En los preliminares de "Hablando se entiende la gente", un libro de nuestro autor escrito con gran espíritu de servicio y, quizás por ello, de carácter introductorio, nos advierte que “lo antiguo no es inservible por ser antiguo, más de una doctrina y enseñanza de los clásicos no ha perdido un ápice de su vigencia y así ocurre con las de Quintiliano, el venerado calagurritano"1. En la especialidad a la que Kurt Spang ha consagrado una vida de estudio, investigación y docencia, se percibe paladinamente cómo el modo de concebir y desarrollar una disciplina en la Antigüedad, puede aún hoy nutrir, inspirar y enriquecer su enseñanza y su aplicación en pleno siglo XXI.
No es sospechoso Epicuro de exhibir actitudes filantrópicas, sin embargo, parece que se le atribuye a él aquello de “vana es la palabra del filósofo que no remedia alguna dolencia humana”. En unos momentos en los que soportamos un torpe pragmatismo en la revisión de planes de enseñanza, es natural que reaccionemos defendiendo el valor de las Humanidades por sí mismas, aunque tengamos que reconocer que, en ocasiones, algunos las cultivan para una exclusiva gratificación personal. Pero hay quienes saben armonizar un verdadero humanismo con sus legítimas derivaciones en beneficio del entorno social.
En abril de 1999 el profesor Spang visitó mi tierra natal, Montevideo, y en la más antigua y principal escuela de negocios de aquel país —el Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (IEEM)— impartió un extenso seminario de Retórica para empresarios. Muchos de los asistentes, hombres de espíritu práctico y que siempre piensan que disponen de poco tiempo, en vísperas de la primera sesión, manifestaban su desconfianza en la utilidad de algo que les llevaría una larga e intensa semana. Al finalizar, la gratitud y el reconocimiento hacia aquel profesor de una disciplina que antes les parecía arcaica y academizante, eran unánimes y fervorosos.
También en Uruguay, por aquellas fechas, introdujo en la ciencia retórica a los alumnos y profesores de la naciente Universidad de Montevideo. Escuché y leí, tiempo después, manifestaciones públicas de Mercedes Rovira —Decana de la Facultad de Humanidades de esa Universidad, hoy muy consolidada y prestigiosa— el grato recuerdo que quedó de aquel profesor de formación y carácter muy alemán, pero con un admirable manejo del castellano y de la idiosincrasia latina... Kurt Spang ayudó entonces, con su presencia allí, a una internacionalización cálida, en una casa de estudios que estaba dando sus primeros pasos en un ambiente hostil.
Ya en Pamplona, pude comprobar casi diariamente el aprecio —también por sus aplicaciones prácticas— con que los participantes en el programa de Master y Doctorado en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, dirigido desde el Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra, reciben las clases de Retórica de nuestro profesor hispano-alemán. La opinión de estos alumnos es especialmente relevante porque, además de pertenecer a países de los cinco continentes, en su mayoría son personas con un espíritu crítico muy desarrollado: suelen tener amplia experiencia profesional en cargos de administración pública y gobierno, en muchas ocasiones están en edades que superan los 40 o los 50 años, o son ellos mismos destacados profesores de otras especialidades.
Pero quizás la manifestación más inesperada de ese generalizado espíritu de servicio, bien práctico, de nuestro profesor de Retórica, la podamos encontrar en un libro que publicó, en su primera edición, en el mes de septiembre del año 2002: El arte del buen decir. Predicación y retórica 2. Aunque es posible que, en este caso, además de ayudarnos con su ciencia a los predicadores (como a mí mismo, sacerdote católico), Kurt Spang pretendió aquí dejar de sufrir... sermones inaguantables; y ello a pesar de la rica y antigua tradición que también tiene la oratoria sagrada. Sería muy deseable una amplia difusión de esta obra suya para que en el futuro muchos no sean víctimas de la imperitia dicendi, como se nota veladamente en estas páginas que lo ha sido el profesor Spang.
LA RETÓRICA EN LA VIEJA Y EN LA NUEVA POLÍTICA: ISÓCRATES
De modo reincidente, podemos encontrar a lo largo de la historia de la vida política de occidente, que ante situaciones de crisis generalizada, además del frecuente recurso revolucionario o de la moderación reformista, siempre han aparecido dos soluciones que se presentan como alternativas casi excluyentes: la incorporación a la dirigencia política de nuevas generaciones y/o de nuevos estilos —lo que ha dado en llamarse la regeneración de la dirigencia—, y una opción más a largo plazo que ha sido preferida por destacados filósofos políticos: concentrarse en la buena formación ética y técnica de los futuros gobernantes; por tanto, apostar al futuro confiando en la educación, tomarse el tiempo necesario para que las reformas comiencen desde el interior de las personas decisivas, y así puedan ser más profundas y duraderas. No en vano, procede de los años del dominio de Roma sobre el mundo antiguo, la máxima de quien mueve la cuna mueve los imperios...
Algo de ese espíritu latía hace veinte años en varios centenares de jóvenes argentinos, marcados por el dolor de comprobar que su Patria, y otros países de la región latinoamericana, no lograban superar el estancamiento y las continuas crisis sociales, económicas y políticas, a pesar del magnífico capital humano y natural que generalmente poseen. El diagnóstico de la principal causa es unánime: la falta de idoneidad ética y técnica de quienes allí administran la cosa pública. Así fundaron CIVILITAS, con el fin de llamar a la responsabilidad hacia los deberes políticos, convocar a quienes tienen cualidades, ofrecerles una adecuada formación y luego impulsarlos a la acción pública, respetando las inclinaciones partidarias de cada uno. Por cierto, en la fase de formación que ahora desarrollan en varias naciones hispanoamericanas, puedo testificar que están presentes las artes oratorias a través de algunos antiguos alumnos de Kurt Spang, que vuelcan en sucesivas generaciones algo de la riqueza que han recibido de él, prolongando así su magisterio en aquellas tierras.
Pero la terapia para hacer frente a este tipo de diagnósticos tiene una larga historia. Hacia finales del siglo V a.C. en Atenas crece la conciencia de estar viviendo un período histórico crítico. Después de las Guerras Médicas (500-449 a.C.) se desató la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.). Poco más tarde, la Guerra de Corinto. Al esfuerzo, y el desgaste consiguiente, de luchar contra los persas, se suman las luchas fratricidas entre griegos. Se debilita la polis, decae Atenas, quiebra la economía, proliferan los demagogos, la antigua superior cultura ya no se demuestra eficaz para contener el crecimiento de la inmoralidad, de la irresponsabilidad vanidosa, de ambiciones subalternas... Crece la amenaza —luego confirmada— de la pérdida de la libertad y la sumisión al poder extranjero. Los espíritus mejores buscan soluciones. Entre ellos está Isócrates. Es un representante típico de la segunda alternativa arriba mencionada. Forma parte, como Platón y Jenofonte, de la rica herencia que deja Sócrates 3.
Ateniense nacido en el 436 a.C., recibió una esmerada educación de sus maestros Pródico, Tisias, Terámenes y Gorgias 4. Alcanzado por la ruina a consecuencia de la guerra del Peloponeso, se gana la vida como logógrafo, aunque luego se esfuerce en disimularlo. Consciente de sus limitaciones para dedicarse a la oratoria política por su debilidad de voz y timidez, funda escuela en Atenas hacia el año 392-393. Discípulos suyos fueron políticos como Timoteo y el otro Licurgo, historiadores como Éforo y Teopompo, oradores como Iseo y, probablemente, Demóstenes. Por la larga duración de su vida, es lo que los antiguos llamaban un macróbioi. Morirá casi contemporáneamente con la derrota griega en Queronea (338 a.C.) que muchas décadas antes venía previendo e intentando evitar. No alcanzará a ver el triunfo de sus ideas en la constitución de la Liga de Corinto, en la que bajo hegemonía macedónica, Grecia entera —menos Esparta— se une para oponerse a Persia y liberar las ciudades griegas de Asia.
Isócrates es un hombre comprometido con su patria y con su época; no vuelve la espalda a los problemas presentes y futuros. Intenta resolverlos apostando a la educación en las virtudes morales y cívicas. Atiende a su vez a las dificultades externas e internas de su ciudad. Para aquellas propugna la alianza panhelénica, principalmente ante el peligro persa; para éstas confía en la formación de nuevos dirigentes políticos, superiores en virtud, y en el aumento de la cultura ciudadana. El recurso a los antiguos ideales patrios es el paradigma a reconquistar. Puede afirmarse que contribuyó con sus ideas al nacimiento de la llamada etapa helenística. Con capacidad de anticipación, aceptó que había que renunciar al malentendido orgullo ático, y propició la alianza con los antiguos enemigos espartanos, y luego la convivencia con el nuevo poder macedónico.
También atiende a lo externo e interno en la formación de los ciudadanos. No alcanza con mejorar las instituciones y el comportamiento cívico, hay que mejorar el interior de las personas y, así, se asegurará también la mejora y estabilidad de aquellas. Quiere convertir, entonces, su escuela en un instrumento de servicio público. Pero para poder dedicarse con seriedad a este importante menester hay que limitar el número de discípulos: serán turnos de nueve, para poder conocerlos bien e incidir en la mejora de su intimidad. Si el cambio no parte desde lo más íntimo, no será eficaz. Actuaba sobre sus alumnos de forma directa, con mucho trato personal. Así como la paideia era el camino para recuperar el esplendor de la antigua politeia, una fuerte ascesis personal será necesaria para garantizar la eficacia pública del futuro gobernante. Aspiraba a una democracia basada en la justicia, pero dirigida por una aristocracia de los mejores: los más virtuosos y sabios, los mejor educados 5, son quienes deben ser promovidos a las mayores responsabilidades. Aunque en sus diferentes discursos podemos encontrar cómo insiste de diversos modos en esta idea suya, en el Aeropagítico es donde trata más orgánicamente sobre la necesidad de educar a jóvenes para la política, y donde de modo formal presenta el aristocrático concepto de pátrios politeía, instando a inspirarse siempre en el "gobierno de los padres". También allí, explicita otra idea muy característica suya: el jefe militar debe ser acompañado por el consejero, porque acción y reflexión siempre deben ir juntas.
Isócrates, que en un primer momento se consideró poco dotado para influir en los espacios públicos, nos brinda el ejemplo de quien con buenas ideas supera sus limitaciones físicas y caracteriológicas, y termina gravitando no solamente por sus discursos, sino principalmente a través de los hombres que formó. A diferencia de los sofistas, promueve que la retórica se ocupe de la realidad circundante.
EL MÉTODO ISOCRÁTICO PARA LA REFORMA POLÍTICA
Estamos ante un caso paradigmático de confianza en la ciencia retórica para la solución de problemas prácticos. Puesto que pertenece a un pasado distante, quizá valga la pena pensar qué descodificaciones serían necesarias para que pudiera tener aplicaciones en la actualidad.
La secuencia de su sistema para la reforma ética y política podría resumirse así:
1. Creación de una escuela con un maestro muy dedicado a sus discípulos.
2. Formación de oradores, en la que el logos 6 es parte esencial para la construcción de la convivencia ciudadana.
3. El discurso, como instrumento de una buena comunicación, será un arma importante para la reforma política y de las costumbres, en un ambiente y un tiempo, en el que es el principal medio de comunicación de ideas.
4. A su vez, el orador no recibe solamente una formación técnica para lograr la buena composición y elocución del discurso, sino una formación integral: persuade apoyándose en la ejemplaridad y solidez de sus virtudes; sin una superior formación y vida ética sería inútil toda formación retórica.
5. El orador forma al pueblo, pero antes debe apuntar a la formación de buenos dirigentes 7.
6. En la ejecución del discurso y en el debate con sus contrincantes, el orador no cesa de aprender: "de los mismos argumentos que nos sirven para persuadir a los otros, de ésos nos valemos para reflexionar"; como buen socrático, sabe que se comprende mejor al tener que explicar los conceptos, y que del contraste de opiniones mana un nuevo conocimiento.
7. La filiación socrática también puede advertirse en la concepción de unidad en la virtud; el maestro en Protágoras establece que en el fondo todas las virtudes constituyen como una sola virtud (lo que la ascética cristiana llamará en su momento "unidad de vida"), Isócrates considera que vivir bien, virtuosamente, y tener paz en el alma, lleva a pensar bien, y ello a escribir bien, de lo que se deriva hablar bien, y esto permite transmitir el bien a otros, multiplicando la posibilidad personal de hacer el bien. El ideal educativo del orador es, por consiguiente, el ideal del bien decir fundado en el bien saber y en el bien vivir.
8. La profesión oratoria es camino para el ascenso en las responsabilidades ciudadanas, y terminar ocupando puestos de gobierno.
9. Esos nuevos gobernantes, bien imbuidos de la superior cultura griega, serán maestros no solamente para su pueblo, sino que harán de los griegos "un pueblo de maestros", haciendo prevalecer sus ideales y su dominio político en círculos cada vez más amplios de territorios bárbaros.
BALANCE DEL ESPÍRITU ISOCRÁTICO
Debe reconocerse que Isócrates logró personalmente esa capacidad de visión, de ver más allá que sus iguales, de anticipación, que exigía para el buen político. Superando los prejuicios de su época, en su discurso A Filipo, intenta persuadir al macedonio que se convierta en portaestandarte ad extra de la cultura griega, presagiando así la difusión de esos valores que realizará Alejandro en el período helenístico. Su pensamiento político intenta interpretar los cambios históricos y adaptarse a los datos de la realidad. Pero no parece haber sido bien comprendido en este empeño suyo, y así, algunos lo han calificado de oportunista.
El núcleo de toda su actividad se concentra en quien para él debe ser el primer sujeto de toda educación: el gobernante. Así la trilogía de discursos 8 A Nicocles—Nicocles—Evágoras, presenta un cuerpo unitario de doctrina sobre las características que debe poseer todo buen gobernante. Evágoras es monarca de Salamina en Chipre, y Nicocles su hijo y sucesor, discípulo en la escuela del retórico ático. En el primero, el maestro se dirige al discípulo que va a ocupar el trono de su padre; quiere entregarle un obsequio: apuntalar su tarea de gobernante con sus consejos. En el segundo discurso, el mismo Nicocles aparece dirigiéndose a sus súbditos, donde les expone la filosofía y programa de gobierno que se propone llevar a cabo. Evágoras fue escrito en los primeros tiempos del gobierno de Nicocles, y allí Isócrates le pone como modelo de gobernante ideal a su padre. Puede constatarse que este maestro de retórica es un político peculiar, que hace Política de modo indirecto o mediato.
Podrían resumirse las cualidades que deben adornar al gobernante ejemplar en una serie de virtudes, algunas de las cuales deben ser propias de todo buen ciudadano, y otras específicas de esa alta función. Deberá ir muy por delante de sus súbditos en todo 9. Afrontará con valentía y generosidad las consecuencias de sus decisiones; como el buen pastor evangélico, va por delante del rebaño, no se esconde detrás de él cuando se acerca el peligro 10. Como es propio de quien formó sus opiniones políticas a partir de un pragmatismo histórico, Isócrates aconsejará ser sagaz en la observación de los hechos y en el conocimiento de las personas para tomar decisiones 11. Hay que estar atentos a los más esforzados y capaces para promocionarlos, estableciendo una sana competencia entre sus colaboradores, constituyendo así una especie de meritocracia 12. La experiencia de gobierno y el estar atento a todas las circunstancias, también pueden explicar ciertos excesos de los gobernantes 13, y por ello es importante la interacción cercana entre los súbditos y sus jefes, y formar a los jóvenes en la obediencia para que después sepan mandar. Saber ponerse el de arriba mentalmente en la situación del de abajo, y viceversa. La prudencia es también saber elegir asesores y rodearse de los mejores consejeros, aunque esto signifique romper el círculo 14 que se forma en torno a quienes detentan el poder: hay que ir a buscar a los mejores allí donde estén, sin detenernos en diferencias que a veces son superficiales, así como hay que tomar las buenas ideas donde estén, sin fijismos propios del prejuicio. El trasfondo socrático vuelve a aparecer en el consejo del dominio de sí mismo: "Sé señor de ti mismo no menos que de los demás, y considera que lo más digno de un rey es no ser esclavo de ningún deleite, y gobernar sus deseos más que a sus súbditos" 15.
Tanto gobernantes como gobernados deben mantener una distancia interior ante el éxito o el fracaso; esa fortaleza de espíritu se traducirá en ser humildes, en no caer en la peligrosa soberbia que lo arruina todo ("los que no resultan corrompidos por el éxito, ni se enajenan, ni se vuelven soberbios, antes bien permanecen en la disposición propia de los hombres prudentes..."). Todos también deben practicar lo que hoy en día llamaríamos transparencia: "Procurad que vuestra actuación pública no sea astuta u oculta, sino tan sencilla y tan clara, que ninguno, aun queriendo, pueda fácilmente calumniaros" 16. Hasta podemos encontrar una formulación ante litteram de algún principio de la ética kantiana: "Lo que os irrita que otros os hagan, no lo hagáis a los demás. Lo que reprobáis con las palabras, no lo practiquéis con vuestros actos. No sólo elogiéis a los buenos, imitadlos también" 17. Aunque no parece considerar, como Jenofonte, que toda educación tiene naturaleza mimética, sin embargo continuamente realza la importancia de las conductas ejemplares, en primer lugar las que vienen desde arriba, exempla trahunt:
No creas que conviene a otros vivir ordenadamente, pero que a los reyes les va bien el desorden; por el contrario, presenta a los demás como ejemplo tu prudencia, sabiendo que las costumbres de todos los ciudadanos imitan a las de sus gobernantes (...) Sé delicado en tu vestimenta y en el ornato de tu persona, pero firme en los demás asuntos como conviene a los reyes; para que quienes te vean, por tu aspecto te consideren digno del poder; y los que viven contigo tengan la misma opinión que aquéllos, por tu fortaleza de ánimo. Lo que aconsejes a tus hijos, tenlo por digno de ti mismo 18.
Pueden encontrarse numerosas similitudes de enfoque y de contenidos entre las obras de educación política de Isócrates 19 y Jenofonte. Por las fechas de composición relativa 20, es probable que el retórico haya mostrado un prometedor camino al historiador, aunque luego éste, al trabajar sobre un modelo antiguo, pudo expresar sus opiniones con mayor libertad y claridad.
CONCLUSIÓN
Hemos comenzado estas líneas de homenaje a nuestro querido y admirado profesor Kurt Spang, intentando recordar algunas de las actividades humanas a las que él eficazmente iluminó y sirvió desde una de las especialidades que domina, la Retórica; aplicándola a la formación de empresarios, universitarios, dirigentes públicos y ministros sagrados, también más allá de las fronteras alemanas y españolas. Tomando sus propias palabras, hemos recordado que podemos seguir aprendiendo y aplicando técnicas y conocimientos de los antiguos.
Espigando entre tantos Maestros que nos ha brindado la cultura griega, hemos fijado nuestra mirada en un cultivador de la misma disciplina que nuestro profesor hoy homenajeado. Isócrates fue un caso paradigmático de quien estima que la Retórica, bien utilizada como instrumento formativo, puede solucionar graves problemas políticos y sociales. Coincide en la complementación entre el logos, el ethos y el pathos aristotélico 21, como también, en cierto modo, coincidirán Cicerón 22 y Quintiliano 26. La integridad moral del emisor y la verdad transmitida en el mensaje, forman parte de la eficacia en el receptor 24.
Leo Strauss en la filosofía política, Peter Drucker en la ciencia empresarial, y tantos otros, han sabido aprovechar los ricos filones de la sabiduría antigua, para nutrir y enriquecer con gran éxito, hoy, las ciencias que cultivan. Suelen tener un buen resultado asegurado los programas de formación apoyados en la solidez de los clásicos. Así lo demuestran algunas de las actividades recientes del profesor Spang.
En su discurso de recepción en la Académie des Ciences Morales et Politiques des Institut de France, el Cardenal Joseph Ratzinger, recordaba que los asuntos sociales más graves no se resuelven mejorando las estructuras sino principalmente las personas que las componen y dirigen. No me he atrevido a escribir nada sobre el profundo valor humano que encierra la persona a quien ahora estamos manifestando nuestro afecto y reconocimiento. Kurt Spang representa bien aquella definición de Catón el Mayor: vir bonus dicendi peritus. Pero quizás deberíamos reflexionar hasta dónde son menos imprescindibles las ciencias, artes y técnicas que favorecen la comunicación, buen entendimiento y convivencia pacífica entre los hombres, cuando existe –como es el caso- una alta calidad humana y una profunda bondad moral en las personas.
Ricardo Rovira Reich
Instituto Empresa y Humanismo. Universidad de Navarra
Presidente consejo asesor de CIVILITAS (Córdoba. Argentina)
BIBLIOGRAFÍA
Aristóteles, Retórica
Cicerón, De Oratore
Gil, A., “Retórica y humildad. Reflexiones sobre el ethos del orador”, Empresa y Humanismo, 9, 1/06, 2006, pp. 75-95.
Gomperz, H., “Isokrates un die Sokratik”, Wiener Studien, 27, 1905, y 28, 1906, passim.
Isócrates, Discursos I, ed. J. M. Guzmán Hermida, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 1979.
Carta IV a Filipo, en Speeches and Letters, ed. G. Norlin, Cambridge MA, Harvard University Press, 1980.
Jaeger, W. Paideia, México-Madrid, FCE, 1957.
Jenofonte, Ciropedia, ed. A. Vegas Sansalvador, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 1987.
Kennedy, G., The Art of Persuasion in Greece, Princeton University Press, 1963.
Quintiliano, Institutiones oratoriae.
Ratzinger, J., Verdad, valores, poder, Madrid, Rialp 2005, pp. 27-40.
Spang, K., Hablando se entiende la gente ( Introducción a la comunicación verbal ), Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert, 1999.
El arte del buen decir ( Predicación y retórica ), Barcelona, Centre de Pastoral Litúrgica, 2002.
NOTAS
1. Spang, 1999, p. 17.
2. Spang, 2002.
3. Para la influencia de Sócrates sobre Isócrates, en general, ver Gomperz, 1905 y 1906; para la influencia en su pensamiento político: Kennedy, 1963, p. 184.
4. Las principales fuentes para conocer su vida son Dionisio de Halicarnaso en el prefacio del libro sobre Isócrates, el Pseudo-Plutarco en la Vida de los 10 oradores, y una Vida anónima atribuída a Zósimo.
5. Considerando que la labor pedagógica —junto a la regeneración ética— forma el núcleo sobre el que pivota todo el programa político isocrático, es de interés conocer qué entiende por un hombre bien educado. Al respecto hay un texto suyo muy significativo: "Así pues, ¿a quiénes considero acabadamente educados, dado que yo no tomo en cuenta para ello las artes, las ciencias y las capacidades? En primer lugar, a los que tratan atinadamente los asuntos que se presentan cada día, y tienen la opinión adecuada a las circunstancias, capaz de conjeturar lo que es ventajoso en la mayor parte de los casos. Después, a los que tienen una relación conveniente y justa con aquellos con quienes conviven —llevando fácil y pacíficamente sus asperezas y los caracteres muy difíciles de soportar— y que muestran también la mayor paciencia y consideración posibles hacia los que tienen trato con ellos. Además, a los que, por una parte, señorean siempre sobre los placeres y, por otra, no se dejan abatir por completo en las circunstancias adversas, sino que en ellas su ánimo se torna valeroso y digno de la naturaleza de la que participan. En cuarto lugar, y lo que es lo mejor, a los que no resultan corrompidos por el éxito, ni se enajenan, ni se vuelven soberbios, antes bien permanecen en la disposición propia de los hombres prudentes y no se alegran más por los bienes que les depara la suerte que por los que provienen, desde su origen, de su propia naturaleza y sensatez. Los que tienen una disposición anímica en armonía no sólo con una de estas condiciones, sino con todas ellas, éstos digo que son hombres sabios y formados, y que poseen todas las virtudes" (Isócrates, Panatenaico, 30-32).
6. Marcando su oposición a los sofistas, y refiriéndose a quienes rechazan el valor de la retórica y la elocuencia afirma nuestro autor: "... son adversos precisamente hacia aquella actividad que, de todas cuantas existen en la naturaleza humana, es la causa de los mayores bienes. Pues en todas las demás, nada nos diferencia de los otros animales, y aun en la ligereza, en la fuerza y en otras cualidades somos inferiores a muchos de ellos; mas porque existe en nosotros la capacidad de persuadirnos unos a otros y de manifestarnos lo que deseamos, no sólo pudimos apartarnos de la vida salvaje, sino que nos hemos congregado formando ciudades, establecimos leyes, inventamos técnicas y, en fin, casi todas las cosas que hemos producido, es la palabra quien nos las han procurado (...) Pero si hemos de resumir los bienes que debemos a esta facultad, no encontramos cosa alguna hecha con inteligencia que se haya hecho sin la palabra, antes bien veremos que en todas las obras y los pensamientos la palabra tiene la parte principal, y que los que tienen mayor inteligencia son los que más se valen de ella; y así los que se atreven a maldecir a quienes se dedican a la educación y a la filosofía, son merecedores del mismo repudio que los que faltan a lo que es propio de los dioses" (Isócrates, Nicocles, 5-9).
7. "Yo, pues, apruebo todos los discursos que pueden sernos útiles hasta en la cosa más mínima; pero en verdad, juzgo que los más excelentes, más dignos de un rey y más propios de su condición, son aquellos que aconsejan, ya sobre las costumbres, ya sobre la administración del Estado. Y todavía más: de éstos, prefiero aquellos que enseñan a los gobernantes cómo conviene tratar con la muchedumbre y, a los particulares, qué disposición de ánimo deben tener con los que los gobiernan. Porque veo que es por esto que las ciudades llegan a ser muy felices y poderosas" (Isócrates, Nicocles, 10).
8. Pertenecen a su etapa de discursos epidícticos, que recuerdan a los poetas elegíacos.
9. "Era temible, no por mostrarse hostil hacia muchos, sino porque sobrepasaba con mucho la naturaleza de los demás. Señoreó sobre los placeres, y no se dejó guiar por ellos" (Isócrates, Evágoras, 42).
10. "buscamos mandar sobre todos, pero no queremos ir a una expedición militar, y nos falta poco para emprender la guerra contra todos los hombres, pero no nos ejercitamos a nosotros mismos para ella (...) Hemos llegado a tal grado de locura que, faltándonos el sustento cotidiano, hemos intentado mantener tropas mercenarias y maltratamos e imponemos un tributo especial a nuestros aliados para proporcionar un sueldo a enemigos comunes de todos los hombres. Somos tan inferiores a nuestros antepasados (...) que aquellos, si habían votado hacer la guerra a alguien, se creían en la obligación de poner en peligro sus propias personas para defender su opinión, aunque la acrópolis estuviera llena de oro y plata. Nosotros (...) a pesar de haber llegado a tanta miseria y de ser tantos, utilizamos, como el gran rey, tropas mercenarias" (Isócrates, Discurso sobre la paz, 46-47)
11. "nada dejó sin examen, sino que tan concienzudamente observaba los hechos, y conocía a cada uno de sus ciudadanos, que ni los conspiradores se le adelantaban, ni se le ocultaban los que estaban bien dispuestos, y todos obtenían lo que les correspondía" (Isócrates, Evágoras, 42).
12. "No tengáis envidia de los que ocupan los primeros lugares cerca de mí; mas rivalizad con ellos y, mostrando vuestras virtudes, esforzaos por llegar a ser iguales a los que sobresalen" (Isócrates, Nicocles, 60). En el largo pasaje de Nicocles 14-22, realiza un intento de fundamentación bastante completo para esa meritocracia, en la que combina de modo original criterios democráticos junto a otros monárquicos y oligárquicos.
13. "No creáis que la malevolencia o la buena disposición de los reyes se deben sólo a causas naturales, sino también a las costumbres de sus súbditos; porque muchos se han visto precisados a dominar con crueldad, más por la maldad de sus súbditos que por su propio temperamento (...) Enseñad a vuestros hijos a obedecer a sus superiores y acostumbradlos principalmente en la práctica de esta virtud, porque si han aprendido bien a ser gobernados, podrán gobernar a muchos" (Nicocles 55).
14. "y por lo mismo deberían tener cerca de los monarcas mayor influencia los que con valor dicen la verdad, que no los que les hablan siempre con la mira de agradarles, sin decir jamás nada que merezca ser agradecido" (Isócrates, Carta IV a Filipo).
15. Isócrates, A Nicocles, 29.
16. Isócrates, Nicocles, 52.
17. Ibidem.
18. Isócrates, A Nicocles 31.
19. Especial interés tiene el discurso A Nicocles, que, con el epígrafe de «Sobre el modo de reinar», ha tenido gran éxito durante el Renacimiento y la Edad Moderna.
20. "Las ideas fundamentales del A Nicocles y las de la Ciropedia, especialmente en lo relativo a la tipificación de los deberes del buen gobernante, coinciden hasta tal punto que la obra de Jenofonte parece el desarrollo de la del orador, ya que si se admite la fecha de 370 para el A Nicocles, éste es anterior a la Ciropedia"."Aún más claro es el paralelismo entre la Ciropedia y el Evágoras isocrático"."Es muy posible, pues, que Isócrates mostrara el camimo a Jenofonte al trazar un programa de educación del príncipe acompañado de elogio, si bien es verdad que la Ciropedia mejora y amplía su modelo procediendo con mayor libertad en el tratamiento de un héroe perteneciente a la historia legendaria" (Vegas Sansalvador, en su ed. de Jenofonte, Ciropedia, p. 36).
21. Comp. Aristóteles, Retórica, 1355 a 14-17; 1356 a 3-6; 1378 a 5-6.
22. Comp. Cicerón, De Oratore, III, 55.
23. Comp. Institutiones oratoriae, XII, 17.
24. Alberto Gil, destacado profesor de esta especialidad en la tierra natal, y en la Universidad donde comenzó su formación Kurt Spang, ha publicado recientemente un interesante trabajo en nuestro medio sobre este particular: comp. Gil, 2006.
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