Gastón Escudero Poblete |
El pasado jueves 9 de junio el recién asumido Ministro del Interior, Mario Fernández, declaró: “Yo suscribo el proyecto que envió la Presidenta respecto de la despenalización del aborto en tres causales muy concretas” (La Segunda, p. 8).
No conozco al ministro pero no pongo en duda que sea un hombre bien intencionado. Por esto y por otras razones su declaración se me hizo, en principio, inexplicable. Es miembro de una institución católica que se caracteriza por su estricto apego a la enseñanza moral de la Iglesia. ¿Cómo entender entonces que suscriba un proyecto de ley que contraría dicha doctrina? Además, hace algunos años y en calidad de miembro del Tribunal Constitucional, votó en contra de la distribución de la “píldora del día después” por considerarla un fármaco potencialmente abortivo. ¿Cómo es que ahora apoya una ley que despenaliza actos que son, ya no potencialmente sino actualmente, aborto? Más aún, el mismo día en que realizó la citada declaración, acudió a la iglesia de la Gratitud Nacional a mostrar su rechazo al saqueo del templo y destrozo de una imagen de Cristo crucificado. ¿No resulta esto contradictorio con que horas antes haya manifestado públicamente su apoyo al proyecto de ley que autoriza el ejercicio de la violencia sobre seres que son templo vivo del Espíritu Santo e imagen viva de Cristo?