martes, 16 de agosto de 2022

LA DEBILIDAD DEL SUR GLOBAL, OPORTUNIDAD PARA UNA SALIDA ESTRATÉGICA - EL CASO SUDAMERICANO

“La única reversión posible debe provenir de la estrategia, en lugar de la lucha” (Gray Mirror)

En mi artículo anterior1 consideraba la situación del denominado Sur Global, sus riquezas y posibilidades, al mismo tiempo que sus falencias estructurales y subdesarrollo, lo que, en los tiempos actuales de inestabilidad geopolítica y económica, condena a sus países, en diversa medida, a un estado de permanente crisis, inestabilidad y potencial desorden y alteración del orden social. Asimismo, analizaba las consecuencias del conflicto en Ucrania sobre dicha situación y las alteraciones que ello producía en la dinámica globalizadora, lo que se agrega a los efectos negativos producidos por las medidas tomadas por los Estados durante la pandemia. Consideraba cómo estos procesos conducen a un fortalecimiento de corrientes revisionistas del statuo quo internacional por parte de ciertos Estados; como así mismo las tendencias hacia un mayor regionalismo; formación de “clubes de amigos” entre países con valores y, finalmente, una nueva configuración geopolítica global. Concluía que todo ello, junto a procesos políticos regionales, ofrecía al espacio sudamericano nuevas condiciones para una mayor integración y coordinación política.

Es objetivo del presente escrito dar continuidad a dicho análisis, para lo que pondré mayor acento en los fenómenos de la coyuntura internacional actual que acentúan la fragilidad de numerosos países emergentes y del sur global en su conjunto. Ello en un contexto de un cada vez mayor desacople entre potencias como China y Rusia con relación a Occidente, lo que plantea serios dilemas de política exterior, no sólo para las llamadas potencias o países revisionistas del actual Nuevo Desorden Internacional, sino también a los países emergentes. Teniendo en cuenta el caso sudamericano, veré las opciones estratégicas de política exterior que se abren, bajo el postulado de que, dada la posición de debilidad actual, la mejor opción para una nueva etapa superadora es el planteo de la cuestión en términos de estrategia, es decir, privilegiando políticas de Estado, y no de lucha dialéctica, o sea, descartando planteos populistas de izquierda o derecha.

La hipótesis guía del presente escrito gira en torno a los paradigmas que serían los canales de elaboración y ejecución de dicha estrategia, que no serían exclusivamente económicos, ni geopolíticos, sino fundamentalmente valorativos dentro de un concepto cultural-estratégico autóctono, con base telúrico-territorial, de la región sudamericana y/o latinoamericana. De este modo, el planteo eje es que dada la polarización entre modelos de organización política y económica social predominantes en el resto del mundo, cuyo esquema liberal se tenía como hegemónico desde el fin de la Guerra Fría, hasta entrar en creciente contradicción con otros modelos o enfoques, hecho fundamentalmente evidente en el escenario de mayor multipolaridad consecuencia del conflicto en Ucrania, Latinoamérica por primera vez en su historia moderna, tendría la posibilidad de elegir su propio modelo organizativo, lo que dará lugar a una estrategia propia de relacionarse con otros espacios de poder externos y, de ese modo, de fortalecerse sistémicamente.
El contexto global ha dejado en evidencia que los fundamentos en los que se asentaba cierta especie de orden internacional, con base en la la preponderancia de Occidente, ha definitivamente experimentado transformaciones, las que, en primer lugar, han dejado al descubierto un gran desorden y precariedad de la estabilidad y paz internacional, hecho evidente en el origen de la crisis en Ucrania y su desarrollo hasta desembocar en una guerra contra una superpotencia nuclear, Rusia. De este modo, los valores liberales (democracia, libertad de mercado, derechos humanos y cierto imperio de la ley internacional) fueron vulnerados no sólo por países considerados por los Estados Unidos como “parias” o formadores del “Eje del mal”, sino que Occidente mismo los han vulnerado repetidas veces, según conveniencias estratégicas o económicas. Un ejemplo reciente de tal fenómeno, entre muchos más, es la relación de los EE.UU. con Arabia Saudita y la cuestión del príncipe saudí Muhammad bin Salman, quien después de haber sido condenado moral y políticamente por el presidente Joe Biden, fue objeto de una visita de Estado de este último para negociar un aumento en la exportación petrolera para contrarrestar los daños que hace a la economía mundial el boicot contra Rusia2.
Dicho declive relativo de Occiente tiene su correlato en el frente económico. Según el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial se enfrenta a un posible caída del 2% en 2023, lo que constituye una consecuencia de un proceso que ha ido minando las posibilidades de crecimiento de los países3. El informe ennumera siete riesgos que podrían profundizar dicha situación, de no darse un cambio rápido y repentino de las circunstancias. Entre las consecuencias de esta alteración de las variables económicas nacionales e internacionales se mencionan estanflación, profundización de bloques geopolíticos, inflación secular, crisis alimentaria y energética, problemas de deuda externa, mayores protestas. Ello contribuye a agravar el diagnóstico del párrafo anterior, de tal modo que, un nuevo atlas geopolítico con fuerte fragmentación se abre paso en este proceso, donde la incertidumbre, la inseguridad y la inflación4 o suba de tasas de interés por parte de los EE.UU., confluirían en escenarios de alto riesgo.
Se suman las alertas que suenan desde diversos organismos internacionales con relación al cambio climático, tema que en la agenda internacional fue dejado en suspenso hasta atender la situación en Ucrania y las consecuencias globales de la crisis energética. Sin embargo, las altas temperaturas sufridas en Europa este verano recuerdan a los líderes del mundo que este fenómeno en sus manifestaciones más extremas conecta con la seguridad alimentaria global5. En este aspecto también son los países con menor desarrollo relativo los que sienten el mayor impacto de las alteraciones ambientales (ver cartografía abajo 22), al igual que, como se ha visto, son los que más se resienten sistémicamente ante inestabilidades políticas y económicas, aún cuando no estén bajo su órbita de responsabilidad y tengan su génesis y desarrollo principalmente en los países de mayor desarrollo.

Según los organismos internacionales (PMA, FAO) el mundo avanzaría hacia una inminente crisis alimentaria generalizada, que identifica como causas a los conflictos, la crisis económica, la pandemia y el impacto de la guerra en Ucrania, pero también las condiciones climáticas extremas6, cuyos mayores responsables se cuentan entre los países más contaminantes, ubicados en Occidente, más China. Siguiendo los mismos informes, “la región América Latina y el Caribe, sufre una crisis oculta que involucra a casi 10 millones de personas sin acceso a los alimentos que necesitan, una cifra que puede elevarse hasta 14 millones en 2022”.

Dicha situación de fragilidad de la mayor parte de la población mundial ha tenido su manifestación reciente más seria en los incidentes en Sri Lanka, que comenzaron con la declaración de default por parte del gobierno de este país y siguieron con estallido social y expulsión por la fuerza del gobierno en medio de la revuelta popular. Se reconoce el origen de dicha crisis en factores de la economía global, pre-existentes al conflicto en Ucrania7, y con un potencial que podría producir escenarios similares en otros países del mundo. Es más, se reconocen al menos cincuenta y tres economías emergentes con riesgos de sufrir una secuencia de hechos desestabilizantes del mismo tipo que en Sri Lanka8. La combinación de alta cargas de deuda, lento crecimiento global y ajustadas condiciones financieras serían detonantes de procesos altamente desestabilizantes en las economías más pobres o con más problemas estructurales. Al respecto, los mecanismos e intervención internacionales escasamente se han activado, misma pasividad por parte de los países occidentales, que estarían muy abocados a problemas domésticos o a la agenda de seguridad9. Además, como algo novedoso en casos de posibles impagos de deuda, algunos de estos países tienen elevadas deudas con China, país que estaría muy ocupado con su política de COVID cero, para atender crisis del tipo de Sri Lanka.

Siguiendo la línea de análisis del escrito, aunque una mayoría de Estados que, sin embargo no representan la mayoría de la población mundial, ha condenado las acciones militares rusas en la ONU10, en el Sur Global se responsabiliza también a Occidente de las consecuencias económicas, energéticas y alimentarias de este conflicto11. Al mismo tiempo, la realidad indica que así como Occidente habría ido perdiendo su influencia política, del mismo modo, la presunción de que el resto del mundo necesita a Occidente más que Occidente al resto del mundo se ha ido últimamente desmitificando. Así por ejemplo, en 1991 el G7 producía el 66% del producto global, mientras que hoy sólo el 44%12.
Dicho fenómeno implica al menos tres consecuencias. En primer lugar, las sanciones impuestas por Occidente por el motivo que sea, no sólo se muestran bastante inefectivas en el resultado esperado, sino que producen efectos contraproducentes sobre quienes activaron las sanciones o sobre terceros países o sobre la economía internacional en su conjunto. En segundo lugar, en este nuevo contexto los países del Sur Global tendrían mayor posibilidad de plantear estrategias que les permitan generar cierta resiliencia ante consecuencias adversas de hechos ocurridos por decisiones tomadas en Occidente. En tercer lugar, dicho cambio de enfoque sistémico de la desventaja relativa que enfrentan, podría conducir a los países del Sur Global a un aprovechamiento más ventajoso de sus propios recursos, sean energéticos, alimentarios o de capital humano, que Occidente necesita para su propio desarrollo y crecimiento.
El planteo de esta situación deriva en que el Sur Global podría asumir una mayor cuota de responsabilidad en la resolución de sus propios problemas y aprovechamiento de sus propios recursos. A tal fin, además de hacer uso del apoyo y cooperación de organismos internacionales, podría generar otras instancias especializadas de diálogo y cooperación (agricultura, energía, demografía, educación, etc.) dentro de un enfoque Sur-Sur, partiendo del aprendizaje histórico de experiencias fallidas. Ello sin prescindir del apoyo, coordinación y cooperación con países occidentales, al mismo tiempo que con actores estatales que de algún modo se encuentran formando parte del Sur Global, al mismo tiempo que por algunos atributos son potencias regionales, como Turquía o la India, o mundiales o superpotencias, como China o Rusia.
El imperativo de la elaboración y consecución de una estrategia por parte del Sur Global en su conjunto o por bloques regionales dentro de este espacio o por “clubes de países amigos” o por países individuales, es consecuencia directa del progresivo desacople de China y Rusia con relación a los Estados Unidos y Occidente en su conjunto. Dicho fenómeno, alimentado por acciones de ambos bandos, está guiado por la competencia tecnológica con China, así como por la rivalidad militar con ambos y alimenta una agenda anti-globalización, tal como se ha visto. Sin embargo, este desacople se ha manifestado también entre Occidente con el resto del mundo y la prueba más evidente sería la suba de tasas de interés, primero en EE.UU. , pero también en la Unión Europea, y los posibles defaults que ello produciría el año próximo13.
En el ámbito latinoamericano, estos datos contextuales de la coyuntura internacional, sumados a los desafíos domésticos vienen generando debates sobre el rumbo a elegir. Al respecto, considero ilustrativo el caso de la India, como una potencia regional con desafíos internos, que está adoptando decisiones de política exterior siguiendo su interés nacional. Si bien esto último es posible por contar con un gran mercado interno y con capacidades de defensa que le dan cierta autonomía estratégica14, al mismo tiempo está rodeada de países con los que rivaliza y mantiene hipótesis de conflicto, Pakistán y China. Ello no le ha imposibilitado adoptar una posición de neutralidad estratégica en el conflicto con Ucrania y, a pesar de las presiones occidentales, ha aprovechado el boicot energético contra Rusia para su beneficio, consolidando la asociación con Rusia. Al mismo tiempo, mantiene crecientes relaciones con Occidente, por lo que ha sabido manejar esta situación en armoniosa y ventajosa relación con ambas partes15.
Para los países de América Latina, similar posicionamiento se vería facilitado de fortalecerse los mecanismos regionales de integración y concertación política, sobre lo que me referí en mi artículo anterior16. Si las diferencias ideológicas eran un obstáculo para tal cometido, los resultados de las recientes elecciones en Colombia han prácticamente completado un arco político en el que dichas diferencias deberían ceder ante los intereses nacionales y las necesidades y demandas de la sociedad civil. Ante desafíos similares en los países de esta región, la consecuencia es que se han generado condiciones para el fortalecimiento de los mecanismo regionales para el diálogo político, la cooperación regional y la integración económica. Si bien aún está pendiente el proceso electoral en Brasil, se observa que este país sigue lineamientos de política similar a la India y, además, históricamente ha seguido metas en las que primó su interés nacional.
En dicho contexto, el trazado de estrategias para afrontar ventajosamente el actual contexto internacional, tendrían en su base una mayor homogeneidad sobre los desafíos y posibilidades a futuro, por lo que primaría una mirada más realista sobre las demandas de la sociedad civil desde las bases territoriales, a la que he dedicado especial atención en este blog17. La generación de espacios de debate y generación de consensos seguirían nuevos modelos de organización y representatividad política, funcionales a la generación de amplios consensos internos. Como telón de fondo se observa que la demanda electoral en los procesos eleccionarios de los últimos dos años se ha volcado hacia opciones que salen de los moldes tradicionales, por lo que, de no darse las soluciones o respuestas esperadas, los votos castigos continuarán18 , así como los procesos sociales desestabilizantes, al estilo de revoluciones populares.
Dichas mejoras sistémicas tienen su correspondencia en políticas productivas y tecnológicas nacionales que dialoguen en una agenda regional común, tal como lo notó la CEPAL19 con relación al MERCOSUR. En el relacionamiento externo, las opciones estratégicas con los EE.UU., la Unión Europea, China o Rusia u otras potencias o bloques regionales, la necesidad y no la ideología, sería el eje compatible con el planteo de una estrategia nacional y/o regional. En tal sentido, la dotación de factores que contribuyen a la seguridad alimentaria y energética regional y global20, son elementos que podrían ser mejor aprovechados para diseñar y trazar ejes de relación estratégica a nivel global, aliviando de ese modo dificultades y desventajas que se afrontan en el sector financiero, tecnológico o de desarrollo económico sostenible, dimensiones estas en los que estructuralmente el Sur Global en su conjunto presente mayores debilidades y relaciones de dependencia.
En la base de los debates intrínsecos a estos procesos innovadores, el factor cultural estratégico en la toma de decisión política es central. En él se encierran los valores y afinidades más profundas que orientan a los pueblos hacia diversas formas de organización política. La reduccionista, simplista y hasta mezquina disyuntiva planteada por Occidente entre democracias y autoritarismos no sólo da lugar a errores estratégicos, sino que además, es rechazada por cada vez más países21 y hasta repudiada por inocua por amplios e influyentes círculos de la clase dirigente occidental. En consecuencia, el principal objeto de todo debate sobre una estrategia superadora de la secular fragilidad de nuestros países, es en primer lugar la cuestión sobre los valores, metas y medios con los que se genera identidad, proyección y responsabilidad a futuro.
El desacople chino y ruso con relación a Occidente, siguen ese postulado de modo intrínseco en toda la dinámica que se va develando y manifestando. La multipolaridad resultante, de la que Latinoamérica hace parte, responde a dicha misma lógica, por lo que el diálogo civilizacional será el nuevo paradigma o el mundo se hundirá en un caos de consecuencias impredecibles.

Rafael Patrignani

30 de julio de 2022.

Notas:






6Idem nota 5.

7Martin Sandbu and Jonathan Wheatley: “ What Sri Lanka revels about the risks in emerging markets”. 18/07/22. Financial Times


9Idem nota 7.






15Idem nota 14.

16Idem nota 1.



19“Afirma CEPAL que MERCOSUR requiere políticas enfocadas en la región”. Prensa Latina-Cuba-. 28/06/22.



22El panorama global de las sequías 2020-2022 (UNCCD)

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