miércoles, 23 de enero de 2013

EL HOMBRE QUE PELEA CONTRA LA CEGUERA



Momento crítico. Las intervenciones de Güemes requieren
dosis enormes de concentración y precisión. Muchas
veces los pacientes se atienden en el mismo avión hospital.
Adolfo Güemes era un estudiante muy joven que perteneció al primer grupo que hace 25 años se formó en torno al Dr. Ricardo Rovira en las responsabilidades públicas. Entre los más inquietos políticamente, nació CIVILITAS-ARGENTINA. De aquel grupo algunos ya han sido Ministros de Gobierno, como Gustavo Béliz entre otros, y según el espíritu de CIVILITAS, cada uno fue entendiendo su Misión de servicio según sus cualidades y pareceres. ADOLFO ELIGIÓ ESTO. Y lo felicitamos. Es otro modo -y muy necesario- de servir al Bien Común que es lo que nostros pretendemos.

Especializado en oftalmología pediátrica, el argentino Adolfo Güemes viaja en un avión hospital a las regiones más castigadas del planeta, donde opera (y les cambia la vida) a niños con graves problemas de visión

Por Laura Ventura  | Para LA NACION

Hay segundos cruciales en la vida de Adolfo Güemes, aquellos en los que se abstrae del resto del universo. No escucha nada a su alrededor y cada célula de su cuerpo se concentra para lograr que en un espacio milimétrico pueda aparecer la luz. Güemes es un cirujano argentino, destacado a nivel mundial, especializado en estrabismo y oftalmología pediátrica. Desde algo más que una década, anualmente, viaja a destinos remotos para cambiar la vida de desconocidos y lo hace como uno de los médicos convocados por Orbis, organización norteamericana sin fines de lucro que opera de modo gratuito y enseña a los cirujanos locales en destinos carenciados del planeta. Su mérito no es sólo internacional, ya que también ad honórem este profesional recorre nuestro país de la mano de la Fundación Médica de Salud Visual y Rehabilitación (Fusavi).
Orbis lo eligió -un reconocimiento que no se traduce en términos económicos- para emprender misiones junto con los mejores especialistas de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia. El objetivo de estos viajes es participar de programas de atención y educación oftalmológica. También suele colaborar en estas misiones el argentino Martín Devoto. Güemes ya ha prestado sus servicios en China, la India, Perú, Cuba, Tanzania y Malasia.

Su último destino, en agosto pasado, fue El Salvador, donde llegó a realizar hasta 8 operaciones diarias. Allí se dedicó al caso de dos hermanitos de 5 y 7 años, Samuel y Esther García, quienes padecían cataratas congénitas y tenían graves problemas de visión. "Es gratificante saber que recobraron una herramienta clave para su vida. Podrán ir a la escuela, leer, tener una educación. En este tipo de casos, la vida de una familia entera cambia para siempre", explica.

A este hombre de la ciencia le cuesta transmitir con palabras esos momentos que conmueven hasta al hombre más recio. Fue testigo en muchísimas ocasiones de esos instantes mágicos en los que luego de haber operado a sus pequeños pacientes les quita las vendas y pueden ver por primera vez. Él presencia esos instantes únicos en sus vidas, cuando se maravillan con la luz y se sorprenden con esa mirada adánica ante los rostros de sus padres, a quienes previamente sólo conocían por sus caricias y su voz. "Es muy difícil explicarlo. Cada reacción es única. Algunos ríen, otros no comprenden esas imágenes y se largan a llorar."

Se hizo la luz. En El Salvador, con los hermanitos García y su mamá. Los chicos
padecían cataratas congénitas. Ahora, podrán ir a la escuela y hacerse un mejor futuro.
 Una de las historias que más lo conmovieron es la de un niño chino, en la ciudad de Taiyuan, cuya foto atesora en su consultorio porteño. El pequeño padecía cataratas congénitas y no podía ver ni el más mínimo haz de luz: "Antes de la operación, el padre me seguía donde fuera, era muy demandante y no nos podíamos comunicar por el idioma. Fue un éxito y su hijo logró ver. Creo que nadie me ha agradecido tanto en la vida", recuerda.

Padre de cuatro hijos, Güemes deja de lado sus emociones para poder tratar con pequeños en el quirófano: "Desde que soy papá vivo las cosas de modo distinto, pero no puedo conectarme con lo que están viviendo los chicos o sus familiares. No nací así, me hice de este modo a mí mismo para poder resolver problemas y ayudar a la gente", resume.

Argumenta que su pasión es la oftalmología pediátrica porque aquí se encuentra el momento crucial para proporcionar a futuros adultos una vida más digna, a través de operaciones que tienen un alto índice de eficacia: "Es fundamental que quien nació con un problema en su vista sea operado durante sus primeros meses, de lo contrario puede quedar ciego para siempre. Hay casos irreversibles en los que la medicina debe intervenir precozmente porque la visión se desarrolla hasta los 8 años", explica.

UN CONSULTORIO ERRANTE

Este médico de 46 años es bisnieto del Dr. Luis Güemes, cuya estatua custodia la plaza frente al Hospital de Clínicas. Adolfo es el único de 9 hermanos que siguió esta profesión. Su padre, abogado, era amigo de algunos oftalmólogos prestigiosos del país, como los doctores Malbrán y Dodds, y desde pequeño Adolfo se interesó por esta especialidad.

Egresado de la Universidad de Buenos Aires, realizó prácticas de medicina clínica y partió a los Estados Unidos para realizar su especialización. Estudió en la prestigiosa Universidad de Cleveland, allí donde se formó René Favaloro y donde este célebre argentino realizó sus primeros bypass. "A mí me gusta mover las manos. Cuando tuve que elegir entre la clínica y la tarea quirúrgica, no lo dudé ni un instante", comparte.

Hoy Güemes es un especialista internacional en oftalmología pediátrica y en el estrabismo (una desviación en los ojos) que padecen los niños desde su nacimiento o afecta a adultos luego de haber sufrido accidentes cerebro vasculares, problemas de tiroides, tumores o traumatismos.

En 2001 viajó por primera vez a China para debutar en su misión con Orbis. Lo esperaba el Flying Eye Hospital, un avión confeccionado y equipado como quirófano y como sala de conferencias. Allí, los médicos invitados para integrar el programa dictan clases teóricas a los especialistas del lugar y también transmiten su conocimiento, mientras una cámara registra la operación que realizan en vivo y se transmite en pantalla gigante a los presentes. "Es complejo hablar mientras estás operando. Pero me fui acostumbrando. Lo difícil es hacerlo cuando hay un traductor a tu lado. Hay momentos en los que no lo puedo hacer y para no desconcentrarme pido silencio", admite.

En Perú, Güemes prestó sus servicios en Huarco, una ciudad que cuenta con apenas 2 oftalmólogos para 150.000 habitantes. Generalmente, estas misiones duran una semana y los médicos invitados realizan varias operaciones diarias, además de las conferencias que dictan.

El Flying Eye Hospital tiene un equipo de alrededor 60 personas, entre la tripulación, las enfermeras, los anestesistas y los médicos. Cuenta con tecnología de punta (un microscopio puede costar en promedio 200.000 dólares y un láser, 650.000). En ciertos destinos, los médicos invitados llevan incluso desde sus propios consultorios, cuando el déficit de salud es profundo, su propio instrumental.

En ocasiones, el avión aterriza en el aeropuerto y es allí donde ocurren todas las actividades y adonde se trasladan los pacientes. Por ejemplo, en 2006, Güemes viajó a Madrás (India), aún devastada por el paso de un cruel tsunami. En otras misiones, en sitios de difícil acceso, los médicos de Orbis también se acercan a hospitales y edificios sanitarios para prestar sus servicios a los habitantes que no tienen medios de transporte adecuados.

Los oftalmólogos se sorprenden con las historias que conocen. Historias de sufrimiento y de resignación que luego sirven de inspiración para seguir adelante. Esto es lo que le había ocurrido, por ejemplo, a la niña china Zhou Shiyan, de la provincia de Guangxi, quien trabajaba con sus padres en la plantación de la caña de azúcar. A causa de un pequeño accidente casero, la pequeña comenzó a perder paulatinamente la visión en un ojo y no les quiso decirles a sus padres porque sabía que no podrían pagar su tratamiento. Ellos advirtieron que algo ocurría con Zhou, quien además acarreaba una dolorosa infección. Al poco tiempo, una misión de Orbis la diagnosticó. Los médicos no pudieron explicar cómo alguien tan pequeño era capaz de tolerar tanto dolor. La operación fue un éxito y la niña pudo recuperar su vista y su alegría. Es que la vida de una persona puede cambiar para siempre en sólo cuestión de minutos. Una cirugía compleja dura entre 30 y 45 minutos [para corregir la miopía se demora apenas 3 minutos; para corregir cataratas, sólo 10 minutos]. "Son cirugías cortas y muy precisas. Uno no puede equivocarse ni por un milímetro y toda mi atención y mi cabeza están depositados allí", cuenta y admite que muchas noches previas a una operación suele soñar con el caso que deberá resolver por la mañana siguiente.

Güemes, quien padecía de miopía, se operó hace casi una década. "A mí me cambió muchísimo la calidad de vida. Imaginate para un chiquito que tiene todo por delante. La expectativa de vida de alguien que nace ciego es enorme y me interesa mucho pensar que al recuperar la vista lograrán ser independientes para siempre", reflexiona.

TAMBIÉN EN NUESTRO PAÍS

"Me gustaría hacer más por la Argentina. Aprendo mucho con Orbis y me inspira para seguir trabajando aquí con personas sin acceso a la salud", dice Güemes, uno de los miembros de la Fundación Médica de Salud Visual y Rehabilitación (Fusavi). Sólo en 2011 Güemes viajó desde Ushuaia hasta Chaco, pasando por innumerables destinos para ejercer la docencia sobre tratamientos para mejorar y recuperar la visión en gente de bajos recursos.

Fusavi está integrada por algunos de los mejores especialistas del país, quienes se dedican ad honórem a recorrer el interior para brindar su conocimiento. Realizan operaciones gratuitas y enseñan mecanismos de prevención y rehabilitación a personas que no presentan patologías, así como también a pacientes y a médicos.

"A diferencia de otras partes del mundo, en nuestro país, por cuestiones genéticas, no hay tantas necesidades, pero aun así hay muchos déficits en la salud pública. Creo que en la actualidad enseñar y curar es más sencillo de lo que se piensa. La telemedicina (las consultas a través de las cámaras web) cambió las cosas: las interconsultas y el seguimiento de pacientes se puede realizar de un modo sencillo", opina Güemes.

SOLIDARIDAD DE ALTO VUELO

Un avión hospital. En Tanzania. Detrás, el Flying Eye Hospital,
que cuenta con 48 asientos y un quirófano de alta complejidad.
 
Según la Organización Mundial de la Salud, hay 39 millones de personas no videntes en el mundo. El 80% de esta población tiene graves dificultades económicas, y su ceguera podría haber sido tratada o prevenida. Con este espíritu, la organización Orbis se propone transformar la vida de las personas en los países en vías de desarrollo. "Los miembros aportan su tiempo, su energía y su expertise", reza el espíritu de esta organización.

Orbis viaja a distintos puntos del planeta para realizar un relevamiento de las necesidades y un diagnóstico sobre la situación de una población determinada. Varios meses después se instala allí una misión a la que acuden los mejores especialistas del mundo para operar. Hay que destacar que ni Orbis cobra a sus pacientes ni los médicos perciben honorarios por su tiempo y dedicación.

Otro de los miembros de Orbis es el Flying Eye Hospital, un DC-10 [la buena noticia es que el año próximo habrá un nuevo avión, con mayor autonomía y de última tecnología, un M-10] con 48 asientos y un quirófano de alta complejidad. Desde hace 30 años, Orbis recorre los 5 continentes y ha realizado misiones en 85 países del mundo.

1 comentario:

Cristian dijo...

Como estudio medicina, me interesa conocer los avances de la misma para ver de que forma se implementa la tecnología. Me gustaría poder conseguir Pasajes Baratos a otros países para ver como se trabajo allí