Antes teníamos más recursos que
proyectos para materializar. Ahora los recursos, por lo menos los financieros,
que mueven la investigación a cierta escala y la subsiguiente innovación, son
muy escasos. ¿Quiere decirse con ello que se renuncia a materializar aquéllos,
que se abandonen? ¿De qué sirve todo aquello por lo que nos esforzamos? ¿Es
esta una consagración del pesimismo?
Decía Jacques Delors (1988) que «en una economía inmóvil el progreso social
está congelado». Y sin embargo —añadía— «este
progreso recupera toda su fuerza y se convierte en la necesidad de una economía
en movimiento». Sabemos que progreso y desarrollo no son términos sinónimos y que puede haber desarrollo sin
progreso, porque éste suma el desarrollo material y el moral. «Social» no creo que signifique —en boca
del socialista Delors— que haya un
crecimiento en valores humanos y morales, sino que encubre el puro estado
hedonista de bienestar (Welfare State).
Desde su experiencia marxista y en su
libro autobiográfico, Eric Hobsbawm (2002) concluye que en los «interesantes» años del siglo XX ha
tenido lugar una paradójica combinación entre enormes catástrofes humanas y un
progreso extraordinario, no solo técnico, sino también de la mayoría de los
seres humanos. Vivimos —concluye— mejor que nuestros abuelos, más años, con más
oportunidades y posibilidades de movilización de conciencias. Cierto es que, merced
a una economía en expansión y a fructíferas investigaciones en el campo biomédico,
el mayor logro habido en el último siglo ha sido el incremento de la longevidad
humana. Pero esto tampoco es progreso.
Giulio Andreotti (1997) reconocía que
en Italia acaecen una serie de problemas nunca resueltos «porque ha crecido rápidamente, y es verdad que si un defecto podría
achacársenos es el no haber entendido que una sociedad que crecía tan rápido a
nivel económico, en calidad de vida, tenía necesidad de construir este progreso
sobre una base moral más fuerte». Sabemos que el progreso , para que sea
tal, tiene un doble componente, material y moral. Es también una evidencia
histórica que el progreso verdadero es una alianza irrompible entre dos
libertades: la económica y la política. Una alianza entre democracia y mercado,
ambos atemperados.
Volviendo al principio. La cuestión
que nos debemos plantear como ciudadanos no es si padecemos o no una crisis
económica y su magnitud, sino si ésta se encuentra o no debidamente gestionada
por los poderes públicos (Gobierno y
también Parlamento, no nos olvidemos de éste, que enmienda la plana al primero
y, a la postre le revisa los objetivos). Y esta gestión a la que me refiero
se realiza desde el Presupuesto, que: 1º) asigna recursos a las políticas que
se van a llevar a cabo; 2º) fija quién puede gastar y hasta qué límite, 3º)
para qué se hará el gasto y 4º) cómo se hará. Por tanto, en primer lugar deben
tener muy claro qué debe ser lo más y lo menos importante, qué es lo más
productivo en términos sociales, que no políticos de partido.
Por finalizar. Qué lugar se asigna en
los Presupuestos públicos a la investigación y a la innovación, que son una
apuesta para un futuro en el que se plantearán —ya se plantean— cuestiones
sobre la actividad inventora y la atracción de capitales, la propia condición
humana y las relaciones entre los hombres, así como los grandes interrogantes
de la vida y de la muerte. «Imaginar el
futuro tiene que ver con la capacidad de mantener la creatividad, que es el
principio activo de los mundos científico y tecnológico» (Javier Tejada,
2002).a su vez, Norman Foster (2004)
confesaba que fue liberador para él aprender en Yale que un hombre de su tiempo
debe innovar, «que es algo que uno debe
hacer de cara a la posteridad». Y la posteridad, como enseña Marías, no es
el abstracto futuro, sino el porvenir. Es una prueba que hay que atravesar con
ilusión para repristinar valores deteriorados por la incuria de los tiempos o para
dotarse de ellos. Decía Melchor Gaspar de Jovellanos que «el hombre vale lo que sabe; pero no vale más el que sabe más, sino el
que sabe mejor», señalando implícitamente que la senda a seguir ha de ser
la del conocimiento hacia la libertad y desde ella al progreso.
Llegado aquí, me queda el mismo
sentimiento que agobiaba a un controvertido profesor de derecho procesal: en
este país es algo muy frecuente que «a
quien señala la Luna, la gente se le queda mirando el dedo».
ANDREOTTI, Giulio, entrevista con
Pedro Corral, ABC, Madrid, 2 de enero
de 1997.
DELORS,Jacques, «L’Europa. Un movimento, una direzione». En L’avvenimento
europeo. Iniziative e dibatti. 1992…e doppo. 1 ed Marsilio Editori, 1988,
p. 26.
FOSTER, Norman, entrevista con
Cristina Carrillo de Albornoz. El Semanal,
17 de enero de 2004, pp. 32 y ss.
HOBSBAWM, Eric , Interesting
Times: a Twentieth-Century life. Allen Lane, London, 2002.
TEJADA, Javier, «Las invenciones que vienen». Diario de Navarra, Pamplona,
29 de junio de 2002, p. 19.
ZARZALEJOS, Jesús, «No sólo un mal ejemplo». ABC, Madrid, 21 de noviembre
de 2001, p. 32.
No hay comentarios:
Publicar un comentario