Miguel Ángel Rosales Alvarado |
Escribir de manera clara y directa, no sólo significa poseer dominio lingüístico y temático ante todo, representa sinceridad para comunicar. Lamentablemente, apunta el autor del Big Brother, George Orwell, el lenguaje del gobernante se encuentra plagado de vaguedades oscuras, enunciados rebuscados, tecnicismos sin sentido para el profano, eufemismos, al fin de cuentas, se muestra un pulpo que expulsa su tinta para ocultarse(1). Orwell asocia, la corrupción del lenguaje al surgimiento del totalitarismo porque el dominio del poder político y sobre las instituciones requiere, de la manipulación lingüística para decir una cosa y hacer otra como así mismo el propio Maquiavelo recomienda al príncipe conducir su expresión.
Ante esta problemática, frente una sociedad civil más exigente, participativa y demandante de información e inclusión en el Gobierno entre 60s y 70s surge un intento de liberalizar la comprensión del lenguaje gubernamental. Una metodología conocida en Suecia, Estados Unidos e Inglaterra como Plain Language(2). Denominada en el mundo hispano-parlante como Lenguaje Claro, Llano, Ciudadano, o Planeado(3).
Desde esta perspectiva existen diferentes matices y motivaciones para la implementación del Lenguaje Claro en los diferentes contextos gubernamentales. Por ejemplo, en el caso de Suecia su fundamento se encuentra en los derechos humanos de cuarta, quinta y sexta generación, es decir, en los derechos a la información, al dominio del idioma, a contar con una administración pública eficiente y eficaz. Por otro lado, en el caso de los anglosajones la raíz del Lenguaje Planeado se halla en el interés económico de simplificar los trámites gubernamentales como es el caso de The Royal Mail en Inglaterra que genero ahorros £ 500, 000 en los primeros nueve meses de implementación, o el caso de US Marines Corps que ha significado ahorros anuales entre los $ 27 a $ 37 millones de dólares(4).
Ahora bien, en México los primeros intentos de ejecución se dan en los años 90s como un objetivo de Desarrollo Democrático en el Plan de Desarrollo, de acuerdo a la estrategia de Reforma de Gobierno y la Modernización de la Administración Pública Federal a fin de simplificar y adecuar el marco normativo según la reducción de costos, incremento en la transparencia y mejora en la atención ciudadana. Posteriormente, la iniciativa fue retomada por la Agenda de Buen Gobierno en el sexenio 2000-2006 y apuntalada en el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2012 bajo la tutela de la Secretaria de la Función Pública con el nombre de Lenguaje Ciudadano.
Sin embargo, a pesar de mostrar beneficios substanciales en la simplificación regulatoria, ahorros para diversas dependencias, facilitar tramites y ser un instrumento de profesionalización para los servidores públicos, en última instancia un mecanismo para mejorar la comunicación entre Gobierno y Sociedad, el Lenguaje Ciudadano sufre un obscuro revés.
En el año 2008 surge la polémica dentro de la SFP de modificar la denominación de Lenguaje Ciudadano a Lenguaje Claro. Al parecer, una confusión deliberada para impedir la liberalización del lenguaje administrativo a la comprensión cívica. De esta manera, en el año 2009 se extingue la iniciativa al ser eliminada del programa de actividades de Dirección General de Simplificación Regulatoria.
Por tanto, queda la gran pregunta para la gestión del próximo Gobierno Federal. ¿Puede retomarse, la metodología del Lenguaje Planeado para liberar al lenguaje burocrático de los controles de poder, o será una buena iniciativa condenada al olvido? La respuesta se encuentra en los objetivos y la calidad de Gobierno del relevo institucional.
(1) Orwell George, Politics and The English Language, ed. Horizon, London, 1946.
(2) www.plainlanguage.gov/
(3) www.segob.gob.mx/work/models/SEGOB/Resource/148/1/images/Manual_lenguaje_ciudadano.pdf
(4) The Benefits of Plain Language, www.impact-information.com
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