1. Los creyentes, y muchas personas de buena voluntad, que aspiran a un mundo donde haya sentido común, se respete a la familia, a la ley natural, al menos a una mínima vigencia de los valores de siempre, estamos en estos últimos tiempos con la sensación de atravesar un gran e inhóspito desierto. Amamos este mundo, porque es nuestro, porque lo ha hecho nuestro Padre Dios, porque encontramos aún ahora sintonías profundas en él de lo que nosotros somos. Y debemos amar estos tiempos porque son los que el Creador ha querido para nosotros. Por eso, no queremos ser catastrofistas, ni derrotistas, ni pesimistas. Pero continuamente nos desalientan tantas manifestaciones de inhumanidad, que en gran medida son consecuencia de la descristianización.
2. Pero de vez en cuando, experimentamos que en medio de ese desierto, Dios nos hace pasar por un oasis. Nos hace ver que no ha disminuído el Poder de su Brazo, que en cualquier momento si Él quiere, también ahora, puede haber súbitos cambios y milagros. Cualquiera que haya estado en la plaza de San Pedro, e incluso simplemente en la ciudad de Roma, en los días próximos al 6 de octubre de 2002, sabe que de repente te encuentras dentro de un milagro permanente y colectivo que te sobrecoge, y te hace rozar el Poder de Dios. Ahora —en estos días que acabamos de vivir— no solamente allí, sino en casi todo el mundo a través de los medios de comunicación, hemos experimentado otra vez la solaz sensación del oasis sobrenatural y aun humano.
3. El Señor nos ayuda así a que no desfallezcamos en la confianza en su Poder: ¡No temáis: Yo he vencido al mundo! Y Juan Pablo II nos gritaba en San Pedro el 7 de octubre de 2002: ¡No os atemoricéis ante este mundo materialista que parece dominarlo todo! Resonaban como un eco de aquellas primeras palabras suyas al ser elegido, que presentaban un desafío: ¡No tengáis miedo!
Este Papa que acaba de morir ha devuelto la seguridad en la Fe a muchísimos cristianos, y a obispos, sacerdotes y religiosos. Y como en estos días ellos reconocían, también a los hermanos de las iglesias separadas, y aun a los de otras religiones.
4. Dios nos recuerda que sigue siendo el Señor de la Historia. Él —Dominus—
domina, controla los acontecimientos. Aunque no parezca, sigue estando presente, aunque habitualmente no se deje ver. Como el mismo Papa nos decía: El Bien siempre podrá más que el mal.
En una sociedad tantas veces hedonista, materialista, floja, con una pseudo-cultura de lo efímero, acabamos de ver el testimonio, el milagro, de millones de personas —muchas de escasa formación y vida cristiana— aguantando estoicamente de nueve a doce horas, en una cola de pie, apretujados bajo la inclemencia del tiempo, a menudo sin comer ni beber absoluamente nada, para poder lograr ver y rezar unos pocos segundos ante el cadáver bienamado del Papa. Al salir de allí y ser entrevistados, casi todos decían lo mismo: "quería demostrarle mi gratitud y mi cariño, mi apoyo". ¿Volverías a hacer lo mismo? "Sí. Con todo lo que ha hecho por nosotros. Por supuesto que sí. Siento que valió la pena este esfuerzo; es lo mínimo que puedo hacer por él". Eso dice una sociedad, quebrada ahora por el dolor de la muerte de alguien que —a esa misma sociedad— le metió el dedo en el ojo advirtiéndole claramente sus desvaríos. Es el silencioso homenaje a la coherencia. Han ido a Roma con ese exclusivo fin —en medio de mil incomodidades— y se han vuelto inmediatamente. Hoy en día el heroísmo todavía existe.
5. Nuestra condición intelectual nos empuja siempre a intentar entender qué está pasando a nuestro alredededor. Ver con mayor claridad nuestro entorno y nuestra posición dentro de él. En las presentes circunstancias es imposible abarcarlo todo. Pero podemos ceñirnos al menos, a lo que sí depende de nosotros, a lo que está en nuestras manos: para mí, para mi vida, ¿qué consecuencias puede tener la muerte de este Papa único, inolvidable e irrepetible, y el clamor que ha levantado con su partida? Muchos de nosotros vivíamos en una sintonía muy profunda con este Pontificado que, además, ha abarcado la parte quizás más significativa de nuestras vidas. Estábamos pendientes de las palabras de este Papa, de su pensamiento, de su vida espiritual, de su último escrito, de cada uno de sus viajes, de su última hazaña apostólica...Vivíamos insertados en su alma y nos nutríamos de ella. De pronto nos han arrancado de allí. Nos sentimos como una planta con las raíces en el aire.
6. Estemos precavidos contra lo meramente emotivo, contra el sentimentalismo que probablemente se esconda, como un elemento más, dentro del magma positivo de esta reacción mundial, y saquemos propósitos y conclusiones permanentes. Que no ocurra como con esos fuegos de bengala que brillan fulgurantes un instante en la noche, para dejar después como única consecuencia un palitroque negro e inútil que se tira con desprecio (Camino 247). Ocupémonos que deje frutos al menos en nosotros: "obras son amores y no buenas razones..."
Además, en las obras vamos perfeccionando nuestras ideas. En frase breve y convincente afirma Bergson que "nuestras acciones miden nuestras ideas, así como nuestras ideas se manifiestan en nuestras acciones". Debemos pasar de la idea a la convicción, de ésta a la decisión, y de la decisión a la acción. Al final de esa secuencia nos encontraremos con una perfección o modificación en nuestras iniciales ideas. ¿Qué realidad permanente puede dejar en nuestras vidas el paso de Juan Pablo II por ellas? Un importante tema de meditación para estos días.
7. En la homilía del funeral nos decía el Cardenal Ratzinger: "Levantaos, vamos, es el título de su penúltimo libro. Levantaos, vamos. Con esas palabras nos ha despertado de una fe cansada, del sueño de los discípulos de ayer y hoy. Levantaos, vamos, nos dice hoy también a nosotros". No nos dejemos estar ante esta admirable y amable reacción mundial, no caigamos en la complacencia. El enemigo no se puede tomar vacaciones; va a contratacar enseguida. Aprovechemos esta gran oportunidad. Los cristianos somos pescadores de hombres. A río revuelto, ganancia de pescadores. Tenemos que aprovechar esta remoción interna de las almas para conseguir frutos apostólicos: conversiones, confesiones, vocaciones. La buena disposición hay que encauzarla y conseguir que sea permanente. Un sacerdote atravesaba la Plaza de San Pedro después del funeral. Un grupo muy numeroso de jóvenes italianos, al que se fueron sumando otros extranjeros le dijeron que rezara con ellos el Rosario. Él se disculpó. Adujo que estaba apurado, que lo rezaría por su cuenta. Los jóvenes insistieron y lo fueron acorralando contra una de las fuentes, Eran cada vez más. Al final una chica italiana le dijo claramente: “Padre, rece el Rosario con nosotros porque queremos rezarlo por el Papa y ¡no sabemos cómo se hace!”. Naturalmente cedió.
8. Su Santidad Juan Pablo II hablaba mucho de DON y TAREA. Ahora reconocemos que él ha sido un gran DON, una dádiva, un regalo que el Cielo ha concedido al mundo en este tiempo. Pero ese DON, implica una correspondiente TAREA, según su propio pensamiento. Para nuestra tarea aprendamos en estas circunstancias de su audacia apostólica, de saber ir amablemente contra-corriente, de saber exponer toda la Verdad sin paliativos, sin contemporizaciones, sin afán de ser fácilmente populares, de actuar siempre en conciencia sin concesiones pour la galerie. Y la Verdad se impondrá por sí misma. Y serviremos como él para llevar a los hombres a Dios. Entre los muchos magníficos artículos aparecidos en estos días en la prensa internacional, me gustó particularmente uno de Mons.Javier Echevarría donde decía: "...su certeza de no haber sido puesto por el Espíritu en la sede de Pedro para ser aclamado como hombre, sino para esforzarse en que los hombres aclamen a Dios". Es también nuestra misión.
9. La debilidad personal —quedó también demostrado— no puede ser excusa. El arzobispo Angelo Comastri, con quien tenía gran amistad, nombrado hace pocas semanas vicario suyo para el Estado del Vaticano, le decía al Papa ya en el lecho de muerte: "Todas las polémicas sobre la eficiencia del Papa en los meses pasados no han comprendido que hay que distinguir entre eficiencia y eficacia. Hay personas eficientes que no son eficaces para nada, y hay personas que no son eficientes, como lo eres tú en el dolor, pero con una eficacia extraordinaria".
Del enemigo el consejo, dice el dicho popular. Entre las muchas declaraciones peridísticas de estos días, me parece vale la pena rescatar las de Darío Fo, discutido premio Nobel: descreído, irreverente, sacrílego en casi todas sus obras, como Mistero Buffo. Afirma que "todos estos jefes de Estado, artistas, periodistas, personajes del mundo actual..., que están gimoteando por la muerte del Papa, si hubieran escuchado lo que el Papa dice, y lo hubieran hecho, ¡se echarían todos a temblar: porque el mundo cambiaría totalmente en dos días!"
El mismo Alí Agca declaraba al pedir poder asistir a sus funerales: "Nunca me he reprochado haber fracasado en mi plan de asesinar al Papa. Hay algo inexplicable en todo esto. Es un proyecto de la Providencia. Jamás se encontrará una explicación humana a todo esto. Sinceramente, me alegro mucho de que el Papa haya sobrevivido. Cuando vino a visitarme a la cárcel fue como un sueño, algo increíble. Fue un gran gesto y un hecho extraordinario estar con él después de todo lo que pasó. Pero para mí lo más importante fue el abrazo que el Papa dio a mi madre en una de las tres audiencias que tuvo con ella en el Vaticano. Admiro al Papa porque es el último baluarte, la última fortaleza moral para la defensa de este Occidente que va camino de convertirse en un desierto. ¿Qué alternativa hay al Papa y al Vaticano? Juan Pablo II es también un punto de referencia para todos los demás creyentes, para los musulmanes, para los judíos".
10. Hasta los medios más despistados afirmaban que todo salió de su unión con Dios, de su amor a Jesucristo. Se hacían eco de aquellas declaraciones de su portavoz ante la pregunta ¿qué es lo que más le impresiona de este Papa?: Verlo rezar. Cuando me asomo a su capilla privada y lo veo arrodillado en el reclinatorio frente al Sagrario, tengo la misma impresión de vértigo que siento ante un precipicio, ante un gran abismo. Es realmente impresionante contemplar ese encuentro diario entre Dios y su Vicario en la tierra.
Se vuelve a demostrar que —a pesar de las apariencias— la santidad es lo que en definitiva mueve al mundo, que "estas crisis mundiales son crisis de santos", y verdaderamente que "un hombre vale lo que vale su oración", como algunos de nosotros tantas veces hemos escuchado a San Josemaría. Nosotros mismos, siendo poca cosa y teniendo poco poder, podemos hacer mucho desde nuestro rincón si logramos tener una gran intimidad con Jesús. De ahí se desprenden hasta grandes consecuencias materiales, como hemos visto en estos días.
11. Cuando los gentilhombres levantaron el sencillo ataúd de vulgar ciprés y lo llevaron hacia la puerta de la Basílica, a todos se nos puso un nudo en la garganta: era la despedida definitiva, nunca más podríamos volver a ver aquella figura tan amable y tan querida, con la que tántos memorables encuentros habíamos tenido en aquel mismo lugar. Era el último instante, el definitivo. Se giraron y lo elevaron un poco, mostrándonoslo por última vez. Ahora el llanto era incontenible, aunque quisiéramos disimularlo. Nos dieron la espalda y se internaron en el interior invisible ya para nosotros de la Basílica. Nos quedamos pensando: "Si querer a este Papa era tan fácil, tan amable, tan atractivo, tan dulce e inefable..., lo qué debe ser conocer de verdad y querer a Cristo, ante quien este gran hombre que nos deja, era sólo como una gotita en el océano..."
Pero esa insignificancia ante la Grandeza Divina no menoscaba el arrebato de amor y admiración que sentimos ante quien será para todos San Juan-Pablo II Magno. Lo leía en otro periódico: "...cabría parafrasear al Marco Antonio de Shakespeare ante el César muerto: Éste era un Papa; nunca tendréis otro como él ".
12. Todos sabéis como empezó todo. Un chico de 21 años se arrodilla ante una imagen de la Virgen. Le dice que ha muerto su madre cuando tenía sólo nueve años, y una hermanita que no llegó nunca a conocer. Y su hermano muere heroicamente infectado por ejercer su profesión de médico con los enfermos contagiosos. Y finalmente muere su padre, único familiar que le quedaba, con quien tenía una relación profundísima. Al llegar apenas a la mayoría de edad me quedé solo. Perdí a todos los que podía haber llegado a querer en esta vida. Me puse de rodillas y le dije a mi Madre: te tengo sólo a Ti, me pongo en tus manos, Totus tuus ego sum!
Después vinieron épocas terribles: la invasión nazi y la persecución a los católicos. La segunda Guerra Mundial. La ocupación y el régimen comunista durante largas décadas, con mayor persecución aún, dada ahora su condición de sacerdote. Pero aquel joven sin ningún familiar en la tierra, ni primos, ni tíos, ni sobrinos..., ha sido el hombre más querido, más visto, oído y leído, más acompañado jamás en las 33 vueltas que dio a la Tierra. Cuando llegó la hora de su muerte, docenas de miles estaban bajo su ventana rezando por él el Rosario —que él mismo había restablecido como devoción popular—, y cientos de millones de personas de todo el mundo estaban acompañándolo con su pensamiento y con su corazón. Nadie jamás agonizó, ni probablemente agonizará, más acompañado en toda la historia. Aquel chico huérfano y solitario ha terminado siendo el hombre más acompañado y querido de todos los tiempos. Como dicen quienes se dedican a estas evaluaciones, y aunque la visibilidad en los medios no sea habitualmente medida de la verdadera importancia de un acontecimiento, su funeral, en latín y con una duración de tres horas (que no es el "espectáculo" más entretenido) ha sido el evento hasta ahora más retransmitido de la historia.
La conclusión es evidente: ¡que consecuencias tiene confiar en la Virgen como Madre...!
(Homilía de Ricardo Rovira, en el Colegio Mayor Belagua de Pamplona, UNIVERSIDAD DE NAVARRA, 3 de abril de 2005. Publicado por el ACTON INSTITUTE, Grand Rapids, USA, abril de 2005).
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