jueves, 28 de julio de 2011

JÓVENES EN LA ENCRUCIJADA


Transcripción de la conferencia que brindó el académico español Dr. Rafael Alvira en el marco del ciclo Pensar Uruguay, una actividad que organiza la Universidad de Montevideo con motivo de los 25 años del inicio de su actividad académica. La charla se tituló "Jóvenes en la encrucijada" y se realizó en el Sheraton Hotel de Montevideo el jueves 7 de julio. Rafael Alvira es catedrático en la Universidad de Navarra, experto en Filosofía de la Familia y de la Educación, asesor en políticas sociales, autor de varios libros, artículos académicos y de difusión y director de numerosas tesis doctorales.


Una antigua canción francesa, que la suelo citar cuando me toca hablar de la familia, decía:

He aquí un poco más de esperanza
Un poco más de amor
Es el comienzo de un nuevo día

Todos los niños que nacen son eso y, sin embargo, cuando cumplen trece, catorce, quince años… ya son un poco más problemáticos. Lo son naturalmente por la edad, por lo que todos hemos pasado, pero también un poco por la educación que cada uno ha recibido. Distinguimos con bastante facilidad a los adolescentes y a los jóvenes según el medio en el que se han educado. Siempre recuerdo aquella escena inicial de una de las grandes películas, My fair lady, en la que el famoso profesor Higgins descubre toda la vida de la joven vendedora de verduras sólo con escucharla un rato. Ella cree que él es un brujo pero simplemente es un observador de cómo habla, cómo se comporta, qué gestos hace esa persona, y le puede hacer un diagnóstico completo de cómo es. Así es que cuando hacemos el juicio de los adolescentes y de la gente joven, en realidad, estamos haciendo el juicio de la generación que los ha educado. Esto me recuerda a un gran humorista italiano, que me divertía mucho, y decía que los padres habían cambiado muy poco. Hace unos cuantos años el hijo venía y le decía a su padre: "Papá, ¿puedo salir las próximas tres noches con mis amigos?", y el padre decía: "Te he dicho mil veces… que no". Ahora pasan los años y viene el niño de la misma edad, y el padre contesta: "Te he dicho mil veces… que sí". Lo importante es el tono, que el padre demuestre que tiene poderío, pero el problema es que ha cambiado el contenido y eso se nota bastante en los hijos.

He señalado cuatro aspectos de los jóvenes que no se portan bien: 1) son malos estudiantes, se nota que repiten asignaturas o abandonan sus estudios; 2) son violentos; 3) llegan, incluso, a la delincuencia; 4) a veces son drogadictos o alcohólicos. Todo esto significa que están cayendo en los dos fallos más graves, a mi modo de ver, que tiene una persona humana, que son tanto más graves cuanto que no lo parecen. Esos fallos son: perder el tiempo y aburrirse. Perder el tiempo es muy grave porque nuestra vida se identifica con el tiempo que tenemos y, por consiguiente, perder el tiempo es perder trozos de vida. Muchas personas lo llevan a cabo de manera casi sistemática, haciendo al mismo tiempo perder el tiempo a los demás. Y luego el aburrimiento, que es muy grave porque es una tristeza profunda del alma. El aburrimiento ha sido definido como la percepción pura del tiempo. A la persona que está aburrida no le pasa nada más que el tiempo. Es una desesperación encubierta porque falta vida. De manera que, pérdida de tiempo y aburrimiento serían los dos aspectos que padres y educadores debieran de intentar evitar que los niños y adolescentes cayeran en ellos. Pero pienso que caen con bastante frecuencia. Ha sido tradicional en mi época, que se reunían en verano las pandillas: llegaban todos, se juntaban y, a continuación, se aburrían en común. Pasabas por delante de ellos y veías que no hablaban, tenían desinterés generalizado.

Dicho de otra manera, hay una situación que quiero señalar como central en esta breve exposición: la falta de profundización, la superficialización. Según está descrito en la tradición filosófica de los tiempos más antiguos, hay dos formas de dinamismo: el concentrado, que no necesita muchos cambios por la enorme concentración que tiene; y el dinamismo disperso, que se da en el cambio continuo. Ahora la mayor parte de las personas se basa más en el dinamismo disperso que en el concentrado. Cuesta trabajo pararse a profundizar, mientras que es una pereza encubierta el activismo… En resumen, vivimos en una sociedad en la que ha pasado a ser trascendental el zapping. Un nuevo concepto que me permito añadir es el zapping trascendental. Todo el mundo está cambiando interiormente, continuamente, de una cosa a otra, y eso significa, al menos, dos cosas: que no le acaba de gustar nada de lo que ve y que está esperando que le haga feliz lo que ve y no algo que él construye. Lo que se da es una doble forma de debilidad: ser incapaz de pararse a contemplar algo y el pensar que me va a ser feliz siempre algo exterior. El problema está en que no hemos sabido, quizá, hacer fuertes –es una tarea difícil, no cabe duda- a los niños y a los jóvenes. Hay muchos que no educan en la fortaleza y eso probablemente se debe a que ellos mismos no la practican.

Hay un texto que me encantó de uno de los autores fascinantes del SXIX, Alexis de Tocqueville. Aparte de escribir muy bien, era un hombre de los que se paraban, era un gran observador. Al observar, además, reflexionaba, y sus libros son una delicia, de una persona que observa despacio, reflexiona y escribe muy bien. Él tuvo una suerte añadida: vivió muy cerca del antiguo régimen. Y pudo comparar el modo de vida de antes de la democracia, que vino con la revolución. En un texto que me impresionó hondamente dice: "En los tiempos democráticos, en medio del movimiento general de todas las cosas, lo que hay de más móvil es el corazón del hombre". Efectivamente, creo que para pararse a contemplar algo hace falta poner corazón, y el concepto de corazón incluye todo. Es el concepto más comprehensivo, el que más acoge y recoge: el corazón incluye los sentimientos, las emociones, pero también incluye la inteligencia y la voluntad. Es la síntesis de todo eso, por eso es lo más alto. Si sólo fuera el sentimiento, no sería el principal órgano simbólico del ser humano. Hace falta corazón para pararse a contemplar. Ortega y Gasset decía "el amor siempre se anda con contemplaciones", mientras que el que no tiene corazón destruye, es violento, porque actúa sin contemplaciones. Muchas veces los niños y jóvenes que son violentos pueden serlo por algún defecto neuronal, psicótico.

Pero muchas veces pueden serlo también porque no han aprendido a contemplar. Y eso es algo que se lo tiene que enseñar alguien a su lado. Con la gente joven, ustedes saben bien, lo que más sirve es el ejemplo. Y el ejemplo se ve, para empezar, en los ojos y en la sonrisa de una persona: son las dos partes del cuerpo humano más significativas. Significamos poco con las orejas o con la nariz, pero significamos todo con el brillo de la mirada o la contracción de la boca.

La mirada y la sonrisa dicen mucho. Y cuando tienes al lado a una persona: un maestro, tu padre o tu madre, que tú ves que viven algo, siendo niño te va entrando por ósmosis. Vas captando la belleza de eso. Porque lo primero que hay que hacer es que vean la belleza, sino no se sentirán atraídos a ella.

Perdónenme, pero si hablo de familia, puedo citar a mi padre. Descubrí en un escrito suyo que decía que la familia es función de belleza, porque la armonía es un concepto estético, de belleza, y sin armonía no hay familia. De tal manera, los hijos se quedarán en casa más tiempo, volverán a casa o no, si encontraron esa belleza que les conduce hacia la profundidad. La belleza es lo que atrae y cuando es grande fija la atención, hace contemplar y profundizar. Creo que lo contrario de esos jóvenes que pueden ser malos estudiantes, violentos, delincuentes y drogadictos se encontrará en aquellos a los que consideramos dotar de las siguientes cualidades: primero, una frase de Renato Descartes, que sean "espíritus atentos", que se concentren, que no estén dispersos. He escuchado de bastantes especialistas en psicología y psiquiatría que uno de los grandes problemas de los niños y de la gente joven es la dispersión. Cierta dispersión es normal a esa edad, pero está aumentada por ese mundo permanentemente cambiante, de perpetua superficialidad. Hay toda una filosofía de la dispersión, cuyo principal y primer gran representante a finales del SXIX fue Federico Nietzsche. Es el primero que canta las alabanzas de la dispersión, y el SXX lo ha continuado. La persona que consigue tener corazón –repito, incluye inteligencia- es la que es capaz de concentrarse, de ser un espíritu atento. Es un hombre también que puede tener iniciativa, otro rasgo sumamente interesante.

Si tuviéramos corazón, no habría partidos políticos de derecha e izquierda. ¿Por qué? Porque la derecha significa –dicen- ser conservador y la izquierda –dicen- es progresista, pero el amor es conservador y progresista al mismo tiempo. Es conservador porque quiere seguir contemplando la belleza de lo que le gusta, sea una ciencia o una persona quiere que se conserve; y al mismo tiempo el amor es inventivo, se le ocurren cosas. Progresa. 

Siempre en una empresa se demuestra que a una persona le gusta de verdad la empresa porque se le ocurren cosas nuevas. Ahora está de moda la innovación, cualquier empresario tiene que innovar. Cuando a uno le gusta de verdad una cosa no hay que decirle que innove, innovará él seguro. Nadie ha hecho desarrollar una ciencia más que al que de verdad le gusta la ciencia. A ése se le ocurren ideas nuevas. Al que no le gusta puede repetir un libro de memoria y sacar las mejores notas, pero no innovará. No ha entendido nada de la ciencia. Es el verdadero afecto el que es también innovador.

Entonces, espíritu atento y espíritu de iniciativa. Luego, voluntad de respeto. El respeto tiene que ver con el problema de la violencia. Es fundamental. Kant insiste en la importancia trascendente del concepto de respeto y cómo a la gente joven hay que enseñarle a respetar, que significa un acto de voluntad trascendente: no solamente valgo yo, valen también los otros por sí mismos. Eso tienen que aprenderlo de niños, poco a poco, a través del ejemplo. 

La solidaridad hoy día es como la guinda de la tarta. He conocido a gente profundamente individualista a la que de vez en cuando –como dicen los educadores- un acto de solidaridad mejora su autoestima. Si uno es joven, mucho más. El respeto es una obligación básica. Si no conseguimos enseñar eso, realmente no hemos avanzado mucho.

Añado un rasgo más: el espíritu de felicidad. Tenemos que ir enseñando a la gente joven a ser feliz y eso no es fácil. Aristóteles, incuso, me reprocharía: ¿cómo es posible que digas que los jóvenes pueden ser felices? La respuesta que da él es sorprendente. La gente piensa que los niños son felices y cuando eres mayor ya has visto tantas cosas que uno está de vuelta. Pero no es así. Lo que dice Aristóteles es que para ser feliz es preciso haber desarrollado la humanidad que uno lleva dentro, y a los niños no les ha dado tiempo todavía, por más que se la pasan bien, se entretienen, son simpáticos. No es que sean infelices pero todavía no son verdaderamente felices. Ser feliz es difícil y hay que enseñárselos desde pequeños, porque la gente mayor tampoco es feliz. ¿Por qué? Porque la gente mayor está de vuelta. Estar de vuelta es la frase más exacta para demostrar que uno no es feliz. Para serlo no queda otra solución que estar de ida. Porque estar de ida es tener esperanza y sin esperanza no se es feliz. Por consiguiente, la dificultad de las personas mayores es haber visto la dureza de la vida, haber aprendido y, sin embargo, seguir de ida. Y si uno no hace eso, no transmite felicidad a los niños y a la gente joven, y como ellos lo respiran todo por ósmosis…

Mi padre decía que los padres que protestan en casa no esperen que sus hijos sean muy felices. Una persona feliz nunca critica negativamente, nunca se queja. Cuando uno lo hace, los niños, que captan todo ipso facto, se dan cuenta de que uno no es feliz. La queja no es compatible con la felicidad. Me sorprendió que sobre la queja tuvieran la misma opinión Nietzsche, el autor más ateo del SXIX, y San Juan de la Cruz. Nietzsche dice que quejarse no sirve para nada, que es perder el tiempo, porque el que se queja está queriendo rehacer el pasado, pero el pasado no se puede rehacer. Por consiguiente, el que se queja no avanza. El pasado sólo sirve para aprender. Hay muchos políticos que todavía no han aprendido eso y quieren rehacer el pasado. Siempre que se ha querido rehacer el pasado se ha hecho daño a una población. Eso es la queja. 

San Juan de la Cruz dice que el que se queja no es buen cristiano. Porque si no has podido evitar que las cosas vayan mal, será porque Dios lo ha permitido. Y si no crees eso, es que no crees en Dios. Hay muchas personas que se quejan, aunque sea, en pequeños detalles y están haciendo infelices a la gente joven.

¿Qué es la felicidad? Es sentirse seguro y libre, en paz y alegre. El que está en paz y alegre es feliz. El que se siente seguro y libre es feliz. Si no tienes eso, puedes tener todas las cosas añadidas, pero no eres feliz. Estás pensando que te hace feliz algo exterior, cuando no es así. Lo exterior ayuda a la felicidad pero no es la raíz.

Hay dos grandes formas en la sociedad democrática en las que se ha presentado la política: una, la que se considera de izquierdas, que ha tenido una fuerte tendencia siempre al estatalismo, porque en la fórmula democrática de libertad e igualdad –la gran divisa democrática desde el SV a.C – ellos consideran que lo más importante para empezar es la igualdad. Entonces, tiene que haber una entidad que la imponga, porque la gente no es igual. En el lado liberal lo que dicen es que hace falta dejar libertad, que ya vendrá la igualdad. La mano invisible lo hará, decía Adam Smith. Entonces, ¿qué sucede? En el primer caso, pensamos que el Estado nos va a hacer iguales y después libres. En el segundo caso, si ganamos dinero, gracias a la libertad de mercado, después iremos igualando, porque cuando todos tienen dinero no hay problema. En el primer caso, el Estado se convierte en Dios. En el segundo caso, las riquezas son Dios. Hegel es quizá el autor filosófico que lo ha visto con más claridad: "El Estado moderno es el Dios objetivo de este mundo". Antes la gente decía Dios ha permitido estos males. Ahora la gente dice gobierno culpable. La diferencia está en que Dios cuando quiere te ayuda y cuando quiere te pone en dificultades, pero al Estado le pagamos todos los años… Es un dios porque es un dios y mucha gente no cree en Dios porque cree en el Estado. El Estado me va a solucionar la vejez, el paro, todo. Va a permitir que ande feliz de la vida, sin problemas. Y seguramente cuando sea viejo me eutananasiará. Para el punto de vista liberal, si tengo dinero para pagar, ¿qué problema puede haber? Es lo que Marx llamaba el fetichismo del dinero, pero es un fetiche muy importante porque te va a dar "todo". El Estado y el dinero intentan sustituir las funciones de la familia. No solamente se convierten en el Dios de este mundo. Desde el punto de vista socialista hay que educar a todos por igual, y para hacerlo así no puede educar la familia, porque a lo mejor habrá desigualdad.

Me topé por casualidad con un escrito de Pío XII en el que escribía cuando se introdujo en Europa la seguridad social. Dijo: mucho ojo con la seguridad social, porque si la gente cree que el Estado la va a cuidar en su vejez y en su enfermedad, se olvidará de la familia. Todavía la principal institución que atiende a los enfermos, a los ancianos, etc., sigue siendo la familia mucho más que el Estado. Pero llevamos camino de que sea el Estado el que resuelva todo. ¿Ustedes creen que el Estado va a tratar con el mismo cariño e intimidad? ¿Cumplir con las funciones básicas de la familia? No puede hacer eso.

El padre multimillonario, como tiene tanto trabajo paga a sus hijos los mejores colegios, pero los hijos le dirían a su padre "dame menos dinero y estate más tiempo conmigo". No los educan, no les dan intimidad, diálogo. De manera que han preferido sustituir las funciones familiares por otros medios, incapaces de cumplir lo que una verdadera familia cumple.

Así que si hoy hay un problema, y un problema creciente en la juventud de todos los países porque aumentan los malos estudiantes, los violentos, delincuentes y drogadictos, tenemos que hacer un profundo examen de conciencia para ver si no hemos dejado a la familia de lado. Es la familia la única capaz de evitar eso. Es la crisis de la familia la que provoca esa crisis de la juventud y, por consiguiente, la que pone en un cierto peligro a nuestra sociedad.

Rafael Alvira

Fuente: http://www.um.edu.uy/universidad/reportajes/523_Conferencia-del-Dr.-Rafael-Alvira-Jovenesen-
la-encrucijada/#imagenes

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