jueves, 21 de noviembre de 2013

¿TIENEN QUE TRABAJAR PEOR Y DERROCHAR LOS ALEMANES PARA SER SOLIDARIOS? - Por Alfonso Ramos Inthamoussu (*)


Dr. Alfonso Ramos Inthamoussu

El pasado 30 de octubre, la Secretaría del Tesoro estadounidense criticó duramente al gobierno alemán por su responsabilidad en la débil recuperación de la zona euro, al llevar adelante un modelo económico en que las exportaciones lideran el crecimiento, un modelo que ha practicado China durante varias décadas hasta ser ya la segunda economía mundial.

Sostiene el gobierno estadounidense que Alemania debe gastar más y reforzar así la economía europea y mundial.

Ocurre que el superávit alemán de cuenta corriente –el exceso de ventas al exterior comparadas con sus compras–, ronda el 6%. Como Alemania no tiene monopolio de una materia prima o fuente de energía estratégica, los salarios no son de hambre y existe un buen sistema de seguridad social, ese superávit se debe a su eficiencia. Es sabido que los alemanes trabajan muy bien y que su tecnología es excelente. Exportar mucho es algo que hace el que puede y no el que quiere.


No se le puede pedir a Alemania que sea menos competitiva, que trabaje con menor productividad. Es un contrasentido si hablamos de economía. Afirma la Secretaría del Tesoro que Alemania debe consumir más para ser solidaria, lo que es sorprendente.

Se le puede pedir a Alemania que elimine las restricciones, más o menos encubiertas, que puede estar imponiendo a las importaciones de bienes y servicios europeos. Si hubiera unidad política se le puede imponer un tributo a los alemanes que se trasladen como subsidio a la periferia. Se le puede pedir que instrumente un generoso programa de formación de trabajadores y técnicos de la periferia europea. Pero no se le puede pedir que derroche dinero, que gaste sin saber bien en qué.

Cómo podrían gastar más los alemanes? O lo hacen los ciudadanos o lo hace el gobierno. Los ciudadanos están gastando bien y no están asustados. La Sociedad Alemana para la Investigación del Consumo informó el 31 de octubre que el ánimo de compra de los alemanes sigue en un punto alto. Es decir que el consumidor alemán no está retraído, no está en actitud de incertidumbre respecto al futuro.

¿Cómo se está comportando el Estado alemán? El saldo presupuestal es prácticamente nulo, es decir, los impuestos son iguales a los gastos públicos. La alternativa de mayor gasto alemán es que el gasto público aumente y que el país incurra en un déficit fiscal. La única lógica de la solicitud de la Secretaría del Tesoro es conceder seriedad a la recurrida caricatura del pensamiento keynesiano: hace falta un equipo de hombres y máquinas haciendo hoyos en las rutas y un equipo detrás tapándolos. El objetivo es “mover” la economía, “cebar la bomba”, que circule el dinero, confiar en el “multiplicador”.

La revolución tecnológica en curso en el mundo actual hace confiar más que nunca en el empresario, en el innovador, en el emprendedor. Nadie duda de la capacidad recaudadora del Estado, pero es crecientemente unánime la convicción de que es un mal gastador. Pedirle a un Estado que gaste sin mencionar muy específicamente cuál es el bien público que se necesita generar y con qué mecanismos se va a controlar la eficiencia de su generación, va contra la experiencia recogida en varias décadas.

¿Por qué tiene el gasto público ese sesgo hacia la ineficiencia? ¿Por qué en el mundo actual se busca crecientemente que muchos bienes públicos sean de gestión privada? Se suele argumentar que el juicio sobre el comportamiento del gobierno se expresa democráticamente por medio de las urnas. Pero es tan enorme, complejo y enmarañado el cúmulo de bienes y servicios que provee el Estado que el juicio periódico del ciudadano es demasiado difuso.

Pero el problema es más grave. Las funciones y los roles del Estado son tan complejos que se articulan en torno a organismos donde los que siempre están, en realidad, son los funcionarios. El corporativismo es una realidad. Impulsar graciosamente a un Estado a gastar más es una invitación a una mayor distribución de recursos según el parecer y los intereses de las corporaciones.

De otro modo: el Estado es un muy eficiente recaudador, pero muy mal gastador. Una empresa vende y cobra si el cliente decide comprar y está satisfecho con el producto. Y la empresa compra luego de mirar varias opciones y elige la mejor.

En cambio, el Estado establece el impuesto –el ciudadano no sabe en general qué está pasando– y quien no lo paga comete un delito y puede acabar en la cárcel. Y cuando de gastar se trata suele comprar lo de mejor calidad o repartir dinero gratuitamente o brindar servicios bastante ineficientes. Muchos son imprescindibles, son bienes públicos, pero el control del consumidor, que es el ciudadano, se da en un tardío y difuso dictamen electoral.

Volvamos a Alemania. Se le pide que incurra en un déficit fiscal porque estaría perjudicando al resto de la Unión Europea. Influye sin duda en esa solicitud la autoridad de economistas que como Paul Krugman confían en “tú gastas, yo trabajo”, y hacen de eso un lema para el crecimiento, olvidándose de la productividad y del empresario.

Pero cabe preguntarse, ¿por qué esta virulencia de la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos en su planteo del pasado 30 de octubre?

Una posible razón, entre muchas otras, es que la administración estadounidense está pasando malos momentos en su imagen internacional.

Y Rusia ha contribuido a esa pérdida de imagen tanto en la penosa guerra en Siria como en el asilo concedido a Snowden, cuyas revelaciones sobre el espionaje estadounidense a países amigos ha conmovido el ámbito de la OTAN.

Por eso, cuando en las últimas semanas Alemania decide ponerse en contacto con Snowden en Moscú y el presidente Putin no ve en ello inconvenientes, Estados Unidos sufre. Y la Secretaría del Tesoro y la Secretaría de Estado no son compartimentos estancos.

(*) Profesor de la Universidad de Montevideo

Artículo publicado en el diario El Observador - www.observador.com.uy

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