lunes, 9 de mayo de 2011

EL INSTITUTO EMPRESA Y HUMANISMO DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA CELEBRA SU XXV ANIVERSARIO Y DESPIDE A SU PRESIDENTE D. ENRIQUE DE SENDAGORTA

El pasado 5 de mayo se celebró el Acto solemne por este acontecimiento en el Aula Magna de esa Universidad. Presididos por el Rector, asistieron los dirigentes de las principales empresas españolas que propiciaron la creación de ese Instituto hace 25 años para crear un espacio de estudio interdisciplinar entre académicos humanistas y dirigentes empresariales.. Estaban representadas sociedades como el BBVA, Iberdrola, El Corte Inglés, además de profesores universitarios de todo el país. Intervinieron el Director del Instituto, Rafael Alvira, uno de los fundadores -Tomás Calleja, presidente de FIATLUX- el exRector Alejandro Llano, el actual Rector Ángel Gómez-Montoro, y don Enrique de Sendagorta, hasta ahora presidente del Instituto desde 1996. La celebración comenzó con una Misa en el oratorio del Edificio Central de la Universidad. Reproducimos aquí las palabras pronunciadas en ella por el capellán y profesor del Instituto, don Ricardo Rovira.



XXV ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO EMPRESA Y HUMANISMO.

Universidad de Navarra, 5 de mayo de 2011

-Homilía del capellán y consultor del Instituto, D. Ricardo Rovira Reich-

Comenzamos estos actos por el 25º Aniversario del Instituto de Empresa y Humanismo, y comenzamos por lo primero, que es dar gracias a Dios, y dándolas del mejor modo posible, que es en la Santa Misa, donde el mismo Jesucristo da gracias en nombre nuestro a Dios Padre. Además de esa acción de gracias por todo lo que se ha podido hacer en el Instituto en este primer cuarto de siglo, es también una Misa en petición por las almas de aquellos primeros que dejaron una huella imperecedera entre nosotros y en el Instituto, y ya no están, como Chechu Zalbidea, Luis Mª de Ibarra y Oriol, y Mario Los Santos, entre otros. Muchos de nosotros los tenemos siempre muy en el corazón y en el recuerdo. En esta Misa de la Segunda Semana de Pascua, la oración más corta es la Antífona de la Comunión y nos va a servir como apoyo para una brevísima meditación.

Dice Jesús: “Yo estaré SIEMPRE, todos los días, con vosotros, hasta el fin del mundo”. Y además en estos días está con nosotros Resucitado; porque nosotros somos los discípulos de un resucitado, y no de un crucificado, como erróneamente nos acusó Nietzsche Por tanto, se nos tienen que contagiar la fuerza, el vigor, la alegría, la luminosidad, el resplandor de Cristo Resucitado. Esta compañía de Cristo que está siempre con nosotros, también tiene que impulsarnos para emprender y perseverar en hacer cosas grandes y buenas en beneficio de los demás, como fue la fundación de este Instituto hace hoy 25 años. Se dijo en su origen que la intención era ayudar a rediseñar la sociedad, y para eso unir las ideas de profesores, académicos y humanistas a la experiencia y cultura práctica de destacados empresarios.

Parecía una combinación ideal y de algún modo recoge aquel aserto de Bergson cuando afirma que “nuestras ideas influyen en nuestras acciones y nuestras acciones influyen y marcan nuestras ideas”. La conjunción entre lo especulativo y lo práctico. Y también la comprobación en la práctica de las ideas. Aquí a mí sólo me corresponde expresar esta acción de gracias a Dios por lo que se ha logrado, y no hacer ningún balance ni ninguna estimación, porque eso lo harán después, mucho más ponderadamente, personas además mucho más autorizadas. Pero se comprende la ilusión con que se vislumbró entonces el Instituto de Empresa y Humanismo. Sobre todo pienso yo en aquellos cultivadores de las humanidades, que siempre han sido sospechosos para algunos de ser un poco teóricos o poco realistas, y encontraron los mejores aliados: los hombres de la praxis, del pragmatismo por excelencia, que tienen la capacidad de iniciativa y a veces los medios materiales. Y éstos, a su vez, encontraron a quienes se dedican al pensamiento, a la interpretación de lo que está sucediendo, y también a la anticipación. Por eso se dice habitualmente que el filósofo mira lo que todos miran, y ve lo que nadie ve.

Aquélla alianza, en las actuales circunstancias, tan mentada de crisis mundiales, sociales y económicas, no sólo se demuestra que era muy necesaria, sino que está siendo más necesaria que nunca. Pero también debe reconocerse que tendría que haber tenido más apoyo para poder cumplir su tarea de forma más contundente. Se ha verificado una vez más aquello que dijeron los clásicos: “Post hoc, propter hoc”. Aunque también debemos reconocer que el crecimiento fue voluntariamente moderado para esperar a que estuviera suficientemente consolidado para permitir –como ya se ha permitido en varios países- que se replicara el Instituto en otras universidades.

Ahora muchos buenos empresarios también ellos nadan en medio de esta corriente que nos arrastra a todos, e intentan adaptarse lo mejor posible a un mundo que no nos gusta a nadie. Y hay que bracear mucho contra-corriente para intentar llegar –como se diría en Navarra- a ese nacedero desde donde unos poderes difícilmente identificados imponen un diseño materialista de una sociedad que es tan difícil de cambiar. Sin embargo, esa impotencia ayuda, me parece a mí, a calibrar mejor la importancia de reforzar y amplificar esa unión; esa alianza entre intelectuales y empresarios. ¿Soluciones? ¿Multiplicar los trabajos y los enfoques interdisciplinarios, y la integración entre la Universidad y otras instancias educativas con la sociedad? Sí, pero también desde el punto de vista cristiano, esa impotencia de sentirnos arrastrados y de no poder controlar esos diseños de una sociedad que nos parece inhumana tantas veces, puede llevarnos a una mayor humildad, y la humildad lleva a la petición en la oración. Y a darnos cuenta que tenemos que implorar también y trabajar por ir regenerando un humus de cultura cristiana en todas las sociedades. Porque la extensión del Evangelio de Jesucristo es imprescindible para que la sociedad aumente en espíritu de auténtica humanidad. Se ha dicho, lo decía el beato Juan Pablo Segundo muy claramente siempre; “el aumento de la descristianización lleva a la deshumanización”.

Pero, afortunadamente, de parte del Bien y del sentido común, y de ese intento de sociedades más humanas y más virtuosas, están capacidades y personalidades como la de Enrique de Sendagorta, y tantos como él. Hoy tenemos que despedirlo como Presidente del Instituto de Empresa y Humanismo. Puede decirse que “su misma persona es lo que el Instituto pretende”. En su persona se conjugan con toda naturalidad el empresario de gran trayectoria internacional y, a la vez, el humanista culto, abierto, magnánimo, con exquisita sensibilidad social. Todo envuelto en una humildad envidiable. Como él mismo escribió: “la cultura sedimentada con el tiempo se va haciendo alma propia”. Y, por tanto, a nosotros hasta ahora para lograr los fines del Instituto nos bastaba con mostrar a Enrique. Y ahora nos va a costar bastante más.

En esta Misa y ante esta nueva etapa, en este nuevo cuarto de siglo que empieza, hay que pedir luces también al Espíritu Santo. Luces, inspiración, Gracia, fuerza y entusiasmo. Enrique y los iniciadores han dejado el listón tan alto, que aunque logren que los demás comiencen donde ellos han terminado, y siendo este tipo de instituciones más necesarias que nunca, poder estar a la altura de la misión va a ser difícil. Aunque afortunadamente los nuevos responsables podrán apoyarse en lo que se ha hecho en este primer cuarto de siglo, tanto en experiencia como en conocimientos específicos, bien aquilatados, con todo un cuerpo de doctrina bien consolidado. Hay que procurar en el Instituto, y en su influencia exterior, lo que ahora podríamos ver si nos asomamos a esas ventanas: cómo la primavera produce un nuevo renacer, un reverdecer en este tiempo de resurrección. Y en este mes de mayo que está dedicado, por cierto, a la Madre del Salvador del mundo.

Ahora que nos va a costar no tener tan presente a nuestro querido Presidente, un modo de continuar su presencia y el diálogo con él podrá ser releer ese libro suyo de recuerdos autobiográficos: “Aquí estamos”. Allí Enrique dice, pensando en su familia, una familia laboriosa que cultivó vocaciones universitarias y marinas: “cuánto debo a aquéllos mis bisabuelos, que supieron mirar más allá de nuestros valles, y soñar grande”. Ese espíritu está muy arraigado en el Instituto de Empresa y Humanismo. Ellos son gente -como diría Basterra- de la mar universa; con grandeza de mente y con grandeza de corazón.

Espigo rapidísimamente algo de este libro, que lo recomiendo vivamente, no sólo porque para los que nos interesa la historia reciente de España, viene muchísima información, muy iluminadora, sino porque me parece un libro entrelíneas profundamente formativo. “Nada se espera del hombre que trabaje para su propia vida, y nada para la eternidad”. En el fondo es aquel adagio clásico que también cita: “Vive para los demás si quieres vivir bien para tí”. Es algo que dice mucho el director actual del Instituto, Rafael Alvira: aquéllos que trabajan bien para los demás, en el fondo terminan trabajando bien también para sí mismos. Enrique termina estos recuerdos, a mi juicio y a mi modesto entender, muy acertadamente, con aquel poema que recoge la carta de un leñador belga que se está yendo de esta vida a sus hijos. Y que compone Charles Péguy: “Y el padre piensa con ternura en ese tiempo en el que él ya no existirá, y en el que sus hijos ocuparán su lugar en la tierra y ante Dios. Ese tiempo en el que ya no se tendrá necesidad de él porque sus hijos lo harán mejor que él”. Enrique: nos lo has puesto muy difícil pero ¡Dios quiera que eso sea posible!

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