jueves, 12 de abril de 2012

LA TRANSMISIÓN DEL CONOCIMIENTO POR LOS MAYORES por José-Ángel Zubiaur

Los capítulos que siguen en curso de publicación en el blog Happeninn han sido concebidos bajo el título genérico de “El conocimiento como ventaja competitiva” para las empresas y organizaciones, en un momento de crisis socioeconómica generalizada que padecemos, que tiene un origen moral. La tesis que en ellos se mantiene es que los mayores no sólo son útiles y, por tanto, capaces no solamente de generar valor económico, sino de transmitir un acúmulo de saber y valores que adquirieron a lo largo de su vida.



1. El despilfarro de los recursos públicos en España.

Leo la denuncia que hacen diversos despachos de abogados de que la reforma laboral recientemente acordada está incitando a las empresas a cambiar seniors por juniors. Es decir, empleados mayores y más caros por jóvenes con un contrato de “emprendedores” bonificado, que les hace más baratos. Se aducen diversas circunstancias de oportunidad política que no vienen a cuento en este blog. Cierto es que hay una percepción generalizada de que los seniors son más caros que los juniors, pero también hay que decir son más rentables en términos de conocimiento acumulado. Este conocimiento se infravalora o, peor, ni se tiene en cuenta frente a la versatilidad de los “contratos basura” en tiempos de crisis. Pero un planteamiento de este tipo tiene mal final, en la medida que se descapitaliza la empresa por extensión la nación del recurso que debería ser el más preciado: el capital humano. Además las pre o jubilaciones crean un serio problema económico y social.

Ayer, allá por 1983, pocas semanas antes de la elección de Ronald Reagan como presidente de los EE.UU., Bill Simonson, colega judío de un bufete de abogados neoyorquino, me preguntaba con escandalizada ironía si los españoles éramos ricos.  Argumentaba en términos del desmesurado número de universidades y universitarios que teníamos y el subempleo al que éstos se veían abocados, al no haber demanda nacional de trabajo para ellos, o bien a la emigración en busca de oportunidades. En cualquier caso apuntaba certero el país realizaba un gasto enorme en su formación, sin contrapartida económica positiva y sí muy negativa bajo un punto de vista social. Nada pude contestarle entonces, ni ahora podría.


Desde anteayer, como quien dice, viene observándose una progresiva variación en la pirámide de población europea, a medida que las generaciones de la postguerra (boomers) nos vamos haciendo mayores, al tiempo que se reduce dramáticamente el número de nacimientos, lo cual plantea problemas no sólo demográficos y  políticos, sino el de digamos la sostenibilidad de “especímenes” autóctonos o como quiera entenderse esto. Por lo que se refiere a España, la proyección de la gráfica demográfica es la que se reproduce más arriba. Cada vez se asemeja más a una columna. Tengo en alguna parte leído que, en 2050, uno de cada cinco terrícolas tendrá más de 60 años, con una esperanza media de vida de 80 años en los países más desarrollados.

Deliberadamente  no quiero entrar en las tres cuestiones principales que dejo planteadas, sino en el fenómeno que corre parejo a ellas. Se trata de la dilapidación del conocimiento acumulado, que tiene lugar conforme se produce la jubilación de trabajadores y profesionales y en nuestro caso, ademásagravada por la manifiesta intención de expatriarse de cada vez más universitarios, quienes en opinión de los estudiosos del tema necesitan profundizar sus conocimientos, hoy más estéticos y hedonísticos que profundos. Gerry Garbulsky, argentino de 44 años, afirma que «lo más importante de una formación profesional no es el contenido educativo, sino las capacidades que uno adquiere, porque con los ritmos de evolución del mundo es muy difícil que algo que uno aprende en la facultad después pueda aplicarse tal cual». He aquí el vacío del que pretendo escribir unas líneas en este blog: la transmisión del conocimiento tácito y explícito, de esas capacidades de los mayores a los novatos en el campo laboral y, también, en el de las relaciones sociales.


2. Qué significa ser mayor.

Los mayores no se reconoce que aporten nada a la sociedad. Pasan de ser activos a pasivos, jubilados, y automáticamente se convierten en pensionistas y objeto de prestaciones sociales. Este es un planteamiento simplista y facilón, cuyo exponente es el Portal Mayores que administra en España el IMSERSO, adscrito al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Dos áreas tiene dicho Portal, el Área de envejecimiento y el Área de atención a la dependencia. Salta a la vista que para la Administración Pública los mayores sólo envejecen o se hacen dependientes, es decir, solo son objeto de prestaciones, pero nunca sujetos autónomos de actividad alguna. Incluso cuando se habla de «envejecimiento activo», con ello se pretende superar las limitaciones del concepto de «envejecimiento saludable» mediante actividades (natación, danza, baile, teatro, etc.) preconcebidas por el propio IMSERSO. Los mayores son tratados por gerontólogos y geriatras desde la jubilación hasta la muerte. Entre 15 y 30 años. Punto.

El Congreso sobre el Envejecimiento que tuvo lugar en Madrid entre el 9 y el 11 de marzo de 2010 estuvo dedicado a “La investigación el España y en Europa” sobre la vejez, claro, en el ámbito de la política europea de  las Iniciativas ERA-NET[1] . Se dio vueltas al negocio económico que los mayores ofrecen, a cuestiones de orden social y al I+D+I en materia de ciencias sociales, legalidad, alimentación, ingeniería, robótica y computación, economía y gestión, química… Paradójicamente no se tuvo en cuenta el objetivo comunitario de cohesión social ni el lifelong learning establecido en la “senda de Lisboa”. Otro tanto puede decirse del documentado contenido del Informe sobre el envejecimiento, producido por la Fundación General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en 2010.

El hiperactivo jubilado francés Bernard Ollivier[2] describe con gracia y tino la nueva situación que se produce tras la jubilación, «un traje un tanto vago, en ese estatus que no es ni un estado, ni una condición, ni una clase, todavía menos una situación y ciertamente no una profesión. […] La jubilación no es una retirada, al margen de la sociedad, aunque el vocabulario administrativo y el marketing nos haga pasar del estado activo al pasivo, un término infamante para quien, como yo, se mueve sin parar».Y apunta algo que comparte con  los más avisados: «Dejemos de presentar como el no va más el “gran porvenir que espera a la juventud”. Esta es muy a menudo intelectualmente incapaz de proyectarse hacia el futuro. Paradójicamente es cuando nuestro futuro se encoge y arruga cuando se toma plenamente conciencia de ello. Apoyándose en el pasado es incluso más fácil pensar en el futuro, pensar el futuro. Si los viejos resultan capaces de imaginarlo, ¿por qué no contribuyen a su construcción?». [¡Atención, propone construir el futuro con los  más jóvenes!]. «Somos viejos, no hay que avergonzarse de ello, es una palabra maravillosa, pues incluye valores que se llaman madurez, sabiduría, equilibrio, cultura…». Nuestra existencia está «construida a fuerza de aprendizaje, experimentación, éxitos y fracasos igualmente formativos, para sumar  un capital único que sería en verdad estúpido abandonar como un erial. No se puede  sepultar a los viejos con el ridículo subterfugio semántico que los trata como “seniors” o califica su edad como “tercera”». Cierto es que los hay afectados por la decadencia física e intelectual, pero también quienes muestran una flexibilidad y una adaptación al cambio hasta ahora insospechadas. Cuando trabajo y jubilación se han convertido en términos irreconciliables, hay que exclamar que ser mayor no significa lo mismo que ser inútil.

3. Un factor de innovación.
Ser mayor no significa ser inútil. ¿Qué significa ser ciudadano y persona mayor, por ejemplo, en España? Esta es la cuestión de cohesión social que, a la postre, conduce la argumentación seguida por Subirats Humet[3]   en la aportación que hace al Libro Blanco del Congreso sobre el Envejecimiento citado. Su planteamiento va mucho más allá que la temática del propio evento, superando prejuicios y proponiendo nuevas políticas con y para las personas mayores, en función de los nuevos tiempos que corren.[4]
No estamos para muchos dispendios y hemos de echar mano de cuantos recursos tengamos a mano para salir a flote tras el naufragio que padecemos. Se trata de satisfacer un doble interés: que los mayores sienten necesidad de sentirse útiles tras su jubilación, a la vez que la sociedad también tiene necesidad de utilizarlos. Cabe decir que ser útil no es sino generar valor, en la forma que sea, mucho más allá de lo que el mercado por ahora considera productivo o rentable, y además que ese valor sea reconocido socialmente. Ciertamente, se trata de conseguir que el capital humano, social e intelectual acumulado por los mayores, sus conocimientos y su experiencia no se pierdan ni se dejen de lado. ¿No es talento ese enorme y creciente acúmulo de saber, que no podemos desdeñar y que se va a la tumba con las personas que lo poseen? Para mí sí, en la medida en que ese saber es un conjunto de conocimientos y destrezas (“competencias”) adquiridos en el campo específico de cada trabajo humano. Porque talento enseña Tourónes el rendimiento de una capacidad que se supone, obtenido mediante la aplicación del esfuerzo personal al desarrollo sistemático de la misma. Téngase bien presente que, a su vez, esta supuesta capacidad es fruto de sucesivas transmisiones de conocimiento en la familia, en la escuela y en la vida social a lo largo de generaciones.
Hay quien como Guy Le Boterf se muestra partidario de relativizar el temor a la descapitalización del saber hacer de la empresa y a las rupturas en las cadenas de competencias por causa de la jubilación de sus expertos, y se pregunta: «¿en qué medida las salidas de empleados no pueden ser una ocasión para innovar y crear nuevas necesidades de conocimiento? ¿Ciertas rupturas no son a veces necesarias para innovar». No parece ser esta la corriente del actual knowledge management, que trata de optimizar la gestión del conocimiento mediante la creación de las condiciones necesarias para que los flujos de conocimiento circulen mejor, teniendo presente que la continua transformación de las empresas y organizaciones, más la introducción de nuevas tecnologías en un ámbito de globalización, hace que éstas se hayan de ubicar en Europa en los segmentos de mercado de mayor valor añadido, para lo que es clave la innovación y la transmisión de conocimientos y experiencias en el seno de la empresa. Esta transmisión es por sí misma también innovadora.
Cierto es que, en el caso que nos ocupa, hay que matizar que, aparte las condiciones psicofísicas de los jubilados, habrá que tener en cuenta (“identificar”) el talento y comprobar la voluntad de cada cual para que pueda siquiera ensayarse la transmisión del conocimiento de que se habla:
  1. Un conocimiento ( sería preferible hablar de “capacidades”, es decir una mezcla de habilidades o know how y conocimientos) que es un recurso intangible a la vez que producto de las empresas y de las organizaciones. Este se encuentra en las personas de sus trabajadores, en los objetos físicos que se utilizan o no, en las propias organizaciones, en los procesos y en los contextos (conocimiento estructural). Estas capacidades constituyen la principal ventaja competitiva de dichas empresas y organizaciones.
  2. Su transmisión favorece y fomenta la evolución, la competitividad, la profesionalización y la adaptación permanente de los recursos humanos de la empresa.
  3. Contribuye al desarrollo de las competencias de los trabajadores,
  4. Y del rendimiento y competitividad de las PYMES.
  5. De esta forma, los trabajadores forman parte del desarrollo estratégico de la empresa:
(1)  En sus relaciones con su trabajo particular
(2)  En sus interrelaciones personales.
Bien, estas últimas son conclusiones de una teoría contrastada sobre un factor clave para la innovación en la empresa y en las organizaciones. Lo cierto es que plantea no pocos problemas, porque el conocimiento explícito, que puede ser estructurado, almacenado y distribuido, es fácilmente transmisible; el implícito no lo es, porque forma parte de las experiencias de aprendizaje personales de cada individuo. Pero no me quiero extender en este punto.

4. Estado de la cuestión en España.
¿Qué estamos haciendo en España para transmitir el conocimiento de nuestros mayores a los nuevos trabajadores? Permítaseme dar cinco pinceladas finales para trazar el cuadro ante el que creo que nos encontramos.
Primero, existe el conocimiento del problema.
Segundo, está presente en la ligera retórica de los debates públicos, así como en publicaciones serias.
Tercero, es objeto de serios estudios en determinados sectores dedicados a la empresología, sin duda con el fin de nutrirse de esos conocimientos para mejorar la posición competitiva de las empresas por aquéllos participadas. Es el caso de la Universidad de Mondragón, a través del Mondragón Innovation & Konwledge (MIK S. Coop), que desarrolla un proyecto de investigación oficial, de alcance nacional, que se está desarrollando en el marco de las acciones de apoyo y acompañamiento de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo (FTFE).
Cuarto, que no son evidentes las soluciones a la cuestión de la transferencia de conocimientos y los planes son muy raros. La Unión Europea ha hecho desde 1990 insistentes llamamientos pidiendo la reacción al envejecimiento de los recursos humanos de la empresa, incitando a los países miembros a la gestión de aquéllos según los tipos de actividad y empleo. La transmisión de conocimiento afecta a la política laboral general de cada país con complejos efectos económicos y políticos[5]; de hecho, cuando tiene lugar la transmisión lo es de modo informal, perdiéndose el know-how. Por otra parte, las instancias gubernamentales no consideran legales algunas soluciones contractuales que pudieran arbitrarse entre las empresas y organizaciones con sus empleados para que pudiera tener lugar la tan repetida transmisión del conocimiento entre los trabajadores en edad de jubilación y otros más jóvenes.
Quinto, que no veo que se tenga en cuenta que este conocimiento del que tratamos tiene un componente material, del que venimos hasta ahora hablando, y otro moral, representado por quien lo encarna, la mismísima persona, portadora de todas las capacidades, especialmente las implícitas. Pero lo más cierto es que las personas no ocupan el centro de nuestras preocupaciones e intereses. «Ahoracomo decía hace unos días Alejandro Llano estamos más preocupados por las cosas y por los procedimientos para intercambiarlas, manipularlas y transformarlas. Comienza a parecernos que aquello que no sirve para otra cosa útil y concreta, en realidad no vale para nada. Claro que, al final, habría que preguntarse con Antonio Machado: “¿Dónde está la utilidad de nuestras utilidades?”»


[1] Por cierto, 2012 ha sido declarado por la UE Año europeo del envejecimiento activo y de la solidaridad intergeneracional
[2] OLLIVIER, Bernard, La vie commence à soixante ans. Phèbus, Paris, 2008, Avant-propos, pp. 9 et ss.
[3] Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona
[4] Páginas 87 y siguientes, especialmente 90, 91 y 94-96.
[5]  Véase Le Boterf para el caso de Francia y Subirats para el de España.

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