“Esforzaos en construir la paz. Pero no hay verdadera paz sin verdad. No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo (…), sin preocuparse al mismo tiempo del bien de los demás, (…), a partir de la naturaleza, que acomuna a todo ser humano en esta tierra. Estas palabras del Papa Francisco en marzo de 2013, van en la línea de lo expresado por Benedicto XVI el 1º de enero de ese año: Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la crea el hombre, sino Dios.”

No hay paz sin verdad. No hay paz si no desmantelamos la dictadura del relativismo. Pero… ¿qué es el relativismo?; ¿por qué se habla de una “dictadura”?; ¿cómo afecta la paz?; ¿cómo desmantelarla?

Qué es el relativismo

Para la Real Academia Española, relativismo es una “teoría que niega el carácter absoluto del conocimiento, al hacerlo depender del sujeto que conoce.” Es la renuncia del hombre a la posibilidad de conocer las verdades objetivas que fundan la convivencia humana. Es un error, pues si bien hay muchas cosas relativas, también hay verdades objetivas que se pueden conocer.

¿Por qué “dictadura”?

El “relativismo” es una ideología que se impone a través de la cultura. Así, la “corrección política” –la materialización del relativismo- impera en la educación, en los medios de comunicación y en las leyes: quienes dicen que es lo políticamente correcto, son los formadores de opinión.

En un ensayo titulado “Lo políticamente correcto o el acoso de la libertad”, el Prof. Manuel Ballester sostiene que lo políticamente correcto “remite a un modo de actuar y de hablar que se está imponiendo, pero no pacíficamente (…). Se trata de una imposición a base de legislación y cuenta con un poderoso aparato censor y punitivo. Remite, por una parte, a una cierta visión buenista de la sociedad que, por otra, se contradice con el modo inquisitorial en que se aplica.”

Esta ideología se empezó a difundir a fines del siglo XX en algunas universidades norteamericanas, al promover el relativismo como medio para combatir la intolerancia. Al respecto, dice Ignacio Aréchaga -citando a Allan Bloom en un artículo titulado “La verdad, aliada del debate civilizado” -, que esto llevó a cambiar la jerarquía de valores: “de tener en el centro la búsqueda de la verdad, pasaron a inculcar en los jóvenes la aceptación de la diversidad por encima de cualquier otro valor.”

Sigue Aréchaga: “De la mano del relativismo iba la exigencia de igualar todos los puntos de vista y estilos de vida: dado que no hay criterios objetivos para discernir cuáles son mejores que otros, nadie tiene derecho a criticar aquellos con los que discrepa. Y si lo hace, se le declara enemigo de la apertura.”

Cómo afecta la paz

El relativismo parte de una afirmación tan contradictoria como absoluta: “todo es relativo”. Si todo es relativo, no hay puntos de referencia objetivos para la conducta humana, nada es verdad o mentira, no hay bien ni mal: sin puntos de referencia, es imposible convivir en paz.

Para llenar ese vacío referencial, el relativismo implantó una ideología con una jerarquía de valores propia, en cuya cumbre está la “tolerancia”. Claro que sólo se toleran ideas relativistas, mientras se tilda de fundamentalista, todo intento de buscar la verdad. No se argumenta, no se admite el debate ni la libertad de expresión: negarse a dialogar y descalificar al adversario, tampoco contribuye a la paz.

Ante tal presión social, la búsqueda de la verdad que siempre caracterizó a los intelectuales, se sustituye por el compromiso de hacer entrar al ser humano real, dentro de los estrechos límites de una ideología artificial: pero la paz nunca se podrá encontrar forzando la naturaleza humana.

Hasta el clásico concepto de Justicia –“dar a cada uno lo que le corresponde”- se cuestiona. Y se sustituye por el de igualdad absoluta, lo cual impide la competencia o la jerarquización según talentos y virtudes: no se puede alcanzar la paz ignorando la Justicia.

Finalmente, se manipula el lenguaje, poniéndolo al servicio de un buenismo sensiblero que poco tiene que ver con la realidad: se habla de “interrupción voluntaria del embarazo” en lugar de aborto; de “muerte digna” en lugar de eutanasia. Se busca imponer un lenguaje “no sexista”, y descalificar por “sexista”, todo aquello que no es políticamente correcto: la manipulación de las conciencias a través del lenguaje, no puede llevar a la paz.

Qué hacer…

Para desmantelar la dictadura del relativismo, es necesario recuperar el sentido común. Y profundizar, en los fundamentos filosóficos, antropológicos, biológicos y jurídicos que contradicen esta ideología liberticida. Sólo con buena formación, podremos ayudar a otros a vivir en libertad, y a evitar ser manipulados por este “neolenguaje” orwelliano que entre otras cosas, pretende sustituir la clásica diferencia entre “sexos” por una artificial diferencia entre “géneros”. Los seres vivos tienen sexo, no género.

Claro, de nada vale estar bien formados si callamos. El amor a los demás exige iluminar al mundo con la luz de la verdad: la mentira no puede ser el fundamento de la paz.

Álvaro Fernández Texeira Nunes