La Vanguardia se
ha implicado en tan delicada cuestión a raíz de la agresión padecida por Charlie Hebdo. Marcel Mauri, en efecto,
después de constatar que los profesionales de la información se decantan
masivamente por privilegiar una libertad ilimitada “en el humor religioso”, reconoce
que una mayoría ciudadana se muestra contraria a ello. Y aun subrayando que la
libertad de expresión es innegociable, aconseja prudencia,porque “la religión
es materia también sensible aquí” (aquí y en todas partes, podría añadirse). Y
así el título de su artículo resulta muy expresivo: “Los medios no son Charlie Hebdo”, como estableciendo
diferencias entre uno y los demás…
Asimismo el
diario Ara se ha hecho eco de la
polémica, otorgando la palabra a Daniel Gamper, Marta Tafalla, Lluís Duch y
Marc Marginedas. Este debate a cuatro descubre que para unos la religión es una
mera ideología, mientras que para otros es una creencia. La conceptualización es
decisiva, a la hora de delimitar el problema.
Cuando se habla
de creencias, es prudente oír a los teólogos. En su monumentalHistoria del pensamiento cristiano,
Josep Gil ha descrito dos características de nuestro tiempo postmoderno, básicas
y opuestas: la laicidad y su falsificación que es el laicismo. Con la laicidad
estaríamos todos de acuerdo; con el laicismo, sin embargo, no habría consenso,
porque es beligerante y no respeta la libertad religiosa.
Es obvio que la
blasfemia es un concepto religioso (un ultraje a la religión); mientras que, en
el ámbito secular o civil (el de los derechos de las personas), más bien se
habla de “ofensa a los sentimientos religiosos”.Ahora bien, nunca el derecho
ilimitado de expresión debería provocar tal ofensa. La conclusión de Le Monde: “La República protege al
ciudadano, pero no su creencia”, no es suficiente, porque el ciudadano tiene
sentimientos religiosos anclados precisamente en sus creencias.
Publicado en La Vanguardia, 15 de febrero de 2015
Publicado en La Vanguardia, 15 de febrero de 2015
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