domingo, 2 de diciembre de 2012

SABER VIVIR LOS VALORES DE SIEMPRE - Por Raúl Alas

En marzo de 2011 el Sector Empresarial Organizado presentó a la sociedad guatemalteca el documento 2012 Nuevo Principio, para proponer una visión transformadora de la realidad nacional y generar un cambio de cultura desde el entorno inmediato de cada uno, por lo que se invitaba a todos los guatemaltecos a trabajar en 4 ejes: Recuperar valores en la sociedad, promover la formación de jóvenes líderes, aprovechar responsablemente los recursos naturales y trabajar en una cultura de paz y legalidad en Guatemala.


Ahora, después de un año de su lanzamiento público y haber llevado a cabo reuniones y contactos estratégicos con diversos sectores relevantes de la sociedad guatemalteca, algunas entidades han identificado en sus análisis particulares, temas centrales que coinciden con los ejes que plantea el documento. En concreto, el Informe de Desarrollo Humano de PNUD 2011/2012 y los Diálogos sobre Violencias y Juventudes de la UE, aluden de forma directa a la situación de la juventud guatemalteca alrededor del contexto actual de oportunidades y carencias, de una realidad compleja que es preciso superar.

Lo cierto es que Guatemala tiene una amplia población joven, que constituye una fortaleza importante para sacar adelante al país. Según cifras oficiales del INE, se estima que el 50% de la población guatemalteca tiene menos de 30 años, lo cual indica que el país tiene una base amplia en la que se puede construir y desarrollar. Pero también es verdad que cada año se incorporan unas 160 mil personas a la Población Económicamente Activa, de las cuales se calcula según datos del IGSS que únicamente entre el 10%-13% logra acceder al mercado laboral en condiciones de formalidad y ser parte de la dinámica necesaria que la sociedad requiere para progresar.      

En este sentido, en el documento 2012 Nuevo Principio, se afirma que “la juventud de hoy es un espejo de la situación actual del mundo, de manera que sus problemas y desafíos son consecuencia de la motivación social. Su participación en los diferentes procesos sociales tiene como referencia los modelos participativos actuales, así que su involucramiento depende de las circunstancias y del ambiente en que crecen”.

Sin lugar a equivocarnos, la realidad de muchos jóvenes, es producto de descuidos importantes en su formación y de una falta sensible de referencias claras de parte de sus padres y educadores en su proceso educativo. Buena parte de la generación anterior, la que ahora tiene la responsabilidad de orientar a la juventud actual, es una generación que se enfrentó a la contradicción de una época marcada por la ruptura con el statu quo. Una generación marcada por cambios drásticos en la sociedad y expuesta frontalmente a una polarización ideológica que alteró el orden establecido, lo cual derivó en diversas secuelas que el país aún padece.

Por eso, cuando se habla de la familia o de la escuela como fuente de valores, hay que aclarar que en los últimos 30 años, estas instituciones han sufrido un gran desgaste de sus cimientos de unidad y de sus principios esenciales como referentes de autoridad. En efecto, la desintegración conyugal, la progresiva migración de cabezas de familia a otros países, la violencia en sus diversas expresiones, la falta de instituciones fuertes y las precarias condiciones socioeconómicas de buena parte de la población, entre otros factores, han propiciado una generación de padres ausentes y de maestros formados deficientemente, que han facilitado la proliferación de las pandillas y la violencia juvenil. 

En este sentido, el civismo, la urbanidad y otras importantes virtudes son conceptos abstractos para muchos jóvenes de hoy, aún cuando los perciban como algo bueno. Asimismo, las escalas de valores son confusas para la mayoría de estos guatemaltecos que se incorporan a la sociedad año con año. No porque les resulte fácil o difícil ponerlos en práctica, sino porque no ven reflejados estos y otros valores en los adultos que ellos admiran y aman.

Al respecto, el Sector Empresarial ve tres condiciones relevantes para recuperar terreno en esta materia. Primero, abrir un debate sobre la formación de valores, tales como el trabajo, la responsabilidad, la honestidad, entre otros, que actúan de forma transversal en el resto de las acciones que hacemos. Segundo, orientar nuestra sociedad a la participación activa de los jóvenes, por medio de un proceso de cambio generacional y, particularmente, de iniciativas que permitan enlazar la empresa con la universidad, para generar una formación acorde a la actualidad laboral. En tercero, reconstruir el tejido social, que permita una integración de la sociedad en aras de resolver los principales problemas que enfrentamos como país, tal y como lo han hecho otras sociedades en los últimos lustros.

En cuanto a la formación de valores, vemos necesario apuntar alto en todos aquellos valores humanos que construyen sociedad, lo cual se traduce en forjar entre todos, particularmente en los jóvenes, una voluntad de respeto en diversos aspectos de nuestro ser, actuar y hablar. Bajo esta lógica, el respeto significa un acto de voluntad que trasciende de mí: respeto a los demás como quiero que me respeten a mí. Y esto se aprende por ósmosis desde la niñez, a través del buen ejemplo de los padres y, luego, por el comportamiento que vemos en los maestros y demás adultos.

Por lo tanto, la voluntad de respeto tiene varias derivaciones, de las que proponemos algunas. En su orden, respeto a la persona humana, en la dignidad, identidad e integridad de la vida propia y ajena; respeto a principios esenciales, que tienen que ver con el sentido de trascendencia y referencia ética, así como con la defensa del bien común y el Estado de Derecho; respeto a la propiedad privada, que es un deber de justicia con los verdaderos dueños de los bienes y un derecho a usar lo propio con responsabilidad; respeto a la puntualidad, en nuestras citas y compromisos, pues constituye el rostro amable del respeto a los demás; respeto a la libertad de credo religioso, tal y como lo establece la Constitución, sin admitir ofensas contra nuestras creencias personales; respeto a los símbolos patrios, como verdadero amor por nuestro país, sus nobles tradiciones y la riqueza de su cultura ancestral; respeto a la palabra dada, en las relaciones personales, profesionales y contractuales; respeto a las ideas ajenas, incluso cuando son contrarias a nuestros puntos de vista, pero sin dejar de defender con amable firmeza las propias ideas; y respeto a la libertad de expresión y de prensa, como garantías del libre juego democrático, pero con sentido de la responsabilidad.

En lo relacionado con la participación activa de los jóvenes, es importante ver más jóvenes en las empresas, más jóvenes en los partidos políticos, más jóvenes liderando iniciativas sociales y cambiando el país. Ciertamente, resulta esperanzador ver movimientos de jóvenes que manifiestan alguna forma de participación ciudadana, que si bien no son suficientes, constituyen un buen signo del interés que hay por cambiar las condiciones actuales de Guatemala. Sin embargo, el desafío es lograr que las nuevas generaciones se involucren en la vida política del país y actúen en consecuencia.

Por eso, al hilo del documento 2012 Nuevo Principio, “más que trasladar conocimientos, es importante recordar la labor de orientar a las mentes jóvenes. Los conocimientos no les darán la verdad sino les enseñamos a descubrirla en ellos mismos. Exijamos que esta lógica se rescate en las aulas para impulsar líderes con ideas y no solo opiniones”.

En otras palabras, las instituciones educativas y las universidades tienen el rol de presentar las opciones, enseñar a discernir y analizar, así como de convencer a sus alumnos que hay una visión en la que todos coincidimos, pero hay que descubrirla juntos. Asimismo, es prioritario que en línea con esa perspectiva, también se pueda  contar con un sector académico innovador y competitivo, que impulse la investigación y contribuya a formar a una fuerza laboral con capacidades alineadas a la demanda de los diversos sectores productivos. 

Por último, vemos necesario reconstruir el tejido social, que nos permite compartir un sentido de unidad nacional bajo la premisa fundamental que todos somos guatemaltecos, iguales ante la ley. En otras palabras, compartimos todos una misma Patria, un hogar común y una riqueza cultural, que nos hace ciudadanos de esta tierra que amamos. Por eso, el desafío es integrarnos como sociedad a partir de las fortalezas que compartimos y trabajar juntos para enfrentar los problemas que nos aquejan a todos por igual.

En las circunstancias actuales, es decisivo sacar provecho de nuestra propia historia, para rescatar lo bueno y no repetir lo malo. En este sentido, está claro que quejarse no conduce a nada, porque el que se queja está queriendo rehacer el pasado y el pasado solo sirve para aprender. En su lugar, conviene que nos convirtamos en emprendedores de nuevas ideas, porque solo progresan los países que procuran mejorar las condiciones existentes y se arriesgan a superar nuevos retos. Si logramos eso, la puerta del futuro se abre para los que trabajan duro por sus principios, sus seres queridos y su hogar.

Y en este contexto, saber vivir los valores de siempre resulta fundamental para contar con personas felices, que manifiestan paz y alegría, incluso en medio de contradicciones. Personas seguras, libres y responsables, que procuran hacer el bien aunque les cueste. Por eso, si nuestra juventud dispone de nuevas y mejores oportunidades, que le permitan gozar de una mejor nutrición desde la infancia, una formación académica de calidad y, sobre todo, un ejemplo de bien en el entorno inmediato de su hogar, la sociedad podrá tener una base extraordinaria de ciudadanos excelentes.

Esto no es un sueño remoto, sino más bien una realidad posible que implica un esfuerzo compartido por transformar el país desde nuestra situación personal con espíritu de ejemplaridad.  En aras de lograrlo, es importante hacer tres esfuerzos para revertir el patrón de la cultura actual: Reconstruir la clase media, a través de la integración familiar y su expectativa de movilidad social; rescatar lo público, por medio de la revalorización de la gestión pública; y establecer un pacto de valores, que permita poner a la sociedad en marcha en los esfuerzos prioritarios. De esta forma, todos los guatemaltecos y, en especial, los jóvenes, podrán contribuir con su buen hacer a forjar un país digno de habitar, trabajar y vivir.


Raúl Alas es Director de la Unidad de Comunicación Empresarial de CACIF. Doctor en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra, España.

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