Abstact de la ponencia presentada por Luis Manuel
Calleja y Ricardo Calleja Rovira en el último Simposio de profesores de
Política de Empresa discípulos de ANTONIO VALERO, Málaga, diciembre de 2012.
Una
verdadera ética política no puede ser una mera ética de virtudes, y de fines,
tiene que ser también una ética de instituciones. Las instituciones y la praxis
política basada en ellas, desarrolla una específica ética interna: podríamos
hablar de “virtud del actuar institucional”.
Toda
moral política que quiera ser realmente moral habrá de pronunciarse
ineludiblemente sobre cuestiones específicamente políticas relativas a los
medios: a las configuraciones institucionales, procedimientos y operativas de la
actuación empresarial que sean convenientes en cada momento concreto.
La
empresa mercantil se puede considerar como un ente político, una institución
que puede ahorrar esfuerzo al individuo al darle pautas de conducta que le
eviten un cálculo permanente de utilidades sin sustituir el juicio prudencial y
de la conciencia.
La
mejora personal que la ética empresarial debe promover no tiene solo una
dimensión subjetiva (la del comportamiento recto), sino también una dimensión
objetiva: la recta configuración del trabajo, de las organizaciones, de todo el
quehacer empresarial. Es la parte
estrictamente gobernable de la ética empresarial.
Aparte
del comportamiento estrictamente personal da cada integrante que trata la ética
empresarial ordinaria, es posible juzgar la eticidad de sus configuraciones
institucionales y del comportamiento de las personas dentro de ellas.
Existen herramientas profesionales para estos
juicios dentro de la disciplina de la política de empresa que incorpora este enfoque desde sus orígenes.
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