Marco Tulio Cicerón |
“Para distinguir una ley buena de otra mala
tenemos una regla solamente; la naturaleza. No solamente se distingue el
derecho por la naturaleza, sino que también todo lo que es honesto y torpe en
general.”
A fines de 2017, el Papa Francisco recibió a los obispos uruguayos
en el marco de su Visita Ad Limina. Ellos le plantearon al Papa
algunos problemas que aquejan al país, por ejemplo, la
fragmentación social, la falta sentido, respeto y amor por la vida, el afán de
algunos por imponer la ideología de género y la creciente secularización. Ante
esta situación el Papa invitó a los obispos, a fomentar la “cultura del
encuentro”.
Si bien esta “cultura”, puede materializarse de diversos
modos, quizá, un punto de encuentro ineludible con personas de otras
convicciones filosóficas y religiosas, sea la ley natural. Para algunos será un
tema pasado de moda, “apolillado”… Sin embargo, no hay nada más común a los
hombres de todos los tiempos, razas y culturas, que la naturaleza humana. No
por casualidad, los grandes clásicos de la literatura universal son, en el
fondo, profundos, brillantes y amenos análisis de distintos aspectos de la
naturaleza humana, con los cuales se pueden identificar hombres y mujeres de
todos los tiempos y culturas.
Origen
El concepto
de ley natural se remonta a la Antigua Grecia. Los sabios medievales
sistematizaron los aportes de los filósofos griegos y los complementaron con
los desarrollos doctrinales que se produjeron desde los inicios del
cristianismo. Así, desde la Antigüedad clásica -poco sospechosa de
“oscurantismo religioso”-, hasta bien entrada la Edad Moderna, casi nadie
cuestionó la existencia de una ley natural, ni de una naturaleza humana común a
todos los hombres.
Aristóteles,
distinguía la ley natural o común a todos los hombres,
de la ley propia o positiva de cada grupo social. Por tanto, el reconocimiento de unos
derechos humanos fundamentales, comunes a todos los hombres y anteriores al derecho
positivo, no es obra de la ONU: se remonta al Siglo IV antes de Cristo.
El derecho natural se funda en la misma naturaleza del hombre, y
por eso vale siempre y para todos. Es independiente de las opiniones particulares, y anterior a
todo pacto o convenio humano. Es un derecho absoluto
y esencial. No puede ser aprobado ni derogado: solo puede ser
reconocido.
¿Qué es la ley natural?
La ley natural es una especie de “manual de funcionamiento” inherente
al ser humano. Está presente en la conciencia del hombre y le indica qué cosas
convienen a su naturaleza y la perfeccionan. Por eso, si el hombre contraría
su naturaleza, se esclaviza, se daña a sí mismo y con frecuencia, daña a
la sociedad. Así, la ley natural opera a la manera de unos preceptos
universales e imperativos impresos en la razón humana, que le llevan, a obrar
el bien y evitar el mal.
Esta ley es rechazada por ciertas corrientes ideológicas que,
en lugar de adaptar el comportamiento del hombre al “manual de fábrica”,
pretenden que cada ser humano reinvente el “manual” a su gusto y gana, tantas
veces como quiera. El resultado es parecido al que obtendría quien cargara el
tanque de combustible de su auto con mayonesa, o quien dotara a su vehículo de
ruedas triangulares. Tales artificios, serían muy originales y transgresores,
pero al no convenir a la naturaleza del coche, impedirían su uso con el fin para
el que el mismo fue fabricado…
Marco Tulio
Cicerón[i],
el gran sabio romano del siglo I a.C, dice sobre la ley natural: “No existe, pues, más que un sólo derecho al
que está sujeta la sociedad humana, establecido por una ley única: esta ley es
la recta razón en cuanto manda o prohíbe, ley que, escrita o no, quien la
ignore es injusto. Si la justicia es la observación de las leyes escritas y de
las instituciones de los pueblos, y si (…) todo debe medirse por la utilidad,
olvidará las leyes, las quebrantará si puede, aquel que crea que de hacerlo así
obtendrá provecho. La justicia, pues, es absolutamente nula si no se encuentra
en la naturaleza: descansando en un interés, otro interés la destruye.”
(…)
“Si en los juicios y mandatos de los ignorantes existe tanta
autoridad que los sufragios cambian la naturaleza de las cosas, ¿por qué no
decretan que lo malo y pernicioso sea declarado en adelante como bueno y
saludable?, ¿y por qué la ley de que lo injusto puede hacer lo justo, no podrá
hacer del mal un bien? Y es que para distinguir una ley buena de otra mala
tenemos una regla solamente; la naturaleza. No solamente se distingue el
derecho por la naturaleza, sino que también todo lo que es honesto y torpe en
general. Esta noción nos la da la inteligencia común, infundiéndola en nuestro
espíritu, que coloca lo honesto en la virtud y lo torpe en el vicio. Hacer
depender esta noción de la opinión general y no de la naturaleza, es verdadera
locura.”
Ateos y
cristianos, musulmanes y budistas, ricos y pobres, hombres y mujeres, asiáticos
y americanos, podemos coincidir con Cicerón en que hay una ley en la naturaleza
que, escrita o no, quien la viva es justo y quien la ignore, es injusto. Descubrirla,
solo depende de una cosa: de lo recta que sea nuestra razón. Es decir, de
nuestra capacidad de adecuar nuestro entendimiento a la realidad.
Álvaro Fernández Texeira Nunes
[i] Jorge Scala, Principios Falsos y Verdaderos
de la Bioética, Revista Persona y Bioética, Nº 20 – 21. Las citas de Cicerón
fueron tomadas de: Cicerón, Marco Tulio, Tratado de las Leyes, Ed. Porrúa,
México, 5ª Edición, 1.984, Libro II, pág.
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