el tema, y realizó una investigación
en el Centro de Documentación Masónica de Bruselas, donde se encuentra
el archivo de la logia Perfecta Amistad, contando con la colaboración
del director, Frank Langenauken. En conclusión, no se pudo encontrar
ninguna mención al general San Martín o al homenaje de la referida
medalla.
Consideramos muy valiosa la información
aportada por el señor Jacovella, publicada en la revista Todo es
Historia, de agosto de 2009, para desmentir una falsedad histórica, y
dar por terminada definitivamente esta cuestión.
En conclusión, si no existe ningún
documento que contradiga el contenido de estas cartas de las propias
autoridades masónicas, y, además, el análisis de su obra demuestra que
el Gran Capitán “hizo lo contrario de lo que la Masonería procuraba y
fue hostigado por ésta”, el veredicto no merece ninguna duda: San Martín
no fue Masón.
III. San Martín y la tradición nacional
Nos parece interesante reflexionar sobre la figura del libertador de Sud América, en relación a la tradición nacional.
En realidad, el intento de desprestigiar
a quienes consolidaron la nación, comienza muy atrás en el tiempo. Ya
recordamos por ejemplo, lo que escribió Alberdi, en su libro “El crimen
de la guerra”, pretendiendo vincular a San Martín con el gobierno
inglés, por interés económico; nunca se ha exhibido algún indicio del
apoyo o recompensa por parte de Inglaterra, que debería haber existido
si fuese cierta la sospecha. Incluso en el exilio en Europa, durante un
cuarto de siglo, muchos visitantes pudieron comprobar que vivió apenas
con lo necesario, y hasta con penurias económicas, en algún momento.
En cambio, un personaje de poca monta,
Saturnino Rodríguez Peña, que ayudó a escapar al General Beresford y
otros oficiales ingleses, que estaban internados en Luján, luego de la
invasión de 1806, fue premiado por sus servicios al Imperio Británico,
con una pensión vitalicia de 1.500 pesos fuertes.
Por su parte, otro General argentino,
Carlos de Alvear, siendo Director Supremo de las Provincias Unidas,
firmó dos pliegos, en 1815, dirigidos a Lord Stranford y a Lord
Castlereagh, en los que decía: “Estas provincias desean pertenecer a la
Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su
influjo poderoso.” Estos documentos se conservan en el Archivo Nacional,
y prueban una actitud que nunca existió en San Martín, cuya conducta
fue siempre transparente y sincera.
Los ejemplos mencionados de Alvear y de
Rodríguez Peña, hacen necesario rastrear el pasado para tratar de
entender el motivo de sus actitudes. Desde antes de la ruptura con
España, ya habían aparecido en el Río de la Plata dos enfoques, dos
modos de interpretar la realidad, diametralmente opuestos:
l) el primer enfoque, nace el 12-8-1806, con la Reconquista de Buenos Aires, y podemos llamarlo federal-tradicionalista;
2) el segundo enfoque, surge en enero de
1809, con el Tratado Apodaca-Canning, celebrado entre España e
Inglaterra, cuando este último país, que había sido derrotado
militarmente en el Río de la Plata, ofrece una alianza a España, contra
Francia, a cambio de facilidades para exportar sus productos. A este
enfoque podemos llamarlo unitario-colonial.
No caben dudas de que San Martín se
identifica con el enfoque tradicionalista, que se manifiesta con el
rechazo de las invasiones inglesas, se afianza con la Revolución de Mayo
y la guerra de la independencia y culmina en la Confederación
Argentina, con el combate de la Vuelta de Obligado.
Quienes atacaron a San Martín y trabaron
su gestión, hasta impulsarlo a alejarse del país, se encuadran en el
enfoque unitario. Son quienes consideraban más importante adoptar la
civilización europea, que lograr la independencia nacional, y por “un
indigno espíritu de partido” -decía San Martín- no vacilaron en aliarse
al extranjero en la guerra de Inglaterra y Francia contra la
Confederación. Lo mismo hicieron en la batalla de Caseros -cuando se
aliaron con el Imperio de Brasil-, donde llegaron a combatir 3.000
mercenarios alemanes contratados por Brasil. San Martín llegó a la
conclusión de que “para que el país pueda existir, es de absoluta
necesidad que uno de los dos partidos en cuestión desaparezca” (carta a
Guido, 1829).
Uno de las vías de difusión de la
mentalidad unitaria-colonial, fue la masonería, que influyó en algunos
próceres. Rodríguez Peña, por ejemplo, fue uno de los 58 residentes en
el Río de la Plata, que se incorporaron a las dos logias masónicas
instaladas durante las invasiones inglesas (Estrella del Sur, e Hijos de
Hiram). Otros dos formaron parte de la 1ra. Junta de gobierno: Mariano
Moreno y Castelli (Memorias del Cap. Gillespie).
Curiosamente, se ha pretendido vincular a
San Martín a la masonería, cuando, además de no existir ninguna
documentación que lo fundamente, toda su actuación resulta antinómica
con los principios de dicha institución, cuyos miembros lo atacaron
permanentemente, en especial Rivadavia (iniciado en Londres, integró la
logias Aurora y Estrella del Sur).
El enfoque unitario-colonial, está
influenciado por el iluminismo y el romanticismo, que se puede
sintetizar en una frase de Sarmiento: “los pueblos deben adaptarse a la
forma de gobierno y no la forma de gobierno a la aptitud de los
pueblos”. Precisamente lo contrario sostenía San Martín: “a los pueblos
no se les debe dar las mejores leyes, sino las mejores que sean
apropiadas a su carácter”.
Podemos resumir las diferencias entre
ambos enfoques, en el enfrentamiento que tuvo San Martín con Rivadavia,
desde que volvió a Buenos Aires, en 1812, hasta su alejamiento
definitivo (1824). El mismo año de su llegada, le tocó a San Martín
intervenir en el pronunciamiento militar que desalojó al Triunvirato,
integrado por Rivadavia. La decisión obedeció a la incompetencia del
gobierno que no acertaba a entender hasta donde se extendía la patria, y
actuaba como si se limitara a la ciudad de Buenos Aires. Entre otros
errores, ordenó el regreso del Ejercito del Norte que, de no haber sido
desacatada por Belgrano, habría permitido que el ejército realista
llegara al Paraná.
Con respecto al interior, Rivadavia, que
se ufanaba de no haber pasado nunca más allá de la plaza Miserere,
insistía en tratar a las provincias con altanería, considerando que la
autoridad debía estar concentrada en la capital. San Martín, no solo
veía al interior como una parte del país que debía complementarse con
Buenos Aires, sino que ambos debían integrar una unidad superior;
primero, la unión de los virreinatos de Lima y el Río de la Plata, más
la Capitanía de Chile; luego, la América Española, como una nación
desprendida del imperio español.
Con respecto al exterior, Rivadavia
aspiraba a mejorar nuestra vida pública hasta ponerla en línea con los
modelos europeos. Pretendía captar el apoyo de Inglaterra y Francia, con
el ofrecimiento de buenas ganancias, y la disposición a acatar sus
directivas. Veía el futuro argentino en el presente de Europa.
San Martín, por el contrario, creía que
Europa estaba en el pasado, la España perdida se reencontraba en
América, la Europa caduca rescataba aquí su juventud. Procuró, sí, que
alguna potencia extranjera jugara a favor nuestro, para lo cual definía
previamente un objetivo, al que debían supeditarse las negociaciones
posibles.
La cultura de un pueblo se mantiene
vigorosa, cuando defiende sus tradiciones, sin perjuicio de una lenta
maduración. La identidad nacional se deforma cuando se corrompe la
cultura y se aleja de la tradición, traicionando sus raíces. La nación
es una comunidad unificada por la cultura, que nos da una misma
concepción del mundo, la misma escala de valores.
Con respecto a las instituciones, el
embrionario Estado argentino adoptó el federalismo, que respetaba la
autonomía de las provincias históricas. De allí que la Constitución de
1819, de cuño liberal, provocó resistencia en el interior. Las
autoridades porteñas ordenan al Ejército del Norte y al de San Martín
que interrumpan las acciones militares contra los realistas, para
enfrentar a los caudillos. San Martín desobedece pues era evidente la
prioridad de continuar la campaña libertadora. Belgrano renuncia al
mando; y uno de los jefes de su ejército, el Cnel. Juan Bautista Bustos
subleva a las tropas en la posta de Arequito, comenzando un largo
período de luchas civiles.
Recién con la Constitución de 1853, se
pudo afianzar la organización institucional, pues en su texto se logró
un equilibrio entre el interior y Buenos Aires, al respetarse los pactos
preexistentes, que menciona el Preámbulo, en especial el Pacto Federal
de 1831, ratificado por el Acuerdo de San Nicolás (1852), en que las
provincias resolvieron organizarse bajo el sistema federal de Estado.
La emancipación de los países americanos
coincide con el surgimiento del constitucionalismo escrito, y por lo
tanto es lógico que quienes conducían los nuevos Estados buscaran
afirmar su independencia a través de un instrumento jurídico. En el caso
de San Martín, recordemos que, siendo teniente coronel del ejército
español, cumplió funciones en Cádiz, donde fue testigo del debate por la
sanción de la Constitución, que sería promulgada en 1812.
Al volver ese año al Río de la Plata,
San Martín comprendió la inconveniencia de seguir utilizando la máscara
de Fernando VII, uno de los motivos del derrocamiento del ler.
Triunvirato, que se negaba a declarar la independencia. El segundo
Triunvirato (Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Álvarez Jonte) convocó a la
Asamblea General Constituyente de 1813, que sin embargo no proclamó la
independencia, ni aprobó una constitución.
Cuando se reunió, 3 años más tarde, el
Congreso de Tucumán, continuaba esta cuestión sin resolverse, y San
Martín siguió insistiendo en la independencia que fue proclamada el 9 de
julio, pero con respecto a Fernando VII, sus sucesores y metrópolis.
San Martín, advertido de gestiones que procuraban la incorporación de
nuestro territorio a Inglaterra o Portugal, exigió que se incorporara al
acta un agregado que dice: “y de toda otra dominación extranjera”,
propuesto por el diputado Medrano en sesión secreta.
IV. San Martín y Rosas
Los antecedentes que hoy se conocen,
demuestran que hubo una relación de admiración mutua entre estos
próceres, de los cuales es posible advertir una suerte de vidas
paralelas. San Martín, llevando la libertad a tres pueblos. Rosas,
consolidando la obra del Libertador.
El mayor gesto de aprecio y admiración
de San Martín hacia Rosas, se evidencia en haberle legado su sable, en
el párrafo tercero de su testamento ológrafo, firmado el 23-1-1844 y
depositado -como era costumbre de la época- en la Legación Argentina en
París:
“El sable que me ha acompañado en toda
la guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado
al General de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una
prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la
firmeza con que ha sostenido el honor de la República, contra las
injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
En aquellos años vivían aún figuras
prominentes, con sobrados méritos para hacerse acreedores de esa
distinción. Pero San Martín, distinguió a quien se acercaba más a sus
propios valores. Esta decisión ha sido motivo de comentarios y de dudas.
Algunos sostuvieron que hubo un
testamento posterior en el cual San Martín corrige las disposiciones del
firmado en 1844. Por su parte, el Dr. Villegas Basavilbaso, Presidente
de la Corte Suprema de Justicia, al entregarle el 17-8-1960, al entonces
Presidente de la Nación Dr. Frondizi, el testamento original rescatado
de Francia, incluye en su discurso una interpretación de la cláusula
tercera del testamento. Afirma que San Martín le lega su sable a Rosas,
porque era en ese momento el Jefe del Estado, y no por sus
merecimientos. Deducción pueril que no resiste el menor análisis.
Otra interpretación, que ha sido
compartida por muchos, la hace uno de los biógrafos más conocidos de San
Martín, don Ricardo Rojas, que en artículos periodísticos en 1950,
expresó que San Martín le hizo el legado a Rosas únicamente por su
política exterior.
Pero no es posible separar los dos
aspectos de la política, porque son partes de una misma gestión pública.
Lo que ocurre, es que se insiste en presentar a San Martín, sin
debilidades ni pasiones, como a un Santo de la Espada, al que no se
puede involucrar en definiciones políticas. Esto es imposible en los
dirigentes que quieren a su patria y, si bien es cierto que el
Libertador no quiso participar en las luchas fratricidas, nunca ocultó
su opinión y la manifestó con franqueza.
Surge de la lectura de las siete cartas
personales que le escribió a Rosas, en doce años de intercambio
epistolar recíproco, así como en la correspondencia a Guido y a otras
personas, que San Martín nunca permaneció neutral ni indiferente ante
las situaciones que vivía el país.
Aunque resulte curioso, San Martín y
Rosas nunca se conocieron personalmente; y la relación a distancia, se
inicia con motivo de la intervención armada que el reino de Francia
inicia en el Río de la Plata, en 1838, cuando el Libertador llevaba ya
quince años en el exterior.
Fue en ese momento que San Martín se
dirige al gobernador de Buenos Aires, a cargo de las relaciones
exteriores de la Confederación, dando comienzo a la relación entre
ambos. La carta está fechada en Gran Bourg, el 3-8-1838, y en ella se
expresa:
“...ignoro los resultados de esta
medida; sin son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como
americano...esperar...sus órdenes si me cree de alguna
utilidad... inmediatamente de haberlas recibido, me pondré en marcha para
servir a mi Patria en la guerra contra Francia en cualquier clase que
se me destine.”
V. La salud de San Martín y el problema del opio
En la vida del General San Martín, se
advierte una extraña paradoja: condiciones intelectuales superlativas
para la conducción militar, acompañadas por un físico delicado,
recurrentemente enfermo. Advierte el Dr. Anguera una contradicción entre
la estructura somática del General y su reacción funcional, lo que
conduce a un “conflicto entre sus querencias y sus dolencias; las
querencias corresponden a un hombre de acción, y las dolencias lo
obligaban a veces a la inacción.”
Me ha parecido conveniente, entonces,
analizar este tema, con vistas a desentrañar una leyenda negra sobre la
terapéutica que adoptó nuestro héroe. Mitre comenta que abusaba del
opio; Vicuña Mackenna afirma que el Dr. Zapata lo envenenaba casi
cotidianamente con opio, en lo que coincide con Guido, que manifiesta
que dicho médico lo inducía a un uso desmedido del opio. Últimamente se
ha difundido esta cuestión, de un modo que hace sospechar la mala fe;
baste citar un ejemplo:
En un reportaje al Dr. García Hamilton,
publicado por Página12, la periodista pregunta: “¿San Martín consumía
opio por prescripción médica o era adicto?”. El escritor responde: “Las
dos cosas. A él se lo recomendó un médico por sus dolores de estómago,
causados probablemente por una úlcera. Pero después padeció una
adicción.”
Puede sostenerse que San Martín sufría
de un asma aguda, úlcera gástrica, y fue afectado crónicamente por la
gota, que a veces le impedía montar a caballo. Los doctores Colisberry y
Zapata, para aliviar los dolores del general, le preparaban una poción,
que el identificaba como su pomito, a base de láudano de Syndenham y
yerbas medicinales.
Las afecciones de San Martín le
producían periódicos dolores, de los que se queja en muchas ocasiones.
El dolor crónico es consecuencia de un proceso patológico crónico; los
pacientes que sufren dolor crónico manifiestan cambios de personalidad,
debido a las alteraciones progresivas en el estilo de vida y en su
capacidad funcional. Sobre esto, sostiene Mitre que San Martín en
Chacabuco ya no era el sableador de Arjonilla o Baylen y San Lorenzo;
ganaba las batallas en su almohada, fijando el día y el sitio preciso.
Por su parte, Ludwig, biógrafo de Bolívar considera que los
padecimientos físicos de San Martín lo llevaron a preferir la táctica al
combate, adaptando su carácter a los inconvenientes de una salud
precaria.
Los relatos de contemporáneos y la
documentación histórica, demuestran que San Martín actuó siempre con
mesura y que su conducta no fue afectada por impulsos de euforia o de
depresión. Se mostró siempre parco, sereno y equilibrado, advirtiéndose
las características del tipo atlético, que tienden a un raciocinio
reflexivo. Destacó nuestro héroe como modelo de orden y disciplina,
dando el ejemplo con un modo de trabajo perseverante.
San Martín se adaptó a sus sufrimientos,
superando sus achaques físicos con una voluntad excepcional, que le
permitió el dominio de su persona, pese a todos los contratiempos, y aún
alcanzar la longevidad, duplicando el promedio de vida de su época.
Mitre dejó escrito que: “Los héroes
necesitan tener salud robusta, para sobrellevar las fatigas y dar a sus
soldados el ejemplo de la fortaleza en medio del peligro; pero hay
héroes que con cuatro miembros menos, sujetos a enfermedades continuas, o
con un físico endeble, se han sobrepuesto a sus miserias por la energía
de su espíritu. A esa raza de los inválidos heroicos pertenecía San
Martín.”
Con respecto al opio, pertenece a la
clase de los depresores, llamados así pues deprimen el sistema nervioso.
Aún en pequeñas dosis, hacen más lento el ritmo cardíaco y la
respiración, disminuyendo la coordinación muscular y la energía, y
embotando los sentidos.
Thomas Syndenham, uno de los padres de
la medicina inglesa, recomendaba el opio para el tratamiento del dolor y
para ayudar a los pacientes a descansar y a dormir. Esta droga fue para
la Inglaterra del siglo dieciocho la que al Valium para el siglo
veinte, a tal punto que Syndenham llegó a decir que si el opio no
existiera él no sería médico. Es claro que no se conocían entonces sus
efectos negativos. Ahora bien, los especialistas en toxicomanía
sostienen que el empleo continuo de narcóticos lleva a la adicción, y
ésta conduce a un deterioro generalizado del organismo.
Entonces, si como afirman sus biógrafos,
San Martín consumió opio desde los 34 años hasta su muerte, es
necesario indagar por qué no se convirtió en adicto y pudo conservar su
lucidez hasta los 72 años. Tengamos en cuenta que la palabra adicto,
proviene de esclavo; toda persona dominada por la droga está enajenada y
no es capaz de actuar libremente.
El Dr. Dreyer afirma que el prócer era
escéptico con la medicina de su época, la cual sólo le ofrecía opio para
el asma, opio para la gota, opio para la úlcera. Y ocurre que en los
tres casos, el opio está contraindicado.
San Martín no era una especie única de
ser humano, a la que el opio le resultara un bálsamo suavizante de sus
mucosas y sus bronquios. La lógica nos lleva a pensar que, si bien usó
el opio, no era el único ni principal remedio que utilizaba, sino que
empleaba otra terapéutica que le permitía resistir sus dolencias, y
evitar la dependencia de esa droga.
Pues, en realidad, el panorama queda
despejado teniendo en cuenta una evidencia tangible: en el Museo Gral.
San Martín, de Mendoza, se conserva un botiquín homeopático que
perteneció al Libertador, y que había recibido de su amigo Ángel Correa,
quien lo había traído al país desde Europa, poco antes. El donante le
enseñó cómo utilizar los remedios de esta nueva especialidad médica.
Debe señalarse que dicha terapéutica fue
practicada por Mitre, quien tuvo un botiquín homeopático durante la
guerra del Paraguay, que se conserva en el Museo Mitre de la ciudad de
Buenos Aires; Sarmiento y Alsina, también usaron la homeopatía. Se puede
deducir, entonces, que fue con la ayuda de esta terapéutica que San
Martín pudo cumplir con su misión.
No podemos negar que haya empleado dicho
narcótico, pero, si no cayó en la dependencia, es lícito deducir que
habitualmente utilizaba el opio, sí, pero preparado homeopáticamente, lo
que lo transforma en opium, un remedio que se puede usar
permanentemente sin peligro de adicción, ni efectos secundarios, al
punto de que puede ser usado incluso en niños.
La deducción que efectuamos tiene su
fundamento, en que este remedio es útil para el asma, en la artritis, en
úlceras y sus consecuencias.
Cabe agregar que los remedios
homeopáticos se seleccionan no sólo por la enfermedad que afecta al
paciente, sino por la personalidad del mismo, para la que existe un
medicamento básico (su simillimun). Precisamente, la personalidad del
general hace que el opium sea aconsejable como simillimun.
Esta interpretación permite explicar el
misterio de su resistencia a las dolencias físicas, y que no haya caído
en el vicio de la drogadicción como sostienen sus detractores.
Habiendo realizado un análisis
panorámico de la vida y obra de nuestro héroe, para intentar conocerlo
mejor, nos gustaría terminar recordando una frase del Presidente
Avellaneda:
“los pueblos que olvidan sus tradiciones
pierden la conciencia de sus destinos; y los que se apoyan sobre tumbas
gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir.”
(*) Exposición realizada en la Segunda División de Ejército, Córdoba, el 16 de agosto de 2019.
Fuentes y bibliografía:
1 comentario:
Muy buen analisis, bien fundado y bien interpretado. Necesario analisis, ahora que vivimos una época donde se busca destruir los mitos destruyendo a los protagonistas que antes que nada se recuerda que son hombres, y por tanto necesariamente llenos de defectos que cuando no se les encuentra se los inventa. Terragno tiene una antipatía personal con San Martín basta oirlo, y uno se da cuenta que para el San Martin es un soldadito con suerte. un colado en la historia. Esta nota ademas de fundada es muy clara y criteriosa-
Publicar un comentario