jueves, 14 de mayo de 2015

EL DESAFÍO: CONSTRUIR VALORES DEL CAMBIO - Por Sebastián García Díaz

Soplan vientos de cambio...
Reproducimos a continuación un artículo de Sebastián García Díaz (Civilitas Argentina) que, aunque alude a la realidad argentina, hay conceptos que pueden aplicarse a la realidad española.

Argentina está viviendo un período que promete cambios. Deberíamos involucrarnos, aunque nos cueste. Aunque más no sea para dar el ejemplo a nuestros hijos.

Crecimos signados por la crítica a lo que Occidente había logrado, como modelo. Y nos enseñaron a admirar las revoluciones. Nadie nos preparó para participar en procesos políticos y sociales más sutiles, proyectados en el tiempo y construidos desde abajo hacia arriba. Por eso nos cuesta tanto participar: al poco tiempo nos cansamos y nos decepcionamos.

Estos 10 años de populismo exacerbado vinieron como anillo al dedo. Pudimos mantenernos parapetados en la crítica, que –de  alguna manera– es una posición cómoda.

Pero ¿ahora? Argentina está viviendo un período que promete cambios. Deberíamos involucrarnos, aunque nos cueste. Aunque más no sea para dar el ejemplo a nuestros hijos (que hasta ahora sólo nos vieron despotricar). Para asegurarnos de que esos cambios –aunque sean paulatinos– se produzcan.

Un nuevo marco. Lo más dañino del legado kirchnerista es el relato. Esa mezcla tan pragmática de mentiras, valores tergiversados y sofismas –todo combinado para que suene suficientemente “revolucionario”– que caló tan hondo en nuestra sociedad.

El mayor aporte que podemos hacer es desplegar un nuevo marco cultural. Que sea capaz de presentar los valores y principios de siempre, pero como “soportes del cambio”, de una manera que entusiasmen y movilicen, sobre todo a los más jóvenes.

El gran desafío. Hay que devolverle al país, por ejemplo, la fe en las instituciones. ¿Cómo les transmitimos a ellos que si quieren ser libres e iguales hay que jugarse por la democracia y la república? ¿Cómo los disuadimos de que es mejor reformar el sistema que intentar destruirlo como les ofreció el populismo?

Tal vez sea necesario renovar la mirada. Hay una confianza instalada en el poder de transformación que viene desde la propia comunidad, del voluntariado, de la iniciativa privada y social. Y hay –a su vez– un sentimiento generalizado de injusticia ante la realidad de que todo siga pasando por Buenos Aires. Ese federalismo que todavía no fue.

Construir desde abajo hacia arriba es un valor que sabe a libertad, a participación, a tener el poder cerca y –con él– las soluciones. El principio de subsidiariedad, que obliga a que no haga el Estado lo que puede hacer la sociedad y los particulares y que no haga el nivel superior lo que puede hacer mejor el nivel inferior podría ser el eje del cambio y un valor aglutinante.

Cambiar el Estado. El desafío cultural más difícil será cambiar los paradigmas del Estado, cómo lo concebimos, lo planificamos, y cómo eso se refleja en el trabajo con los empleados, los procesos, la tecnología, las remuneraciones, el cumplimiento de objetivos, la eficiencia en los gastos, la transparencia, los concursos y la capacitación.

No se puede seguir justificando los impuestos que pagamos y los malos servicios que recibimos, así como las obras pendientes para siempre. Gritémoslo con voz enérgica: ¡el escándalo de la pobreza en nuestro país es el escándalo del mal funcionamiento del Estado! Y la inflación –que es una de sus causantes– es la consecuencia directa de su desmanejo.

Abiertos al mundo. La globalización es una oportunidad, no sólo económica sino cultural. Lograr que Argentina crea en este valor y pierda la desconfianza es otro desafío pendiente.

Abrir las fronteras, integrarnos a los países vecinos, firmar tratados de libre comercio con Asia, con Estados Unidos y con Europa, sumarnos a los esfuerzos planetarios por cuidar el medio ambiente y la lucha contra la pobreza es un horizonte por el que vale la pena trabajar.

La apertura no atentará contra nuestra identidad. Todo lo contrario: si hacemos de la familia el eje de todas nuestras políticas de educación y desarrollo social. Y nos aseguramos de no descuidar nuestros marcos comunitarios; la interacción con el mundo y hasta la sana competencia potenciarán lo mejor de nosotros.

Los valores del cambio. Hay otros valores muy devaluados en Argentina, como son el cumplimiento de la ley y la palabra empeñada. Volver a ponerlos en escena supondrá una discusión descarnada sobre la tolerancia que hemos tenido como sociedad a los corruptos de toda índole. Aquí el cambio debe ser de 180 grados.

Que los valores de siempre se conviertan en los valores del cambio es el desafío. Y que no queden disminuidos sólo a un mero relato. Son los valores de la Constitución, los de nuestros abuelos inmigrantes y criollos. Los de la clase media argentina que tanto nos enorgullece. Pero son, a su vez, los valores del futuro.
En la tarea de relanzarlos, tendremos que decir presente. Con la paciencia de saber que a los cambios de fondo probablemente los vean recién los que nos sucedan.

Sebastián García Díaz es miembro de Civilitas

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